Los Premios Max, en Málaga: una oportunidad al teatro
El Teatro Cervantes acoge este lunes la 23 edición de los primeros galardones de las artes escénicas en España, marcada a fuego por el coronavirus
La gala podrá seguirse en directo por La 2 de TVE a partir de las 20:00
Málaga/En lo relativo a los Premios Max de las Artes Escénicas, los elementos atípicos abundan con soltura. Y lo hacen desde su misma fundación: al contrario que en otros países europeos, donde, como en el cine, predomina el criterio académico, la entidad encargada de organizar los principales galardones del teatro español es una sociedad encargada de la gestión de derechos de autor, la SGAE, a través de su Fundación. La razón es bien sencilla: la Academia de las Artes Escénicas de España no vio la luz hasta 2014, y su influencia en el sector resulta, todavía, y comprensiblemente, discreta. Esta coyuntura demuestra hasta qué punto, muy a pesar del protagonismo que le corresponde en la historia de la cultura española, y muy a pesar del favor del público, el teatro ha ocupado en la misma durante el último siglo una posición marginal, contra la que ya advirtió Federico García Lorca al afirmar aquello de que "un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo". Ha sido, por tanto, la Fundación SGAE la que desde hace más de veinte años ha trabajado, a menudo contra viento y marea, para mantener vivos unos premios que pusieran nombre y rostro ante el gran público al mayor talento escénico en España. Al contrario que en los Goya, donde la itinerancia es todavía objeto de polémica, los Max, coronados por la manzana que diseñara Joan Brossa para dar forma al galardón, son itinerantes desde el principio, a imagen y semejanza del propio teatro. Tanto tiempo ha habido que esperar para que los Max llegaran a Málaga, pero ya están aquí: este lunes 7 de septiembre, el Teatro Cervantes acogerá la 23 edición de los Premios Max, en una gala que se retransmitirá en directo en La 2 de TVE a partir de las 20:00. El Cervantes, con su director, Juan Antonio Vigar, a la cabeza, movió ficha para incorporar esta gala a los actos de celebración de su 150 aniversario en 2020. Y lo logró, aunque faltó muy poco para que todo quedara en un chasco por el más atípico de todos los motivos: el coronavirus.
De hecho, el alcalde, Francisco de la Torre, y la entonces presidenta de la SGAE, Pilar Jurado, presentaron el año pasado una gala de los Premios Max que debía celebrarse el 29 de junio de este 2020. Pero entonces nadie imaginaba nada relativo a pandemias y confinamientos. Aunque la desescalada permitía albergar algunas esperanzas en mayo, finalmente la realidad se impuso y se optó por el aplazamiento, si bien la sombra de la definitiva cancelación, dada la evolución de la epidemia este verano, se ha cernido siempre sobre el evento. El director general de la Fundación SGAE, Rubén Gutiérrez, ya recordó el pasado jueves en la presentación de la gala que sólo un trabajo ímprobo de organización entre la entidad, el teatro y el Ayuntamiento de Málaga ha permitido evitar una suspensión "que habría significado un varapalo muy crudo para el sector de las artes escénicas" pero que en más de una ocasión parecía inevitable. La gala se celebrará, finalmente, aunque con un formato de nuevo atípico: el encuentro reunirá a entre 500 y 550 invitados, artistas y nominados (la normativa relativa a la epidemia permite emplear el 65% de las mil butacas del Teatro Cervantes, aunque la Fundación SGAE ha decidido limitar aún más el aforo) bajo estrictas medidas de seguridad que incluyen mascarillas, distancias de seguridad, dispositivos de gel hidroalcohólico, una señalización especial y otros recursos bien conocidos. La alfombra roja quedará sustituida por un photocall de artistas previo en el Hotel AC Málaga Palacio y, en general, el acceso será lo más aséptico y fluido posible. Pero el coronavirus también tendrá su protagonismo, previsiblemente, en una gala que servirá para reivindicar una mayor atención al teatro y la danza, tanto institucional como popular, ante la delicada situación que atraviesa un tejido industrial y creativo seriamente dañado por la epidemia.
En lo artístico, la compañía granadina La Maquiné se ha hecho cargo de la dirección de la gala bajo el lema El arte de escuchar. La música, como siempre, tendrá su protagonismo a través de las actuaciones de artistas como Fuel Fandango, María José Llergo, Ángel Ruiz y Carlos López. Y no faltarán guiños a Málaga, especialmente en la nómina de artistas que se encargarán de entregar los galardones a los premiados, todos ellos malagueños o vinculados a la ciudad: Pepón Nieto, Belén Cuesta, María Barranco, Fran Perea, Pablo Puyol, Salva Reina, Juan Manuel Lara, Jaime Ordóñez, Mariola Fuentes y Mona Martínez. Sin un presentador tradicional (los propios artífices de La Maquiné se encargarán de conducir las transiciones), y con la participación de alumnos del Conservatorio Superior de Danza y la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, la gala ahondará, así, en la naturaleza del teatro como arte favorable a la escucha.
Respecto al palmarés, la organización establece diecinueve categorías a concurso en las que se inscribieron en su momento para la presente edición un total de 386 espectáculos. El listado de nominados constituye un mapa harto representativo del teatro español contemporáneo: Shock (El Cóndor y el Puma), producción del Centro Dramático Nacional dirigida por Andrés Lima; Jauría, producción de Kamikaze dirigida por Miguel del Arco; y Com els grecs, producción del Teatre Lliure a partir de la obra de Steven Berkoff dirigida por Josep Maria Mestres aspiran al Max al mejor espectáculo de teatro, lo que demuestra que la eclosión del teatro documental en España ha venido a ser mucho más que una moda. Gauekoak de Kukai Dantza, la coproducción Gran Bolero y Un cuerpo infinito, de la bailaora y coreógrafa cordobesa Olga Pericet, optan al Max al mejor espectáculo de danza. Jordi Casanovas (Valenciana), Andrés Lima (Shock) e Iñaki Rikarte (El desdén con el desdén) compiten por el Max a la mejor dirección de escena, mientras que el apartado interpretativo presenta en lo teatral la siguiente nómina: Ernesto Alterio (Shock), Pablo Derqui (Com els grecs) y Lluís Homar (La neta del senyor Linh) optan al Max al mejor actor protagonista, a la vez que Irene Escolar (Hermanas), Verónica Forqué (Las cosas que sé que son verdad) y Rebeca Valls (Dinamarca) hacen lo propio con la manzana para la mejor actriz protagonista. Las opciones malagueñas se concentran en una única figura, la producción del Teatro del Soho A Chorus Line, nominada al Max al mejor espectáculo musical (para el que competirá con la producción del Teatro de la Zarzuela de Doña Francisquita que firma quien fuera director del Teatro del Soho, Lluís Pasqual, así como con el espectáculo lírico Je suis narcissiste). El principal artífice de A Chorus Line, Antonio Banderas, recibirá la medalla de honor de la SGAE, pero no estará en la gala: pocas horas antes partirá hacia Alemania para incorporarse a un rodaje con el que ya estaba comprometido, aunque durante la velada se emitirá la grabación en vídeo del acto de entrega, que se habrá celebrado previamente de manera privada. Una nominación en los Max no es, con perdón, cualquier cosa: más allá del reconocimiento que entraña, la entrada en juego en el palmarés se traduce en más funciones para las producciones premiadas y también para las aspirantes. Con una situación tan adversa como la de la epidemia, un Max puede significar un clavo ardiendo como última alternativa a la catástrofe. En cuanto a los ganadores ya conocidos, Nacho Duato recibirá el Premio Max de Honor; ¡Viva!, el espectáculo flamenco de Manuel Liñán, recogerá el Premio Max del Público; y la Escuela Pública Municipal de Teatro Ricardo Iniesta de Úbeda verá recompensados sus veinte años de dedicación con el Premio Max de carácter social o aficionado.
Cabría preguntarse, por último, qué gana Málaga con los Premios Max más allá de un nuevo resorte para la proyección de la ciudad como foco de atracción cultural. A la espera de lo que la gala dé de sí, buena parte de la escena local, incluidas algunas de sus compañías más veteranas, han expresado cierto malestar por lo que consideran una presencia escasa de los valores teatrales malagueños más firmes en la velada. Por más que este tipo de debates no existan cuando de los Goya, por ejemplo, se trata, la llegada de los Max debería servir para abordar una reflexión necesaria: ni una sola de las obras aspirantes a los principales premios del palmarés ha podido verse representada en Málaga. Cuidado, no sólo por culpa del coronavirus: en ninguna de las programaciones que se vieron suspendidas por el confinamiento figuraban estos títulos que ahora esperan verse premiados en Málaga. Con un Teatro Cervantes saturado ante la carencia de un auditorio para la música, un Teatro Echegaray de dimensiones limitadas consagrado a la producción local y un Teatro Cánovas al que la Consejería de Cultura mantiene ceñido en su mayor parte al teatro infantil y familiar, las opciones para ver las obras más influyentes y aplaudidas del teatro español contemporáneo se limitan a lo que pueda ofrecer el Festival de Teatro que cada año organiza el Cervantes o a la posibilidad de viajar a otras ciudades. Sólo el Teatro del Soho Caixabank ha anunciado su intención de programar Shock (El Cóndor y el Puma) de Andrés Lima el año que viene. Por su población, por su posición en el mapa cultural nacional y por la existencia contrastada de un público ávido de buen teatro, la ciudad necesita con un urgencia más espacios y programas favorables a la escena, la gran asignatura pendiente de la Málaga cultural. Si los Max vienen a hacer más visible esta carencia, bienvenidos sean.
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