Las partituras para no dormir de Arturo Díez Boscovich
Música de cine
El compositor malagueño dirige a la OFM en la grabación de la banda sonora de ‘Urubú’, el primer filme de terror de Alejandro Ibáñez, hijo de Ibánez Serrador
Málaga/Si no quedan muchas dudas respecto a la calidad de la música de cine como verdadero refugio para los compositores que quieren llevar su trabajo al oído de públicos amplios, lo más interesante es el modo en que esta disciplina ha ido atesorando su propia tradición, con sus referentes, sus cimas y sus modelos, en paralelo a la propia historia del cine. Si de atenernos a los géneros se trata, la influencia de maestros como Bernard Herrmann en el cine de terror es incontestable desde Psicosis, si bien es cierto que, en consonancia con la propia evolución de las películas de miedo, su música ha ido haciéndose con los años más fría, enlatada y sintética en comparación con aquellas frenéticas cascadas de corcheas orquestales. Por eso resulta digna de atención la banda sonora que el compositor y director de orquesta malagueño Arturo Díez Boscovich ha firmado para la película Urubú, en la que es su primera partitura para un largometraje después de un bagaje no precisamente pequeño en cortometrajes, documentales y otras producciones audiovisuales: el filme que dirige Alejandro Ibáñez rinde homenaje al cine de terror en su acepción más clásica, elegante y ochentera, y es ahí donde la impronta orquestal de Díez Boscovich tiene sentido a modo de rescate y reivindicación de toda una forma de hacer y pensar la música de cine. Durante toda esta semana, el compositor dirige a la Orquesta Filarmónica de Málaga en las sesiones de grabación de la banda sonora que tienen lugar en el mismo local de ensayo de la OFM, en continua compenetración con Alejandro Ibáñez; y lo que se deja oír destila, desde luego, aroma a cine de verdad.
Sucede que Alejandro Ibáñez es hijo de toda una referencia en la cinematografía española, Narciso Ibáñez Serrador; y es ahora, a pesar de contar con semejante maestro en casa, cuando el cineasta ha decidido dar el salto al largometraje de ficción después de una trayectoria consagrada al documental. Urubú, protagonizada por Carlos Urrutia, Clarice Alves y Jullie D’Arrigo y rodada en su mayor parte en la Amazonia brasileña entre octubre y diciembre del año pasado, es un filme de terror psicológico con personajes al límite tras una desaparición en un entorno inabarcable que, admite Ibáñez, rinde homenaje a Ibáñez Serrador y muy especialmente a su manera de darle brío al género, merecedora de alto tributo en el siglo XXI: “La intención desde el principio era rodar una película de terror psicológico que encajara con una clase B elegante como la que practicaba mi padre, sin alardes, con una querencia artesanal y desde luego sin gore, sin destripar al monstruo hasta el final. Queríamos que tuviera ese aroma a cine de los ochenta, porque creo que, aunque los géneros en el cine español funcionan un poco por modas, hay un público que echa de menos poder ver este tipo de películas en el cine”. Eso sí, la adscripción más fiel al género se tradujo en no pocas dificultades durante el rodaje en Brasil, “ya que rodamos el 98% del metraje en exteriores, como se hacía antes, y eso a merced de los elementos y de los insectos en un lugar como el Amazonas”. Lo de los palos y las astillas parece cumplirse, por tanto, en la figura de Alejandro Ibáñez, aunque curiosamente mantuvo en secreto el rodaje de Urubú a su padre durante un buen trecho: “Le dije que me iba a Brasil a rodar un documental y volví con el metraje de la película. No supo nada hasta que le mostré un teaser, y le gustó. De hecho, hizo alguna referencia al proyecto en las entrevistas que concedió por el Goya honorífico. Ahora, en el fondo, lo que más deseo es terminar la película, verla con él y que me diga qué le parece. Ésos son los Goyas y los Oscars que más ilusión me hace ganar”. Sin fecha aún concreta para el estreno, Ibáñez apunta que “lo deseable” para la première sería una puesta de largo en la próxima edición del Festival de Sitges, en otoño.
Preguntado por las referencias puestas en la partitura para su primer largometraje, Arturo Díez Boscovich cita sin dudarlo a Waldo de los Ríos, quien “formó un tándem único con Ibáñez Serrador en Historias para no dormir y en varias películas. De hecho, hay momentos en la banda sonora, ya en los títulos de crédito, que recuerdan mucho a aquellos ambientes”. El malagueño trabajó en la composición de la música de Urubú primero con el guión que le facilitó Alejandro Ibáñez y después en las sucesivas fases del montaje, un proceso que de hecho sigue abierto en la medida en que compositor y director añaden y modifican pequeños matices incluso durante la misma grabación. En consonancia con la ambientación brasileña, Díez Boscovich ha introducido algunos instrumentos étnicos “no necesariamente brasileños, algunos son japoneses, por ejemplo, y la percusión es muy variada; pero todos ellos aportan matices exóticos y evocadores”. El recién nombrado director musical del Teatro del Soho por Antonio Banderas sigue así su singladura en el cine: la pantalla ama su música, aunque sea de susto.
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