"Sentía el deber y la necesidad de reivindicar a Concha Méndez"
Christina Linares | Directora comercial de Renacimiento
Esta filóloga y Premio Meridiana por su labor de rescate de autoras del 27 representa la siguiente generación del sello fundado en 1981 por Abelardo Linares y Marie Christine del Castillo-Valero
Sevilla/Renacimiento, en su doble naturaleza de editorial y librería de antiguo, es una de las firmas que en las últimas décadas ha robustecido la posición de Sevilla en el mapa literario español. Christina Linares, nacida en Alicante pero criada en Sevilla, donde se licenció en Filología inglesa y francesa, es la directora comercial y responsable de comunicación del sello que fundaron en 1981 sus padres, Abelardo Linares y Marie Christine del Castillo-Valero, y cuya sede está ahora en Santiponce. Ella representa el futuro de un catálogo transversal comprometido con la recuperación de autores silenciados durante años y con la publicación de firmas noveles. Este año obtuvo el Premio Meridiana de la Junta de Andalucía por su labor en el rescate de autoras españolas de la Generación del 27.
-¿Qué supone trabajar en el sello que dio a conocer a Karmelo Iribarren y Luis Alberto de Cuenca en su colección de poesía, conocida (y envidiada) por las coloristas portadas de sus antologías?
-Un orgullo porque es donde todos los poetas sueñan con publicar. Acabamos de publicar la poesía completa de Miguel d’Ors y este otoño saldrá la de Julio Martínez Mesanza, que es Premio Nacional y la de Javier Salvago, un autor maravilloso del que recomiendo también sus divertidísimas memorias El Purgatorio. Salvago, al igual que Iribarren, es esencial para Renacimiento porque ha publicado toda su poesía con nosotros. La colección de las rayitas, como se la conoce popularmente, la concibió mi madre, que tiene un don natural para combinar colores. Contamos con autores que funcionan siempre: Felipe Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero... Pero apostamos por otros poetas igualmente extraordinarios pero menos conocidos, pienso ahora en José Luis Parra, que tanto habría merecido el Premio Nacional, Roger Wolfe y Amalia Bautista, con su fascinante libro Tres deseos.
-¿Se planteaba dedicarse a otra cosa o trabajar para otros sellos cuando estudiaba el doble grado de Filología inglesa y francesa?
-Hay fotos mías en la cuna tirando primeras ediciones de Lorca, así que nunca he imaginado dedicarme a otra cosa que no sean los libros, estaba en mi ADN. Comencé ayudando en las Ferias del Libro, haciendo correcciones y traduciendo del inglés y el francés y más tarde del italiano. He conocido todo el proceso del trabajo editorial y llevo ya seis años trabajando para Renacimiento a tiempo completo. Me siento muy orgullosa de mis padres, de venir de donde vengo. Abelardo Linares es el más conocido pero todo el equipo de la editorial es increíble, Isabel, Manuel, Malena… al igual que mi madre, que es la otra mitad de la editorial y que dejó sus estudios de medicina en la Sorbona para iniciar este proyecto. Me he formado durante años y sigo haciéndolo en diferentes ámbitos del sector del libro y es un mundo en el que me siento muy a gusto, trabajando con catedráticos y miembros de la RAE, por ejemplo, a quienes respeto enormemente pero también trato con cercanía pues me conocen desde siempre.
-¿Qué supuso el Premio Meridiana en su joven trayectoria?
-La recuperación de autoras del 27 es un compromiso que Renacimiento ya estaba desarrollando pero yo, como mujer, probablemente me he desvivido más porque lo siento como un reto muy personal. Una editorial en el fondo publica lo que su editor quiere y le interesa, él es el prescriptor, y mi padre tiene un gusto también muy personal. Renacimiento tiene 35 colecciones diferentes y tres sellos editoriales: Renacimiento, Espuela de Plata y el más joven, Ulises, que puse en marcha en Madrid y está especializado en libro de fondo, pequeñas joyas con tiradas de apenas cien ejemplares, facsímiles y temas locales. Ojalá mis padres sigan muchos años porque ésta es su vida pero cada vez me dan más espacio y libertad con la idea de que en el futuro les tome el relevo y sea la directora literaria.
-¿De qué autora de la Generación del 27 se siente como editora más próxima?
-Para mí hay un antes y un después de recuperar las memorias de Concha Méndez, me desviví por ese libro, sentía el deber, la necesidad de dar a conocer la grandeza de una figura maltratada, siempre a la sombra de su esposo Manuel Altolaguirre. En colaboración con el Instituto Cervantes pude organizar un homenaje a Concha Méndez en el que participaron Elena Medel, su nieta Paloma, el experto James Valender y Manuel Aznar Soler. Málaga ha sido muy importante para el proyecto de las mujeres del 27, allí organicé tres actos con el Ateneo y la Fundación Pérez Estrada para difundir los trabajos de Victoria Kent, María Teresa León y Mercedes Formica. Cuando crees en el valor de la obra y de la autora, la defiendes con todo tu ser.
-Los libros de Elena Fortún no salen de la lista de los más vendidos de Renacimiento.
-Celia en la Revolución ha sido uno de nuestros rescates más importantes de los últimos años y podría llevarse pronto al teatro. También Oculto sendero nos ofrece una imagen de Fortún muy distinta a Cuchifritín y demás personajes de la Celia que leíamos en la infancia. Es una alegría cuando estos proyectos trascienden y la gente los comparte y recomienda en redes, como ha ocurrido también con Memorias habladas, memorias armadas de Concha Méndez. También gracias al éxito de Tea Rooms. Mujeres obreras, que recuperó el sello Hojas de Lata, se ha puesto de moda Luisa Carnés, de quien en Renacimiento hemos editado cinco libros, incluidos sus cuentos completos, sus novelas Natacha y El eslabón perdido y sus memorias De Barcelona a la Bretaña francesa, que hubo que reeditar. Ahora estoy muy interesada en Matilde Ras, que fue pareja de Elena Fortún: su Diario es exquisito pero no ha tenido tanta repercusión. Hemos recuperado también la novela distópica Mosko-Strom que escribió en los años 30 la autora peruana Rosa Arciniega, no tiene nada que envidiar a Un mundo feliz de Aldous Huxley y debería leerla todo el mundo.
-¿Por qué se ha tomado de un modo tan personal la reivindicación de Victoria Kent?
-En el último programa en Canal Sur Radio de La Mirada, donde colaboraba con su directora Mar Arteaga, pude profundizar en dos mujeres injustamente olvidadas que comparten mucho más de lo que parece a simple vista: Victoria Kent y Mercedes Formica. Ambas fueron, junto con Margarita Nelken y Clara Campoamor, cuyas excepcionales memorias hemos recuperado, las primeras cuatro abogadas que se colegiaron en España. Cuando ahondas en la labor de Victoria Kent no puedes dejar de reconocer que, aunque es cierto que se equivocó al ponerse en contra del voto femenino, hizo muchísimas más cosas y sacó adelante la gran reforma de las prisiones en España, pero nada de eso se tiene en cuenta. Durante la guerra a Kent le preocupaba la situación social de las mujeres, de los niños en las minas, los derechos de los pescadores en Cádiz. Nos hemos quedado con la imagen de alguien sin sororidad alguna que fue republicana antes que mujer y tenemos que volver a leerla porque su figura es mucho más compleja, y por tanto interesante de lo que la gente cree.
-Mercedes Formica, gaditana licenciada en Derecho en la Universidad de Sevilla, pasó del olvido a la primera plana al retirar el alcalde de Cádiz el busto de la escritora de la Plaza del Palillero y recluirlo en una biblioteca. ¿Ha llegado la hora de revisar esa controvertida decisión?
-Mercedes Formica es otra gran desconocida que me interesa muchísimo porque aquí entra en juego también su impresionante calidad literaria. Como mujer, además, fue la primera que modificó el código civil español porque en la Segunda República existía el divorcio pero pervivía el depósito de la mujer. Cuando un marido quería separarse depositaba como si fuera un objeto a la mujer en un convento o en un domicilio que él elegía. Mercedes Formica elimina esa figura degradante que había vivido en sus propias carnes porque su padre se enamoró de otra señora y depositó a su madre, una historia que es el germen de su novela A instancia de parte. En el epílogo de la segunda edición de A instancia de parte hemos incluido también un artículo suyo de 1953 que activaría la maquinaria para reformar el código civil que desde su creación en 1889 jamás había sido reformado. Ese artículo tuvo tal repercusión internacional que Robert Capa encarga a Inge Morath venir a España para fotografiar a Formica e incluso proponen que el día que se publicó se convierta en el día nacional de la mujer. Josefina Carabias lo comparó con el J’accuse de Zola. Y sin embargo nos olvidamos de todos esos logros y la tachamos de falangista. Como bien explica el experto Miguel Soler Gallo, con 20 años en la Universidad Mercedes Formica era del Sindicato Español Universitario (SEU), distinto a la Sección Femenina y cuando fusilaron a Primo de Rivera se retiró del movimiento y abogó por su disolución, ya está. Nunca más tuvo actividad política. Pero al no encajar en ninguna etiqueta nadie la reivindica: la izquierda no lo hace por ser admiradora de Primo de Rivera y la derecha la teme por sus posiciones en defensa de la mujer y porque reseñaba a Simone de Beauvoir. Pilar Primo de Rivera llegó a censurar personalmente una de sus novelas, que en breve vamos a publicar con el informe de censura. Conozco bien a la nueva concejala de Cultura de Cádiz, Lola Cazalilla, una historiadora del arte y una persona espléndida, muy preparada, y tengo previsto hablar pronto de este tema con ella porque no se puede dejar pasar la oportunidad de reivindicar a una gaditana que ha sido tan importante por su apoyo a las mujeres como por sus méritos literarios. No juzgamos la obra de Torrente Ballester por ejemplo y a ella en cambio se la silencia. Celebro por eso que Manuela Carmena le diera una calle en Madrid, se la merece.
-¿Va Renacimiento a contramano en su búsqueda de libros memorables? Cuando comenzaron a reivindicar a Chaves Nogales era una figura sospechosa para cierta parte de la izquierda.
-Sí, y por eso me encanta poner juntas en la colección a Kent y a Formica o editar a Mao y a Chesterton, otra figura controvertida que a mi padre le apasiona y cuyo libro El espíritu de la Navidad encabeza cada diciembre nuestra lista de ventas. El mundo es tan complejo que si viéramos solo un punto de vista resultaría incompleto, faltaría la otra mitad. Me gusta mucho publicar a la vez textos comunistas y anticomunistas y recuperar voces como la de Victoria Kent y no negar que se equivocó. Incidimos en el valor literario que tiene la obra y en la pregunta de cómo pudo no trascender a los anales de la literatura. Muchas veces cuando se trata de mujeres la explicación está manida pero es cierta porque la historia la escriben los hombres. Pensemos en Elisabeth Mulder y La Historia de Java, una historia sublime sobre una gata que es una alegoría del espíritu libre de la mujer, o Una sombra entre los dos que trata de una joven doctora en los años 30 que al casarse queda anulada por su marido. Los directores de cine actuales alucinarían si la leyeran. Querrían llevarla a la gran pantalla seguro, es espectacular. De la guerra civil tenemos libros apasionantes de todo el espectro de colores, no desde una única perspectiva, hemos recuperado, por ejemplo, a muchos autores que se refugiaron en México, Cuba o Argentina a través del proyecto de la Biblioteca del Exilio puesto en marcha junto con el GEXEL [Grupo de Estudios del Exilio Literario de la Universidad de Barcelona] con Manuel Aznar Soler.
-¿Cuál es la mayor frustración del trabajo editorial?
-Cuando te desvives por recuperar autores que de veras valen la pena y no hay forma, no se leen, no logras que trasciendan, ocurre a veces, pero muy raramente. Pero cuando sí tienen éxito, como pasó con la labor de rescate que Blackie Books ha hecho de la obra de Gloria Fuertes, me encanta y me da una sana envidia.
-¿Qué otras apuestas prepara Renacimiento para el otoño?
-Acaba de salir la novela de Carmen de Burgos Los endemoniados de Jaca así como la biografía de la reina Victoria de Inglaterra que escribió esa figura referencial del Grupo de Bloomsbury que fue Lytton Strachey. Seguiremos también apostando por las mujeres del 27 y habrá una antología de rayitas de la poesía de Concha Méndez. Volveremos con más Chesterton y con otro volumen de los diarios de Carlos Morla Lynch (Santiago de Chile, 1885 - Madrid, 1969). También saldrá una edición muy potente de las memorias de la miliciana catalana Marina Ginestá. Otros lanzamientos importantes serán las Crónicas de la guerra civil española de Bobby Deglané.
-Acompañó a su padre cuando recogió en Liber el reconocimiento de 40 años de trabajo. ¿Qué lección moral aprendió ese día?
-Creo que Liber reconoció en la figura de mi padre la labor editorial que este proyecto ha desarrollado a lo largo de 40 años, en los que hemos descubierto autores desconocidos y les hemos acompañado a la cima pero, sobre todo, el honor de haber recuperado a escritores olvidados que se marcharon de España, labor que está presente en los cuatro tomos del Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, un trabajo colectivo de más de veinte años coordinado por José-Ramón López García y Aznar Soler. Y creo que también es esencial la recuperación de Chaves Nogales, el que mi padre le diera a Andrés Trapiello su ejemplar de A sangre y fuego para que lo incluyera en Las armas y las letras lo cambió todo. Gracias a su labor de librero de viejo él había tenido acceso a primeras ediciones de libros que no se encontraban en España, como Perico en Londres de Esteban Salazar Chapela, que hemos editado ahora con el Cicus. Esa recuperación de autores de una calidad literaria impresionantes se hace por deber moral, y eso es en lo que mi padre va a trascender: por haber tenido el ojo de recuperar y poner al alcance de todo el mundo libros que estaban perdidos. Para mí como hija es un orgullo esa labor por la que podamos leer hoy en día a Chaves Nogales, Carnés, Fortún y muchísimos más y que se le haya reconocido en Liber. Son millones de horas por amor al libro, y la generosidad que Abelardo Linares ha tenido con muchos investigadores para encauzarles ha sido enorme, Juan Bonilla recordaba el otro día que, de joven, al no poder permitirse comprar una primera edición mi padre se la prestó sin problema.
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