Versión corsa de la habitación propia de Virginia Woolf
Drama, Bélgica, 2011, 83 min. Dirección y guión: Pierre Duculot. Fotografía: Hichame Alaouie. Música: Beatrice Thiriet. Intérpretes: Christelle Cornil, Marijke Pinoy, Marie Kremer, François Vincentelli, Jean Jacques Rausin, Pierre Nisse. Cines: Albéniz.
Una mujer poco agraciada. Una pequeña y gris ciudad belga que se adivina decaída tras la crisis. Un panorama de espera en las oficinas del paro, empleos basura y precariedad. Una relación de pareja insatisfactoria. Una relación familiar gastada por la rutina. Y una casita en Córcega que la protagonista recibe por sorpresa en herencia tras la muerte de su abuela. Una casita cuya existencia era desconocida para todos en la remota isla natal de la abuela (porque Córcega y el Mediterráneo están aun más lejos del gris interior de Bélgica que los kilómetros que las separan). Por las fotografías parece una modesta casita destartalada en un paisaje agreste. Y sin embargo Christina, la heredera y nueva dueña de la casa, era la nieta favorita de la fallecida. Algo habrá allí que la abuela amaba sin habérselo dicho a nadie. Algo que querría que su nieta conociera. Negándose, pese a las estrecheces familiares, a vender la casa sin haberla visitado -porque sería, dice, ofender la voluntad y la memoria de su abuela-, Christina se marcha a Córcega. Y descubre que la herencia de la abuela era eso a lo que se suele llamar la vida. No es un paraíso, la casa no es precisamente acogedora y no desaparecen los agobios económicos. Pero se siente viva allí, libre con una libertad cuya existencia desconocía.
Con pudor y sin falsa poesía, con sencillez y sin retórica bucólica, esta breve y sobria película cuenta este descubrimiento. Pudor y sencillez, escritura de personajes dignos de ser interpretados y de historias dignas de ser contadas, ver para gozar y para aprender a gozar, ver por ver y para aprender a ver, plantear lo complejo con simplicidad y representar lo simple sin superficialidad, sacar mucho jugo de buen cine a poco dinero de producción exprimiéndolo con talento. A veces pasa con el cine lo mismo que le sucede a Christina: el poco dinero usado con cabeza da mucha libertad.
Estas y otras virtudes hacen que esta película sea eso que se llamaba y yo sigo llamando cine europeo. Algo muy distante de las películas europeas que quieren competir con las americanas imitando lo peor de ellas y de la impostura pedante o la falsificación autorial que tanto abunda por nuestro continente y tanto premian los festivales. En este realizador debutante, Pierre Duculot, hay promesa de gran director.
En Una casa en Córcega los tipos son tan auténticos como los actores, profesionales o no, que los interpretan (encabezados por la gran actriz belga Christelle Cornil). La música camerística de la compositora francesa Beatrice Thiriet -utilizada con sobria maestría por el director- es excepcional en su discreta a la vez que evocadora presencia. La dirección fotográfica de Hichame Alouie es de una hermosa sequedad que elude toda tentación bucólica sin renunciar a la belleza. No es frecuente ver tanta naturalidad y autenticidad en la pantalla, hoy. Nada que ver, hay que decirlo, con esas películas bobo-indies o euro-pudding que tratan de la huida a un sur idealizado que casi siempre resulta estar en la Toscana. Esta modesta casa en Córcega representa para la protagonista lo mismo que la habitación propia para Virginia Woolf: un espacio para ser.
Es posible perderse en lo conocido y andar seguro por lo desconocido. Es posible regresar a donde nunca se ha estado y en ese regreso reencontrar un hogar que jamás se ha habitado. Es posible ganar perdiendo. Es posible encontrarse con la familia precisamente por haberla dejado. Esta inteligentemente simple y robustamente hermosa película trata de estos misterios que tejen nuestras vidas. Por eso, de alguna manera, trata de todos nosotros.
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