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Málaga/Pepa Flores cumple 75 años este sábado 4 de febrero, en el más absoluto anonimato, alejada de todos los focos que un día tuvo encima. Hace ya casi cuatro décadas que la mujer que un día fue Marisol vive retirada del cine y de la vida pública, pero aún hoy despierta interés todo lo que tiene que ver con esa niña que en los años sesenta enamoró a España entera.
El suyo fue un adiós definitivo a las cámaras, un silencio voluntario y consecuente. “Para mí la felicidad es salir al campo, poder montar a caballo, estar con mis amigos, hacer una vida absolutamente normal”, decía ya en su juventud. Y esa ansiada libertad y anonimato la consiguió cerca del mar y en el campo. Poco se la ha visto desde entonces.
En el año 2000 fue nombrada Malagueña del siglo XXI y entonces apareció en un acto público presentado por su amigo José Manuel Parada a quien después concedió una entrevista. “Llevo una vida de persona normal, apartada de la actividad artística, pero mi vida la tengo llena de muchas cosas, de pequeñas cosas que me hacen vivir tranquila”, comentó en aquella ocasión.
En 2020 la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas le concedió el Goya de Honor a toda su carrera. Entonces Pepa Flores se mostró “muy honrada y agradecida por este reconocimiento", le dio las gracias a la Academia y deseó "mucha salud a nuestro cine", pero una vez más, la malagueña declinó acudir a la gala celebrada en Málaga para recoger la estatuilla. En su nombre lo hicieron sus hijas, la actriz María Esteve y la cantante Celia Flores.
Nacida en un corralón de la calle Refino en 1948, la pequeña Pepa Flores comenzó a cantar en las peñas a los 6 años y debutó en el cine con Un rayo de luz en 1960, dejando a todos boquiabiertos y convirtiéndose poco después en un icono.
La historia del cine español no se entendería igual si la niña Pepa Flores nunca hubiera sido Marisol, si no hubiese protagonizado todas aquellas películas que alegraron los años grises de la dictadura, si su gracia y su cara de buena y pícara al mismo tiempo no hubieran conquistado los corazones de cada uno de los hogares del país. Pero después de convertir La vida es una tómbola en casi un himno, Marisol creció y fue cediendo terreno a una mujer de belleza espectacular que se esforzaba por mostrar un talento mucho más profundo y auténtico.
La niña prodigio se convirtió en una joven rebelde. Quería ser una artista libre para poder expresar sus inquietudes a su manera. “Cuando tenía 11 años no podía hacer las películas que quiero hacer ahora, he llegado a una edad en la que no puedo salir con calcetines y el lazo en el pelo, es lógico, ahora es el momento de hacer otro tipo de cine”, dijo la malagueña en una entrevista.
Esa infancia dura de jornadas de trabajo maratonianas bajo la guía de Manuel Goyanes iba cediendo paso a una etapa con otro tipo de ataduras. La transición de la adolescencia hasta su juventud requirió de otros productos en los que había que encajar.
Los que trabajaron con ella coinciden en destacar su responsabilidad, su tenacidad en el trabajo y su ansia de perfeccionismo. Valores que ha inculcado a sus tres hijas. Su propia hermana, Vicky Flores lo subrayó en el programa Lazos de Sangre, emitido por TVE este pasado mes de agosto. También que Pepa Flores nunca quiso acabar con la figura de Marisol.
“Hay una leyenda negra que dice que Pepa Flores mató a Marisol y no es cierto, ella es la que más ha cuidado su imagen, se fue del mundo del cine y del espectáculo dejando a Marisol intacta”, comentó su hermana. También su hija Celia Flores habló del “amor a todo lo que ha hecho en su vida”.
Con la popularidad que alcanzó aquella niña a la que tiñeron de rubia platino y operaron su nariz, su familia humilde alcanzó una mayor calidad de vida y sus ganas de hacer de su vocación una profesión se vieron recompensadas. Quizás en exceso cuando la fama la alcanzó de lleno y poco podía hacer al margen de los focos sin que trascendiese.
No fue fácil, por tanto, separar la vida personal de la profesional para un símbolo de la magnitud de Marisol. Sus relaciones sentimentales fueron acontecimientos mediáticos que explicaron, también, los momentos creativos por los que atravesaba.
Hizo una veintena de películas entre las tres de sus primeros años (Ha llegado un ángel y Tómbola en 1961 y 1962 respectivamente) y la decena de las que se cuentan en su etapa adulta. La cinta Cabriola (1965), con Mel Ferrer, marcó un antes y un después en su carrera, dejando ya atrás su voz infantil.
En 1983 publicó su último disco con canciones de Luis Eduardo Aute
En 1985 protagonizó su última película, Caso cerrado, un largometraje de Juan Caño
En La chica del molino rojo (1973) dirigida por Eugenio Martín, es la última cinta en la que interpreta números musicales. Luego vendrían sus papeles más dramáticos de la mano de Juan Antonio Bardem, Mario Camus y Carlos Saura. Bodas de Sangre y Carmen (1981 y 1983) supusieron las dos entregas de la trilogía musical rodada con Antonio Gades.
De él se enamoró y mantuvieron una relación que sellaron con una boda en Cuba, con Fidel Castro como padrino. Pero tras la ruptura con Gades, padre de sus tres hijas, a mediados de los años 80 Pepa Flores desapareció de la escena y vino a su tierra natal a retirarse, a hallar la paz y la tranquilidad que se merecía. En 1983 salió publicado su último disco con canciones compuestas por Luis Eduardo Aute y en 1985 rodó su última película, Caso Cerrado, dirigida por Juan Caño.
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