'Polanskiana' con demasiado hielo

Carlos Colón

10 de septiembre 2014 - 05:00

Drama/thriller, Francia, 2013, 111 min. Dirección y guión: Arnaud Larrieu, Jean-Marie Larrieu. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Música: Caravaggio. Intérpretes: Mathieu Amalric, Karin Viard, Maïwenn, Sara Forestier, Denis Podalydes, Marion Duval.

Un crimen que no sirve para montar una trama policíaca de suspense, sino para justificar una indagación sobre la más que turbia relación entre tres (¿o cuatro?) personas en un ambiente burgués (en este caso universitario) de la provincia francesa (en este caso suiza: Lausana), ¿a qué les suena? A Chabrol, naturalmente (también podría sonarles a Clouzot, pero a este, por desgracia, casi nadie lo recuerda ya). Los tres (¿cuatro?) personajes son un profesor de escritura creativa con cierta tendencia a prolongar las tutorías con sus alumnas en la cama; su hermana, con la que vive... digamos que con ciertas ambigüedades en su relación; y la madrastra de una de las alumnas seducidas y después desaparecida (dejémoslo ahí) que acude a la universidad para aclarar su desaparición y acaba liada en una historia muy literaria (no porque esté basada en una novela de Philippe Djian, sino por el tratamiento) pero poco creíble. Todo se relata con distante frialdad en un entorno arquitectónico y paisajístico igualmente frío. Demasiado hielo.

Si una parte de la obra de Chabrol ha envejecido mal (en gran parte debido a la terrible dirección fotográfica francesa de finales de los 60 y los 70), El amor es un crimen perfecto se ve como si ya fuera vieja pese a su diseño hipermoderno en lo que a la planificación y los decorados se refiere. O como el reflejo de esa vestutez chabroliana en un espejo. La voluntad de distancia no está bien resuelta y genera indiferencia. El tratamiento de los personajes, que parecen flotar en un limbo amoral, culto y elegante situado por encima del bien y del mal, convierte su estudio en entomología.

Elegante en su gélida planificación, con una integración del paisaje en la historia característica del estilo de los hermanos Larrieu, el mayor atractivo de la película reside en la interpretación del actor favorito de estos realizadores: un Mathieu Amalric con una cierta mirada polanskiana que, cosas de la sugestión, me hizo ver la película más como una variación sobre los perversos juegos con el sexo y la muerte de Polanski que como las indagaciones con pretexto criminal sobre las corruptelas de la burguesía provinciana de Chabrol. Con un tufo a erotismo deluxe, perversión de diseño y crueldad sin filo que la hacen quedar por debajo de sus pretensiones.

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