"Vulnerar los derechos de los otros no sería tan fácil si se viese el daño causado"

Lorenzo Silva aborda en su nueva novela de Bevilacqua y Chamorro el ciberdelito en el Campo de Gibraltar

La semana que viene presentará su regreso a la narrativa en Málaga y Marbella

Lorenzo Silva posa durante una de sus visitas al Campo de Gibraltar. / Carlos Ruiz
Raquel Montenegro

21 de junio 2018 - 09:05

"Lejos de los ojos, lejos del corazón". Así reza un proverbio de origen latino que equivale al conocido "ojos que no ven, corazón que no siente" y que es el germen del título de la nueva novela de Lorenzo Silva, tomado de una canción italiana. En Lejos del corazón los dos guardias civiles que son ya clásicos del noir español, Rubén Bevilacqua y Virgina Chamorro, desembarcan en el Campo de Gibraltar para investigar un secuestro, el punto de partida de una novela en la que Silva aúna ciberdelito y blanqueo de dinero con el trasfondo de una comarca golpeada por el narcotráfico. Una mirada reflexiva a un entorno que se ha visto reflejado en numerosas ocasiones en los últimos meses en los medios de comunicación. Más actual imposible, aunque la idea llevaba rondando la cabeza del autor mucho tiempo.

Hace bastantes años Silva llegó al Campo de Gibraltar para hacer un reportaje sobre el gran drama del Estrecho, el intento de miles de personas de llegar hasta las costas españolas en patera. Y pasó una noche intensa entre dos continentes en una patrullera de la Guardia Civil: "En una noche en el Estrecho ves muchas cosas", dice. En la comarca, recuerda, se topó "con la realidad que es el trasfondo de la novela aunque no sea el tema, la economía irregular, delictiva, que también deriva del blanqueo de dinero".

La nueva entrega de Bevilacqua y Chamorro, que su autor presentará el próximo miércoles 27 en el Fórum Fnac Marbella y el 28 en el Fórum Fnac Málaga, está llena de ese paisaje del Estrecho, personajes relacionados con el narcotráfico y criptomonedas. Acerca al lector al complejo mundo de las criptodivisas, en un trabajo de "quitar la hojarasca técnica para encontrar una manera inteligible de explicarlas" que debe mucho al pasado del escritor como abogado de una empresa energética de autor.

Y plantea la novela incluso un dilema moral sobre la ciberdelincuencia o en general sobre el mundo digital, cuando Bevilacqua, parafraseando a Robert Musil, apunta "cómo la tecnología nos separa de nuestros propios actos, de nuestra responsabilidad sobre ellos y de su gravedad moral". "Lo estamos viendo en nuestro día a día más allá incluso de la delincuencia profesional, con gente capaz de decir cosas terriblemente hirientes a gente que no conoce con la ventaja de que no mira a los ojos. Si la mirase no lo haría", abunda el autor. Esa delincuencia "basada en vulnerar los derechos de otros o vulnerar la propiedad intelectual no sería tan fácil si tuvieras que enfrentar el daño causado a los hijos de tu víctima, si vieras lo que pierde", insiste.

La defensa de la propiedad intelectual es una constante en la trayectoria del madrileño. El pasado año la asociación Cedro, que agrupa a autores y editores de libros, revistas, periódicos y partituras, le dio un premio por su labor en defensa a los derechos de propiedad intelectual. Con la piratería, dice Silva, "España ha destruido una parte de su actividad cultural y no acierto a comprenderlo, cómo se ha mandado a miles de personas al paro y Hacienda ha perdido cuantiosos ingresos".

Los delitos a los que se refiere la novela quedan lejos no obstante de esa área. Para describirlos y explicar el trabajo desarrollado por la Guardia Civil, Silva ha contado con el apoyo de muchos de los efectivos de la Unidad Central Operativa, como los del "grupo de delitos telemáticos, gente muy experta, que lleva bastantes años" trabajando con este tipo de delincuencia. Esa cercanía al cuerpo de seguridad, que incluso lo ha nombrado guardia civil honorario, se traduce en las novelas de la serie en una descripción muy ajustada del trabajo de los agentes (a veces demasiado, aseguraba uno de los representantes de la UCO en la presentación del libro en Madrid). Esa cercanía ha sido especialmente importante en el caso del Estrecho: "Es fundamental haber compartido horas con la gente de la Guardia Civil de allí, el Servicio Marítimo, la Policía Judicial. Eso da una mirada llena de matices que a veces echamos en falta, con la ventaja que da el tener tiempo".

En Lejos del corazón refleja las múltiples variables del problema del narcotráfico, el paro, la falta de medios de los cuerpos de seguridad o el drama de la inmigración. Y el blanqueo de dinero, el principal problema a juicio del autor, la "piedra filosofal del delincuente". "Allí se crea la situación perfecta, con una delincuencia organizada como actividad empresarial que busca el lucro. Esa zona son dos continentes, tres países y tres jurisdicciones diferentes y a eso se suma algo muy difícil de combatir, porque está dando trabajo y alimento a mucha gente", asegura el autor. Una actividad que ha ido evolucionando en los años que han pasado desde que tuvo la idea de utilizar el Estrecho como escenario, en los que el narcotráfico "ha encontrado más relevancia social y ha llevado a que la gente de este negocio tenga mayor descaro, desfachatez y un desprecio superior por la autoridad". "Esto es el puñetero extremo, estamos lejos de todas partes y asomados al precipicio. Y dejados de la mano de Dios", resume uno de los personajes de la novela.

Los dos guardias civiles más queridos celebran en el Estrecho sus 20 años de servicio literario, en la que la serie ha logrado los premios Nadal y Planeta y ha conquistado a dos millones de lectores. Nueve novelas y dos libros de relatos después, Bevilacqua y Chamorro tienen una legión de seguidores que pueden estar tranquilos; pese a la edad que ya va alcanzando el subteniente "todavía tienen futuro, les veo años por delante". "Al menos tres libros tengo en la cabeza y alguno más se me ocurrirá. Aguantaré todo lo que pueda sin caer en lo inverosímil", asegura su creador. Quedan muchas sorpresas, también para el propio autor porque "tampoco yo sé hacia donde irán. No tengo un plan cerrado, nunca lo he tenido, sino que ha ido evolucionando". Quizás esa sea la clave para que el autor no se haya hartado de sus criaturas: "No soy rehén de ellos, me lo paso muy bien", apostilla.

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