Roma VI: Centro histórico-Trastevere (Del Palazzo Montecitorio al Altemp)

el jardín de los monos

En la Plaza Colonna nos encontramos con una bella fuente con dos grupos de delfines. Vasari, que continuó siendo nuestro cicerone por Roma, se paró ante ella: “Es de Giacomo della Porta”

V Roma: centro histórico - Trastevere (de Piazza Barberini al Palazzo Chigi)

Roma VI: Centro histórico-Trastevere (Del Palazzo Montecitorio al Altemp) / M. H.
Juan López Cohard

27 de agosto 2022 - 07:00

Málaga/EN la Plaza Colonna nos encontramos con una bella fuente con dos grupos de delfines. Vasari, que continuó siendo nuestro cicerone en este paseo por el centro histórico de Roma, se paró ante ella para indicarnos: –Es de Giacomo della Porta. La realizó en 1577 y en cada extremo del vaso lleva unos delfines que entrelazan sus colas bajo la sombra de dos conchas de peregrinas, por ello se la conoce como la Fuente de los delfines.

Junto a la plaza Colonna está la Piazza di Montecitorio en la que desembocamos: –Esta plaza recibe su nombre de la pequeña colina donde se ubica y en ella se encuentra el Palazzo di Montecitorio que hoy es el Parlamento de la República Italiana. El palacio, encargado por el papa Inocencio X, es de Bernini, aunque fue terminado por Carlo Fontana. Es una excelente muestra del barroco de mediados del siglo XVII. Su fachada curva es de una gran belleza. Carlo Fontana le añadió una puerta a cada lado de la puerta central además del campanario. En el centro de la plaza se alza un obelisco egipcio del siglo VI a.C. Es de granito rojo y fue traído desde Heliopolis por Augusto. El emperador lo utilizó como gnomon (aguja solar) para el Solárium Augusti, un gigantesco reloj de sol situado muy cerca del Ara Pacis. La fachada trasera del Palacio, que da a la Piazza dei Parlamento, pertenece a un nuevo edificio, que se le añadió a principios del s. XX, proyectado por el arquitecto Ernesto Basile y es un exponente principal del modernismo italiano.

Desde la Plaza del Parlamento (o de Montecitorio) nos dirigimos hacia la Piazza di Sant´Apolinare. Pero, antes de llegar, Vasari se paró delante de la fachada de la Iglesia de Sant´Agostino sita en la plaza del mismo nombre: –Es del s. XV -nos dijo contemplándola- plenamente renacentista y obra del arquitecto Giacomo de Pietrasanta. Era éste de una familia de marmolistas y canteros, seguramente descendiente de los propietarios de la cantera del mismo nombre que se encuentra muy cerca de Carrara, entre Génova y Liborno. La iglesia contiene espléndidos cuadros, entre los que destacaban “La Virgen de Loreto” de Caravaggio, también llamada “de los peregrinos”, y “El profeta Isaias” de Rafael Sanzio.

Una vez llegados a la Piazza di Sant´Apolinare nos encontramos con el Palazzo Altemps, una de las sedes del Museo Nacional Romano. Contaba Giorgio Vasari:

–El edificio fue construido en el s. XV, pero al pasar su propiedad al cardenal Marco Sittico Altemps, en el s. XVI, fue reconstruido por el arquitecto Martino Longhi il Vecchio (el Viejo) que, por cierto, trabajó conmigo en el proyecto y obra de la Basílica de la Santa Croce, en el pueblo de Bosco Marengo del Piamonte. La familia Altemps era procedente de Austria y se italianizó cuando uno de ellos, general de Carlos V, se casó con una Medici y a su hermano, Giovanni Ángelo vom Ems, lo eligieron papa con el nombre de Pío IV.

Estos italianos de hoy en día piensan con el culo -refunfuñó Vasari- en lugar de hacer un gran museo agrupando de forma pedagógica toda la obra greco-romana, la han repartido por toda la ciudad en cinco sedes. Así es imposible seguir el proceso evolutivo del arte clásico y de la propia historia. Casi toda la obra que veréis pertenece a las grandes colecciones de las poderosas familias del Renacimiento y el Barroco y a los hallazgos de las continuas excavaciones arqueológicas, pero la vais a ver repartida por las distintas sedes y agrupadas por colecciones familiares. Así, en el Palacio Altemps veremos las colecciones del cardenal Ludovico Ludovisi, la de los Altemps, la Drago Albani de arte egipcio, o la de los Orsinis, entre otras. Comencemos por ver las obras más conocidas del museo. Hay que deleitarse en la belleza del arte clásico, especialmente cuando es griego. Como la escultura “Gálata Suicida” o “Gálata Ludovisi”, es una reproducción romana de un original griego en bronce de la época helenística del siglo III a.C. Los griegos llamaban gálatas a los celtas. La escultura, probablemente del escultor Epígono de Pérgamo, rememora la victoria de Atalo I de Pérgamo sobre los celtas. En ella el rey gálata, después de matar a su esposa, se suicida. Muchas de estas esculturas greco-romanas fueron restauradas en el Renacimiento y el Barroco dejándose ver en ellas la mano de los restauradores, alguno de ellos fue el mismísimo Gian Lorenzo Bernini. Recorriendo las salas del museo podemos ver esculturas extraordinarias como la “Higía”, hija de Asclepio y diosa de la salud (de su nombre deriva la palabra higiene), que fue encontrada y restaurada en el siglo XVII. Sin embargo el grupo escultórico griego, “Orestes y Electra”, es ecléctico, totalmente frío y académico, procede de los jardines del historiador romano del s. I a.C., Cayo Salustio. Tiene una inscripción que nos dice que “Menelaos, discípulo de Stephanos, lo hizo”.

--Esta “Afrodita” ¿o quizá Perséfone? de mármol es un busto griego del s. V a.C. Compararla con el arte actual, porque yo me preguntaría ¿de verdad lo que se hace hoy es arte? Contemplemos el realismo del arte romano, especialmente en los retratos de mármol de la colección Ludovisi, como este “Antonino Pio”, o los bustos de “Marco Aurelio”, “Julio César”, “Antinoo” (el gran amor del emperador Adriano), “Demeter” (diosa griega de la Agricultura), “Matidia” (sobrina de Trajano) y “Aristóteles”. Este busto de Aristóteles es griego, del s. IV a.C.

–Es importante distinguir entre la escultura romana y la griega. El retrato es casi una aportación romana a la escultura, ya que retrataban a todo el mundo, mientras que los griegos solo nos dejaron retratos de la gente importante. Pero en el retrato, el estilo griego es mucho más idealizado e intenta transmitir el alma del retratado. El romano es crudo como la realidad misma. Adriano, el emperador que más enamorado estuvo de Grecia, decía: “nuestros retratos romanos solo tienen valor de crónica: copias donde no faltan las arrugas exactas ni las verrugas características”. Ya cuidó de que su Antinoo fuese retratado con la belleza griega. En fin, deleitémonos con todas estas esculturas romanas, muchas de ellas copias de griegas, y griegas.

No dejaba Vasari de señalar las obras más relevantes del museo: –La belleza clásica greco-romana la tenemos concentrada en todas estas esculturas que podemos admirar por el museo: “Afrodita de Cnido”, del s. IV a.C., del escultor griego Praxiteles. “Dionisio con la pantera y sátiro”, escultura romana del s. II d.C., “Atenea”, firmada por Antiochos en el siglo I d.C., que es copia de una original griega del siglo V a.C. realizada por el gran Fidias o de este “Hermes” , copia del mismo escultor griego, de estilo helenístico del s. I d.C.

Seguimos nuestro recorrido por el Museo Nacional Romano del Palacio Altemps y Vasari continuó destacando esculturas. “Dionisios”, “Caliope”, musa de la elocuencia y la poesía épica, la perfecta “Urania”, o la belleza del grupo escultórico, “Pan enseñando a Dafne a tocar la siringa” del s. I a.C., copia romana de un original griego. Pero si hay una pieza en el museo realmente fantástica es el denominado “Sarcófago Gran Ludovisi”. Es del siglo III y representa una batalla entre bárbaros y romanos. Lo curioso es que el personaje central de la parte de arriba, montado a caballo, es un personaje real, seguramente el emperador Hostiliano.

–Pues todo lo expuesto y visitado -continuó Vasari- no es más que una muestra de lo que queda por ver en el resto de las sedes del Museo Nacional Romano y en el Museo del Capitolio. Ahora podréis comprender por qué, aunque el Renacimiento nació en Florencia, todos los arquitectos y artistas pertenecientes a ese movimiento pasaron por Roma. Porque aquí estaban las fuentes del arte clásico.

Y, dicho esto, Vasari dio por terminado el paseo y se marchó, aunque no sin antes quedar en esta misma puerta del museo/palacio para continuar guiándonos por el centro histórico de Roma.

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