Paseando por Roma XVI: Foro-Laterano, del Coliseo al Capitolio
EL JARDÍN DE LOS MONOS
“El Coliseo tuvo días de gloria en los que dejó asombrados a los romanos que veían como el suelo bajaba y subía para cambiar de escenario en función del espectáculo programado”
Paseando por Roma XV: Del Foro de Trajano a la Piazza Venezzi
Málaga/BAJANDO por la famosa Vía dei Fori Imperiali nos comentó Indro Montanelli que Musolini causó un gran destrozo arqueológico para abrir la que llamó Vía dell´Impero solo para hacer espectaculares desfiles militares. Al final de ella nos encontrarnos el Colosseo con el Arco de Constantino al fondo: –El mayor anfiteatro del mundo, situado en el centro de Roma, entre las colinas Celio, Esquilino y Palatino, fue mandado construir por el emperador Vespasiano, aunque lo inauguró en el año 80 su hijo el emperador Tito.
El Colosseo recibe su nombre por la colosal estatua suya que Nerón colocó en la puerta de su nueva residencia, la Domus Aurea, donde también mandó hacer un gran lago. Como quiera que Nerón construyo su fabuloso palacio en terrenos expropiados tras el incendio del año 64, Vespasiano entendió que había llegado la hora de devolverle al pueblo aquello que le fue arrebatado, así que echó abajo una parte de la Domus Aurea, desecó el lago, y construyó en esos terrenos el gran anfiteatro para goce del pueblo de Roma.
El Coliseo tuvo días de gloria en los que dejó asombrados a los romanos que veían como el suelo bajaba y subía para cambiar de escenario en función del espectáculo programado. Albergó juegos, luchas de gladiadores, peleas entre fieras, batallas náuticas y, hasta corrida de toros. Si, si, corridas de toros. La tauromaquia, que ya la practicaban los etruscos, proviene de Creta. Allí la conoció Julio César y le gustó tanto que la importó a Roma. También gustó mucho a los romanos la suerte del toreo con reses bravas, así que fueron de obligada programación. Claro que, como los toreros no conocían el oficio, eran ellos los sacrificados en cada corrida. Tampoco iban vestidos con traje de luces, más bien vestían como algún personaje mitológico, o héroe romano. De lo que se trataba era de hacer propaganda patriótica y espectáculos edificantes para la juventud. ¡Ah! Y no había prohibición para menores en el Coliseo.
Nos llevó nuestro guía hacia la Domus Aurea de Nerón. Bueno, a visitar lo que queda de ella que se encuentra bajo las ruinas de las Termas de Trajano. Paseábamos por sus jardines mientras Indro Montanelli seguía contándonos algunas cosas sobre ella: –Lo que quedó del palacio de Nerón después de Vespasiano, resultó arruinado totalmente en el incendio de Roma del año 104, así que Trajano enterró las ruinas con dos objetivos: preservar del pillaje las riquezas que contenía y construir sobre ese relleno sus termas. Los restos de la Domus Aurea se dieron por perdidos hasta que, en el siglo XV, alguien se coló por una grieta y fue a dar con unas galerías que contenían, para su asombro, unos preciosos frescos. Había dado con el lujoso palacio de Nerón. Curiosamente, durante el Renacimiento, muchos artistas se iban a las grutas aquellas a contemplar los frescos que posteriormente les sirvieron de inspiración. Así nació lo que conocemos en el arte de la decoración mural como estilo “grutesco”. El término derivó, especialmente por las críticas del arquitecto y tratadista Vitruvio, a “grotesco” con un significado peyorativo por las deformaciones y monstruosidades que presentaban algunos de esos murales decorativos.
Quiso nuestra puerta mágica que, mediante su fórmula alquímica, pudiésemos contemplar la Domus Aurea tal y como estaba decorada cuando la construyó Nerón, con todas sus riquezas, sus piedras preciosas, sus marfiles, sus frescos y sus mármoles. Nos dieron sus conservadores una especie de gafas mágicas que convirtieron las ruinas en bellas y ricas edificaciones. Sus grandes salas aparecían con las paredes decoradas con frescos referentes a temas mitológicos o históricos. Lo humano y lo divino se alternaba, conforme nos movíamos por la Domus, sin levantarnos del sillón asignado. Vamos, que lo vimos en realidad virtual.
–¿Os ha gustado? –Nos preguntó Indro Montanelli–. Merece la pena, ¿verdad? Es la mejor forma de entender el grado de refinamiento que llegaron a tener los ricos y poderosos romanos en aquélla época, especialmente los emperadores. Sin entender lo que fue el arte y el gusto por la belleza de los clásicos es imposible entender lo que fue el resurgir renacentista y la evolución del arte hasta ahora.
Desde la Domus Aurea subimos por la Vía di San Giovanni in Laterano. Montanelli nos llevó allí para visitar la Basílica y el Baptisterio de San Juan de Letran, o sea, de la Catedral de Roma. Apareció ante nuestros ojos una enorme explanada en cuyo centro se erguía un obelisco: --Es el obelisco egipcio más grande que se conserva. Originario del Templo de Amón en Karnak, fue traído a Roma por mandato del emperador Constancio II en el s.IV. Su destino era Constantinopla pero, no se sabe porqué, allí nunca llegó. La enorme plaza está dedicada al papa Wojtyla, Giovanni Paolo II.
Enfrente veíamos una entrada lateral de la Basílica, haciendo esquina con la fachada trasera del Palacio de Letrán y, separado, se encontraba el Baptisterio. Tras esa fachada está la Piazza di San Giovanni i Laterano, a la que dan el Palacio y la Basílica. En este punto continuó Indro Montanelli con sus explicaciones:
–El Palacio de Letran fue mandado construir, en el siglo XVI, por el papa Sixto V para ser su residencia. Se lo encargó al arquitecto Domenico Fontana y se construyó sobre la antigua residencia de los papas que, después del cautiverio de Aviñón en el siglo XIV, se convirtió en residencia palaciega. La Basílica fue construida en el siglo IV por el papa Melquiades en un solar de la familia Letranes, que de ahí le viene el nombre. Ha sufrido muchas intervenciones, pero su actual imagen es la que le dio Borromini en su restauración a mediados del siglo XVII. Es totalmente barroca aunque presenta algunos elementos anteriores, como el tabernáculo ojival del siglo XIV con frescos del XV. En los laterales hay algunos sepulcros medievales. La Basílica, patrimonio de la Santa Sede, consta de cinco naves y es también Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El Baptisterio es mucho más antiguo ya que data del siglo V. Aunque fue construido por Constantino en el s.IV, fue rehecho después por Sixto III. Es de planta octogonal con un espacio central circular delimitado por dobles columnas arquitrabadas que sostienen la cúpula. El interior de dicho espacio central contiene una “urna de basalto” en la que se celebraban bautismos por inmersión. Presenta cuatro capillas alrededor. De ellas, la segunda a la derecha conserva mosaicos del siglo V, la tercera es del siglo VII y la cuarta tiene una puerta de bronce del siglo XII.
Volvimos por la misma vía que habíamos ido y continuamos por la izquierda de la Vía dei Fori Imperiali para alcanzar el “Foro de César” y subir a la Piazza del Campidogllio. Lo hicimos por la Vía di San Pietro in Cárcere, que se llama así porque pasa por encima de la “Cárcel Mamertina” donde fue preso el apóstol. La calle es muy empinada y hay un magnífico mirador desde el que se puede contemplar el Foro Romano con el Arco de Septimio Severo. Indro Montanelli aprovechó para explicarnos algo sobre el Foro primitivo de Roma: –Poco se ha conservado de él, dijo, pero nos ha quedado su huella. Una huella que relata más de quinientos años de historia. La entrada lógica al Foro es por la Vía Sacra, junto al Coliseo, que comienza en el “Arco de Tito”. Templos y edificios públicos (basílicas), de distintos siglos, se entremezclan a izquierda y derecha de la citada Vía hasta llegar a la Plaza del Foro: Tales como las ruinas del Templo de Venus y Roma del siglo II, Santa Francesca Romana del siglo XI, la Basílica de Magencio del siglo IV, la Casa de las Vestales de los siglos VI-V a.C., la Basílica Emilia o Fulvia, del siglo II a.C., el Templo de Castor y Polux del siglo V a.C., la Basílica Julia del siglo I a.C. y la Plaza del Foro con el Arco de Septimio Severo, entre otros muchos restos arqueológicos.
–A la izquierda del Foro Romano está El Palatino que es donde vivía la élite romana. Allí encontramos las ruinas de los palacios de Augusto, Livia o la Domus Flavia entre otros. En ellas hay ahora un Museo del Palatino. Lindando con el Foro Romano se encuentran las ruinas de las Termas de Caracalla, el Circo Máximo, el Templo de Vesta, el Templo de la Fortuna Viril y, junto a éstos, la Iglesia de Santa María in Cosmedin, el Arco de Giano y el Teatro Marcelo.
Coronando la colina, en el Capitolio, se alzaban los edificios más importantes de Roma. Para empezar estaban los templos de la llamada Triada Capitolina, o sea, los tres templos de los dioses más importantes de la mitología romana: Júpiter (padre de los dioses y los hombres), Juno (diosa de la maternidad y el matrimonio y reina de todos los dioses) y Minerva (diosa de la sabiduría y la guerra y protectora de Roma). Junto a estos templos estaban el Tabularium, edificio donde se almacenaban todos los documentos históricos de Roma y, asomado al Foro, el Templo de Juno Moneta (Protector de la ceca o casa de la moneda).
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