Negro Rota
Virginia Rota | Centro Andaluz de Fotografía
La malagueña Virginia Rota inaugura el día 26 en el Centro Andaluz de Fotografía ‘La pena negra’, una mirada a la pervivencia de la práctica del luto
Málaga/La práctica del luto es tan antigua, seguramente, como la misma conciencia de la pérdida; pero en España fueron los Reyes Católicos los que le dieron rango institucional a través de La pragmática del luto y cera que establecía el negro como color oficial del llanto por el ser perdido. Más tarde, en pleno siglo XVIII, Felipe V ordenó que las viudas no sólo vistieran de negro, sino que habitaran durante un año un dormitorio tapizado del mismo color: sólo podrían salir a la calle de madrugada, para no ser vistas, y únicamente para cumplir tareas esenciales como la recogida de agua. En las sociedades urbanas contemporáneas, el luto parece no tener ya cabida; sin embargo, en el mundo rural y en poblaciones más discretas, el luto perdura como expresión de dolor con sus paradojas, sus ritos y sus exigencias. A la fotógrafa malagueña Virginia Rota (1989) le interesaba la práctica del luto como externalización de la pena ante la muerte resuelta y, he aquí la primera paradoja, en el a menudo estricto claustro doméstico. Por eso decidió recorrer toda España, cámara en mano, guiada por un ánimo antropológico pero no por ello menos poético, para atrapar la esencia del luto y presentarlo desde su particular óptica. El resultado es La pena negra, una exposición que reúne trece instantáneas testimoniales del luto en el presente (“Correspondientes a las trece personas que accedieron a dejarse fotografiar: lo más complicado de este proyecto fue, de hecho, convencerlas”, explica la artista) que se inaugura el próximo 26 de abril en el Centro Andaluz de Fotografía, en Almería, tras su inclusión en el programa Iniciarte de la Consejería de Cultura. Posteriormente, en septiembre, la muestra llegará al Ateneo de Málaga.
En La pena negra se dan cita las claves esenciales de Virginia Rota, convertida ya, a pesar de su juventud, en referente de la fotografía artística en España: la inquietud antropológica como expresión poética, la búsqueda intuitiva de una impresión de puesta en escena y el protagonismo absoluto de la luz en la presencia del negro, que aquí se abraza tanto al contenido como al continente; aunque quizá como principal novedad en la trayectoria de Rota destaca una proyección más inmediata de las historias que narran cada una de las fotografías: “Como artista no me interesa nada el fotoperiodismo, pero La pena negra es el trabajo que menos habla de mí. El punto de partida es mi abuela Pepa, a la que siempre vi enlutada y a la que recuerdo por tanto así, vestida de negro. Siempre me costó comprender la decisión de vincular un color concreto a una emoción tan definida como el dolor por una pérdida, y más aún que se impusiera a las mujeres, no tanto a los hombres, la costumbre de vestir de negro para externalizar ese pesar y que al mismo tiempo se tendiera a vivir una reclusión en casa. ¿Qué sentido podía tener esto?”
Constata Virginia Rota, en todo caso, que la práctica del luto perdura en determinados contextos y que no faltan acérrimos dispuestos a garantizar su continuidad: “El luto sigue dándose mucho en el mundo gitano, por ejemplo. No sólo lo practican las mujeres, es que las madres lo inculcan a sus hijas desde que son niñas. Es cierto que las viudas gitanas ya no suelen ponerse el velo, como antes, pero aún así el luto está muy arraigado”. En La pena negra dan buena cuenta de ello Rosa y el Tío Justo, patriarca de La Palmilla, fotografiados a la puerta de su casa. Buena parte de los modelos que dieron el sí a Virginia Rota residen en la provincia de Málaga: María en Almogía, Antonio Márquez en Tolox, Isabel en Cuevas del Becerro, Josefina en Serrato. La mayor parte fueron fotografiados en el interior de sus viviendas, salvo algunas excepciones, como Estrella, que prefirió fotografiarse ante un puerto en Galicia: “Realicé la mayor parte de las fotografías de manera muy espontánea, en las casas de estas personas, a donde entraba con mi cámara, mi foquito y poco más. En algunas, sin embargo, costó un poco más encontrar el marco y la situación idónea”.
La pena negra incluirá, además de las fotografías, grabaciones de audio en las que se podrá escuchar a estas personas de viva voz contar sus propias experiencias con el luto. Como apunta el poeta Abraham Gragera en el catálogo, “la fuerza de estos rostros es tan arrolladora que nos deja desnudos”. Si existe un Azul Klein, va siendo hora de acuñar el Negro Rota.
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