Tradición o traducción

Pablo Bujalance

12 de noviembre 2011 - 05:00

Teatro Cánovas. Fecha: 11 de noviembre. Compañía: Excéntrica Producciones. Versión y dirección: Juan José Villanueva. Reparto: Ignasi Vidal, Gregor Acuña, Lilian Caro, Pilar Crespo, Celia Vioque y Antonio Salazar. Aforo: Unas 50 personas.

Resulta paradójico el modo en que Don Juan sigue constituyendo un argumento arquetípico en el teatro contemporáneo; si en otros personajes clásicos resulta más sencillo buscar resquicios que signifiquen en la actualidad (la regla es sencilla: basta con dejar que hablen por sí solos), el burlador presenta dificultades añadidas para su traducción. El problema fundamental es que Don Juan debe su arquitectura a un prejuicio moral, el del libertinaje, que desde hace ya mucho tiempo fue desterrado de las conciencias, al menos en Occidente. Si en el Barroco de la Contrarreforma la sola idea de un tipo que fuera de cama en cama sin rendir cuentas resultaba altamente turbadora, conectar hoy esta premisa con la capacidad del espectador más dispuesta a la emoción es ciertamente complicado. En este sentido, la lectura de Juan José Villanueva, que descansa sobre todo en la que Lorenzo da Ponte escribió para Mozart, propone una traducción que encierra luces y sombras. Si Don Juan funciona aquí bastante bien como un argumento ético más que como una personificación de la amoralidad (especialmente en el último tercio del montaje, el más logrado y precisamente el más apegado a la imaginería clásica) en la medida en que representa el abuso y el aprovechamiento del otro en beneficio propio (la cantinela insistente de "Todo acto tiene consecuencias" debería haberse reformulado mejor como "Todo acto realizado respecto al otro tiene consecuencias"), su presunta consideración de ejemplar extraído de una sociedad del espectáculo banal y efímera fracasa notablemente. Todo el artilugio del peep show pretende ser una crítica social artificial, carente de contenido e innecesaria en la medida en que el material está revelando algo muy distinto. Este Don Juan funciona mucho mejor desde el yo que desde el nosotros. En cuanto a la puesta en escena, cabe subrayar algunos méritos interpretativos, como la genial composición física de Leporello a cargo de Gregor Acuña y la efectiva economía de medios de Antonio Salazar. Todo, vaya por Dios, brilla más en la tradición.

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