Schebakov, maestro indiscutible

El pianista Konstantin Scherbakov se ganó las amplias ovaciones del público con una impactante interpretación

Fernando Anaya Gámez

07 de marzo 2008 - 05:00

A comienzos de 2007 el sello discográfico Naxos nos sorprendió con unas de sus ediciones económicas proponiéndonos la interpretación pianística del Concierto nº 2 para piano y orquesta en sol mayor, op. 44 de Tchaikovsky. Fue una manera de cubrir la trilogía de conciertos del ruso en las manos de un compatriota: Konstantin Scherbakov. Elegido nuevamente tras la realización del primero y el tercero, la crítica discográfica avaló y exaltó su magnífica creación. Y anoche, se ofreció el producto en directo. Una oportunidad indescriptiblemente maravillosa.

La intervención del pianista eclipsó por completo la velada del jueves (la Semana Santa hizo desplazar nuestras citas habituales de los conciertos de abono). Tres tiempos contenedores de virtuosismo y una técnica muy depurada y eficiente, en donde la interpretación sin partitura permitió hacer gala de un elemento comunicativo permanente con la batuta y los maestros de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Si del primero destacó la cadenza por su rotunda concepción del tempo cual reloj suizo con claras pinceladas románticas, en el segundo supo moldear un sonido camerístico que empastó gratamente con Horvath y Mahrenholz, concertinos de violín y violonchelo respectivamente. Lástima no poder apreciar las manos del intérprete y conformarse con la imaginación y el cuerpo del piano ante la mala situación de la localidad adjudicada a este crítico. Queda dicho.

El tercero y los dos bises fueron el culmen del éxito. Los bravos que el aforo al completo dedicó recordaban las descripciones de conciertos sobre el maestro Liszt.

La creación compositiva tuvo su hueco. En este caso, pudimos asistir al estreno absoluto de Kamenka, la obra de encargo de la OFM concebida (y explicada in situ) por el compositor malagueño Luis Torres. Su "collage temporal" como él mismo definió dejó clara sus óptimas destrezas ante la partitura. Un intenso sabor a siglo XX donde la electroacústica y la sabia combinación en los efectivos orquestales preludió ese claro carácter del compositor ruso.

El final llegó con la Segunda de las sinfonías de Tchaikovsky donde los maestros de la OFM desplegaron una notable interpretación. Destacaron sin duda, la seguridad de Horvatz como concertino en comparación con anteriores actuaciones y la siempre claridad gráfica de la batuta del maestro Ceccato.

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