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Cierto viejo dicho de músicos gafapastas afirmaba que para ser el bajista de Frank Sinatra no basta con tocar bien el bajo: hay que ser el mejor bajista del mundo. El sino de los músicos de estudio, ésos que se reservan la segunda fila, está repleto de un talento a menudo invisible. El pianista y teclista malagueño Daniel Lozano es un ejemplo de libro: a lo largo de su carrera ha prestado sus servicios a Danza Invisible, Raimundo Amador, El Trío del Saco, Jesús Martínez y Mama Kin entre otros grupos, y actualmente milita en Jarrillo Lata y en la banda de Javier Ojeda. Pero he aquí que Lozano culminó sus estudios de composición, piano y solfeo en el Conservatorio Superior de Málaga con éxito (su proyecto de fin de carrera, una pieza sinfónica para coro y orquesta, fue especialmente celebrada en su estreno), así que había en él, sin que muchos lo supieran, un compositor de altura. Para demostrarlo de una vez, Lozano lanzará esta misma semana su primer disco en solitario, La escalera del tiempo, un trabajo fervorosamente autoproducido que funciona a modo de collage de géneros, grabado en Puerto Records con el inefable Manolo Toro a los mandos y una veintena de artistas invitados que entraña una verdadera celebración del talento malagueño, con, entre muchos otros, Javier Ojeda, Celia Flores, el saxofonista Enrique Oliver, el batería Coki Jiménez, el saxofonista y flautista Agustín Carrillo, el bajista Manuel Sáez, el guitarrista Agustín Sánchez, la cantaora Rocío López y dos voces que darán mucho que hablar: Elena Garrido y la londinense Ara Lee-Oria. Del diseño de la portada se ha hecho cargo Paco Aguilar, y de hecho el Taller Gravura acogerá el acto de presentación del disco, el próximo viernes 16 a las 20:00.
"No es el disco de un pianista, sino el de un compositor", advierte de entrada Lozano. "Seguramente me ha salido demasiado heterodoxo, porque de alguna forma he querido demostrar lo que soy capaz de hacer. Más de uno me ha recomendado que me adscriba a un solo género, pero no soy capaz: me gustan demasiados estilos", admite de inmediato. La escucha del álbum así lo confirma: La escalera del tiempo contiene ocho temas de muy diverso calado, con toques jazzísticos, sinfónicos, flamencos, roqueros y hasta progresivos. Lozano aporta todas las letras, excepto dos tomadas del poeta Antonio Viñas y otra que ha escrito la propia Ara Lee-Oria para la canción que cierra el disco, The Shady Tree, un conmovedor fogonazo que no llega a los dos minutos de duración y que en su voz entraña una deslumbrante aproximación al soul contemporáneo. Lozano explica que en estos temas "hay un homenaje a mi pueblo, Salto del Negro, en la Axarquía. Y una celebración de mi infancia, del campo, del molino, del verano, de los caminos, del cielo estrellado". El resultado, distribuido en tres secciones bien diferenciadas, proyecta sin embargo un exultación del presente, tan vitalista como reflexiva.
En Leo, el tema instrumental que abre el disco, lo que empieza pareciéndose a una posible reinvención del minimalismo made in Michael Nyman deriva a una épica jazzística más propia de Dorantes. En Será tu piel, la tremenda voz de Elena Garrido mece los versos de Antonio Viñas sobre un quinteto de cuerdas. Y, sin despeinarse, Javier Ojeda canta El molino, un pegadizo quiebro funk con matices pinkfloydianos, mientras Celia Flores apela a territorios más mediterráneos con Qué fue de aquellos besos, canción objeto de un videoclip dirigido por Fernando Pozo (quien también dirigirá otro para The Shady Tree antes de fin de año) de próximo estreno. En tan quimérico festín puede parecer que nada tiene que ver con nada, pero si hay un elemento común es la tremenda imaginación de Lozano para jugar con las armonías: cada modulación sube al paladar como el vino más añejo. Escuchen Nova (el único tema además de Leo en el que el piano es protagonista) y se convencerán.
"El culpable de este disco es en realidad Manolo Toro", explica el artífice: "Cuando fui con Jarrillo Lata a grabar nuestro disco me puse un momento a tocar cosas mías. Él se me acercó muy interesado, me preguntó qué era aquello y me dijo que había que grabarlo. Así que me puse editar en casa cosas que había compuesto desde la primavera del año pasado. En mi estudio doméstico grabé punto por punto todas las partes de todos los instrumentos, salvo un par de solos. Incluso metí en partituras las partes más flamencas, además del quinteto. Lo que no sospechaba era que después iba a disponer de tantos y tan buenos músicos para tocar lo que yo había escrito. Sin embargo, fue muy fácil convencerlos. Todo el mundo ha estado enamorado de esto desde el principio". Lozano descarta por ahora interpretar en directo La escalera del tiempo por evidentes razones de logística, "por lo menos hasta que tenga más material grabado", pero el lanzamiento del álbum basta, de momento, para calibrar la dimensión de un músico descomunal. Lo mejor de todo es que éste es sólo el primer episodio.
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