V Roma: centro histórico - Trastevere (de Piazza Barberini al Palazzo Chigi)

El Jardín de los Monos

Los Barberini fueron importantes mecenas del barroco romano y tuvieron mucha influencia en el urbanismo de Roma en el s. XVII. Claro que también fueron nefastos para la ciudad antigua

La Roma Borghese (III)

Fuente en la Piazza di Spagna.
Fuente en la Piazza di Spagna.
Juan López Cohard

20 de agosto 2022 - 08:15

Málaga/AL comienzo de Vía Veneto, justo enfrente del Hotel Alexandra, se encuentra la Iglesia de Sta. Mª della Concezione dei Cappuccini que data de 1631. El edificio adyacente, de planta rectangular con un corredor que da paso a varias capillas, es un cementerio. Un cementerio con el suelo de tierra traída desde Palestina en el que toda la ornamentación y mobiliario son huesos sin manipular de los capuchinos fallecidos desde su inauguración hasta 1820. Es tan truculento que hasta el Marqués de Sade cuenta en su “Viaje por Italia” que se quedó asombrosamente impresionado. Italia es así de sorprendente. ¡Y vaya si lo es! Aún más macabro que éste es el cementerio, también de los capuchinos, de Palermo. Si Tito, cuando su padre Vespasiano comenzó a cobrar por usar los urinarios públicos, le reprochó que comerciara con la mierda de Roma, ¿qué le hubiese dicho a los capuchinos por negociar con los huesos de sus muertos? Porque la entrada al cementerio cuesta un pico.

Fue nada menos que Giorgio Vasari quién se ofreció a ejercer de cicerone en este paseo por Roma. Vasari (Arezzo, 1511- Florencia, 1574) fue un gran arquitecto que, entre otros importantes proyectos, construyó el Palacio de los Ufici de Florencia. Además fue escultor, pintor, escritor, historiador y biógrafo de los artistas contemporáneos suyos. Quedamos en la Piazza Barberini. Vasari no tardó en mostrarnos sus extraordinarios conocimientos de las bellas artes. No en balde había sido él quien le había dado nombre al Renacimiento (rinascita). --La plaza Barberini -comenzó diciendo- es bastante insulsa, pero se redime gracias a las dos fuentes de Bernini que la engalanan: La “Fuente del Tritón”, del año 1643, muestra al dios Tritón sostenido por cuatro delfines. Es sin duda una de sus fuentes más notables. Y la “Fuente de las abejas” que está al comienzo de Vía Veneto. Una fuente que pasa desapercibida. Sin duda es la más modesta de las que el escultor realizó. Las tres abejas que aparecen en ella representan el emblema de la casa Barberini y las puso en honor al papa Urbano VIII (Maffeo Barberini). La plaza fue construida por el cardenal Francesco Barberini y tomó su nombre por el Palazzo del mismo nombre, hoy Galeria Nazionale d´Arte Antica, que se encuentra muy cerca, en la Vía de Quatro Fontane. Los Barberini fueron importantes mecenas del barroco romano y tuvieron mucha influencia en el urbanismo de Roma en el s. XVII. Claro que también fueron nefastos para la ciudad antigua, hasta tal punto que el pueblo acuñó la frase: “aquello que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los barberinis”.

--La romántica Vía Sistina que conduce a la Piazza di Spagna -nos explicó- debe su nombre al papa Sixto V que la mandó abrir a finales del s. XVI. En ella han residido numerosos artistas y escritores, como nos recuerdan algunas de las placas de sus casas, tales como las de Nikolái Gógol o Luigi Rossini. Al llegar a Piazza di Spagna lo primero que llama la atención es la gran columna coronada con la Inmaculada. Debéis saber que el dogma de la Inmaculada Concepción data de 1854, siendo papa Pio IX. Pero en España, por mor del XI Concilio de Toledo, el rey Wamba ya era “Defensor de la Purísima Concepción de María”. Es más, la celebración de la Inmaculada Concepción de María como patrona y protectora de España data de 1644. (Aunque muchos crean que partió de Franco). Fue el primero y más universal invento español.

--La Piazza di Spagna toma el nombre del Palacio de España, que hoy es la Embajada ante la Santa Sede y la Orden de Malta. El centro de la Plaza lo ocupa la magnífica “Fontana della Barcaccia”, obra de Pietro Bernini y de su hijo, el gran Gian Lorenzo Bernini. Se cuenta que en la gran inundación producida por el desbordamiento del Tiber en 1598, las aguas arrastraron hasta este lugar una gran barcaza y que en ese suceso se inspiró el escultor para su fontana. Como veis, hoy en día, la única inundación que sufre la plaza es la de visitantes que por miles se dan cita aquí y se sientan en la sobrecogedora escalinata de mármol que sube hasta la Plaza de la Trinitá dei Monti. Dicha escalinata fue construida por la casa de Borbón francesa para celebrar la paz con España e inaugurada por el papa Benedicto XIII a comienzos del s. XVIII. Fue un regalo con miras a unir la embajada española, al cabo también borbónica, con la Iglesia de la Trinitá dei Monti.

--La iglesia de la Trinitá fue construida en estilo gótico en los primeros años del s. XVI, pero a mitad de ese siglo se le añadió un nuevo edificio renacentista en la fachada, con dos campanarios simétricos, obra de Domenico Fontana y Giacomo della Porta, discípulo de Miguel Ángel. Delante de la iglesia, el papa Pío VI a finales del s. XVIII, mandó erigir un obelisco que había estado dando vueltas por Roma desde tiempos del Imperio. El obelisco fue tallado en Asuán, a imitación de los egipcios, por orden del emperador Aureliano que lo colocó en su privado Circo Salustiano sito en los jardines imperiales, de ahí que se le conozca también como “Obelisco Salustiano”. Cuando fue erigido en la Plaza de la Trinitá, como las obras la sufragaron los Borbones franceses, al obelisco le colocaron de sombrerete una flor de lis.

--Bueno, -continuó el magnífico y entretenido conversador Giorgio Vasari-, lo que sí os puedo garantizar es que la Piazza di Spagna y la gran escalinata de la Trinitá es el lugar más concurrido, divertido y cosmopolita de Roma. Además de que, en sus calles adyacentes, se encuentran las más famosas tiendas de moda, joyería, galerías de arte y talleres de artesanos y artistas. Una de ellas es la estrecha y famosa Vía Margutta que Fellini, además de vivir en ella, hizo famosa en su película “Vacaciones en Roma”. Y no digamos Vía Condotti. En ella nos vamos a encontrar, como si estuviésemos en la Quinta Avenida neoyorkina, con las firmas más famosas del mundo: Gucci, Prada, Bulgari, Louis Vuitton, etc. Por Vía Condotti saldremos a una de las más importantes calles de Roma: Vía del Corso. “El Corso”, así llamada comúnmente, es la vía principal que cruza el centro histórico de Roma. Nace en Vía del Popolo, en el Tridente, y acaba en la Plaza de Venecia. Exactamente es la continuación de la Vía Flaminio. Es una avenida sin grandes edificios monumentales pero muy comercial y con algunas espléndidas galerías, como la Galería Alberto Sordi de estilo Art Nouveau.

Enfrente de esa galería comercial está la Piazza Colonna, a donde nos condujo Vasari, que recibe su nombre de la Columna de Marco Aurelio que la preside. --La columna fue erigida a la muerte del emperador, en el 176 d.C., para conmemorar sus victorias en las guerras con algunos pueblos germánicos como los marcomanos. El papa Sixto V, en 1589, la coronó con una estatua de bronce de San Pablo, obra del escultor Tomasso della Porta. Por cierto -comentó Vasari- magnífico escultor, especialmente falsificando obras antiguas. Yo mismo tuve en mi casa de Arezzo un busto de mármol tallado por él que todo el mundo creía que era de época Imperial. Así lo dejé escrito en mi famoso e imprescindible libro, de 1568, “Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos”.

--Estamos ante el Palacio Chigi cuyo estilo es de transición entre el renacentista y el barroco, o sea, el llamado estilo manierista. Fue construido a mediados del s. XVI por Giacomo della Porta. A mediados del XVII lo compró la familia Chigi y le encargó una remodelación a su arquitecto de confianza Felix della Greca que la acabó en estilo barroco.

--Bueno, amigos, terminaremos con algunos chismorreos para no aburriros. De Della Greca, os puedo decir que fue el arquitecto de la familia Chigi e intervino en todas sus obras y que cometió un asesinato, del que fue indultado por el papa Fabio Chigi, por un asunto de faldas. Vamos que le descerrajó un arcabuzazo a un marido cabreado al que le había puesto los cuernos. Y del Papa Chigi os diré que se sentó en la “sedia stercoraria” con el nombre de Alejandro VII y fue papa desde 1655 a 1667. Os aclaro, queridos amigos, que la “sedia stercoraria” es el sillón donde se sentaban los Papas recién electos. El sillón, que se conserva en los Museos Vaticanos, tiene un agujero por donde el nuevo Papa dejaba caer colgando los testículos. Hecho esto, el Papa se dirigía al cónclave que lo había elegido diciendo: “Testículos habet”. Entonces, un diácono, encargado para ello, palpaba por debajo del sillón y le comunicaba al cónclave: “Habet duos et bene pendentes”, a lo que el cónclave, a coro, respondía: “¡Deo gratias!”

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