Paseando por Roma XII: Las Termas de Diocleciano y el Palazzo Massimo

El Jardín de los Monos

Nada más entrar se encuentra una majestuosa estatua de Atenea. Esta estatua estaba dedicada a su culto. Su cara está tallada en alabastro de color rosa, el pelo en basalto y el cuerpo en mármol

Paseando por Roma XI: De Piazza San Bernardo a Santa Maria Degli Angel

Paseando por Roma XII: Las Termas de Diocleciano y el Palazzo Massimo
Juan López Cohard

08 de octubre 2022 - 06:40

NOS encontramos en la zona de Roma que bautizamos como Quirinal-Termini. Junto a las Termas de Diocleciano está la Basilica de Stª. Mª. Degli Angeli e dei Martiri. Nuestro cicerone, el emperador Diocleciano, comenzó a hablarnos de ella mientras la visitábamos: –La basílica se hizo en honor de todos aquellos cristianos que, condenados a trabajos forzados, murieron en la construcción de mis Termas y que fueron considerados mártires. Fue Miguel Ángel quién la diseñó a petición del papa Pio IV (s.XVI), aunque se limitó a recubrir algunas paredes, dejando intacta la fachada y creando una nave, más ancha que larga, con un vestíbulo circular que es original de mis baños. Después se decoró con retablos traídos de la Basílica de San Pedro. En el crucero, a petición del papa Clemente XI, recién iniciado el siglo XVIII, se colocó una línea de bronce que es una meridiana solar que actúa como gnomon. La luz solar que penetra por un oculo señala las estaciones que están representadas en el suelo con figuras zodiacales.

–Nunca entendí –nos decía el emperador– a estos cristianos que adoran a un dios al que no se le ve, a otro que también es dios, aún siendo hombre, según ellos, y además, le rezan a multitud de personajes cuyas obras fueron humildes y cobardes. Hombres que no fueron héroes, ni ganaron batalla alguna, a los que llaman santos. Y a mí que fui un victorioso general y emperador del más grande Imperio del mundo, que fui considerado reencarnación del dios Júpiter, el dios de los dioses, que vestí de oro y seda, y que me llamaron domine y me adoraron en todo el imperio, con todo merecimiento, estos cristianos se negaron a darme culto. Así como a mi co-emperador Maximiano, al que yo nombré, tampoco le adoraron como la reencarnación de Hércules (un dios bastante más modesto que yo evidentemente). Inconcebible, porque fue un gran general que ganó muchas batallas. Pero estos cristianos solo quisieron adorar a su dios. Y no hago más que preguntarme ¿qué hizo el Galileo para ser adorado, sino ser condenado por la justicia a morir crucificado? ¿Quiénes son y qué han hecho todos esos santos ante los que se arrodillan los cristianos? Claro que, –dijo con cierta resignación–, he de reconocer que al final ellos vencieron. Quizá yo no fui capaz de ver, como vio mi sucesor Constantino, la irresistible fuerza del Dios cristiano ¿Será el verdadero? Bueno, dediquémonos a ver el esplendor de Roma. Entremos en la sede del Museo Nacionale Romano alle Termes que son mis Termas.

–En esta sede del Museo podemos hacernos una idea de lo que fueron las termas, ya que queda mucho de su estructura y de sus dependencias, entre las cuales se dispersa una modesta colección de arte romano. Cuando yo las hice, las Termas eran de ladrillo forrado de estuco por fuera y de mármol por dentro. En fin, de este museo lo importante es mi obra, aunque tengo que reconocer que no se queda atrás el gran claustro porticado que hizo Miguel Ángel dentro de ella. De las colecciones que iremos viendo cabe destacar la colección epigráfica, la protohistórica, el arte funerario y algunas esculturas, pero, sobre todo, hay que admirar el itinerario arqueológico de las Termas. Merece la pena detenerse ante algunas esculturas como Martes y Venus, procedente de Ostia, o el Niño jinete que es único, y algunos retratos como el de “Augusto”, antes de ser emperador, y el de Vespasiano.

–Lo curioso es que yo mandé hacer estos inmensos baños, con capacidad para más de tres mil personas, pero nunca llegué a verlos ya que nunca estuve en Roma después de terminados. Las Termas, además de las piscinas, baños y salas de juego y deportes, tenían una inmensa biblioteca y estaban decoradas con numerosas estatuas, frescos y mosaicos.

Una vez visitadas las Termas salimos a la Piazza della República y, justo enfrente, nos encontramos con el Museo Nazionale Romano Palazzo Massimo alle Terme, otra sede del Museo Nacional Romano. Una de las más importantes.

–El palacio es del siglo XIX y su construcción fue promovida por Massimiliano Massimo, un sacerdote jesuita último descendiente de la familia Massimo. Se destinó a sede del colegio de los jesuitas hasta que, en 1960, se trasladaron. En 1981 fue comprado por el Estado Italiano y dedicado a ser sede del Museo. Desde la entrada, al visitante le sobreviene un chute de asombro y cara de pasmado ante una colección de obras de arte griego y romano realmente descomunal. Seguiremos comprobando cómo mis antepasados amaban la cultura griega. Tanto era así que el pedagogo Quintiliano, refiriéndose a la educación de los niños romanos, decía que se inclinaba porque comenzaran a aprender la lengua griega, ya que la latina la aprendían aunque no quisieran y también porque primeramente debían ser instruidos en las letras y ciencias griegas, de las cuales se originaron las nuestras.

Nada más entrar se encuentra una majestuosa estatua de Atenea. Esta descomunal estatua estaba dedicada a su culto. Su cara está tallada en alabastro de color rosa, el pelo en basalto y el cuerpo en mármol de carrara.

–Por el museo se alternan el arte griego y el arte romano. Éste, en muchas ocasiones, se limita a copiar de originales griegos, lo que demuestra, como ya os he dicho antes, el gran amor y admiración que sintieron los romanos, ya desde la época de la República, por la cultura griega. Entre las numerosas obras de arte caben destacar algunas, como la del divino Augusto togado, con cabeza velada, del s. I a.C., el busto de bronce de “Alejandro Magno”, del siglo II a.C. o la Niobe del Horti Sallustiani. Ésta es la representación de una de las hijas de Niobe en el momento de caer herida por una flecha de Apolo que intenta quitarse. Le llaman del Horti Sallustiani por el sitio donde fue encontrada. Es griega del s. V a.C. No sé si conocéis el mito de Niobe que recoge Homero en su Iliada y también Ovidio en Las metamorfosis. Según Homero, Niobe, hija de Tántalo y de la pléyade Dione, tuvo doce hijos con su esposo el rey de Tebas, Anfión, mientras que la titánida Leto tuvo de Zeus tan solo dos hijos: Apolo y Artemisa. Por ello Niobe hizo burlas de Leto y ésta, cabreada, mandó a sus hijos a que mataran a todos los nióbidos. Apolo con sus flechas solo dejó a un hijo varón vivo y Artemisa hizo lo propio con las hijas. Tal fue el dolor de Niobe que se quedó petrificada y, aún así, siguió llorando. En la actual Denizli, en Turquía, existe una roca llorosa que se supone que es Niobe; en realidad llora porque es caliza y supura el agua de la lluvia, pero el mito es más bonito que la realidad.

–Son muchos los bustos y esculturas, algunas curiosas, dignas de admirar como la Medusa. Es romana del siglo I. Se encontró en lago Lazio y era el mascarón de proa de la nave Nemi que usaba Calígula en las neumaquias, o el Príncipe Helenístico, que quizá sea Atalo II Filadelfo, rey de Pérgamo, del siglo III-II a.C. También es digno de admirar el extraordinario Discóbolo de Lancelloti, del s. II. La copia de mármol más perfecta que se ha hecho del discóbolo de Mirón, un bronce que data del s. V a.C. Y como muestra de arte romano en el relieve, fijémonos en el Antinoo Silvanus (o Dionisio), dios del campo, cosechando uvas. Es del siglo II.

Diocleciano nos condujo por el museo hasta una sala donde se mostraban sarcófagos romanos y se detuvo ante uno, realmente curioso, para continuar con su clase magistral: –El arte funerario romano es muy variado y toca muchos temas, tanto laicos, como mitológicos. Como el “Sarcófago de las Musas” del siglo II. Es un sarcófago de friso único, esto es, el relieve ocupa todo el lateral. Su dueño u ocupante debió ser alguien relacionado con las artes escénicas, ya que aparecen máscaras y personajes relacionados con ellas, y es realmente acojonante la expresión de la máscara central. Por último, os diré que el Museo tiene una buena muestra de mosaicos, arte especialmente apreciado en Roma. Vaya como ejemplo el “Mosaico de Le Camoannelle” que es del s. IV-V:

–En fin, queridos conciudadanos romanos de la provincia de Hispania, espero que hayáis disfrutado viendo algo de lo que la metrópolis legó al mundo. Aunque no debéis olvidar que Roma fue, es y será nuestro mundo. Pensad que yo fui emperador y no necesité estar en la capital para estar en Roma.

Y así se despidió dejándonos en la puerta del Museo. Enfrente teníamos la Estación Termini de Roma.

No hay comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último