Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
En la extensa galería de personajes tan singulares y extraños como imprescindibles del siglo pasado, la escritora Anaïs Nin (Neuilly-sur-Seine, Francia, 1903-Los Ángeles, 1977) ocupa uno de esos lugares dignos de reivindicación constante. Hija de padres cubanos y nacida en Francia, pasó la mayor parte de su vida entre París, Nueva York y Los Ángeles. Fue amante de Henry Miller y sus numerosos diarios (más de 300) son hoy considerados como una de las aproximaciones más luminosas de la literatura al mundo del psicoanálisis y viceversa. Fue musa de artistas, diseñadores y escritores, y también dejó en su bibliografía varias novelas surrealistas para mayor gloria de las vanguardias (especialmente celebrada fue La casa del incesto, aparecida en 1936 y deudora de Miller, así como Pájaros de fuego, de publicación póstuma) hasta rematar una aventura artística y humana sin parangón. Nin fue Bígama, coleccionista de amantes, practicante del vouyerismo y del safismo, apreciada por Lawrence Durrell, Gore Vidal y Antonin Artaud y considerada pionera en los movimientos civiles de la liberación de la mujer, pero la mayor parte de su vida constituye un misterio. En 1922, Nin regresó a Cuba con 19 años para casarse con un rico banquero, Hugo Guiler, con quien terminaría contrayendo matrimonio (y con quien viviría en Nueva York mientras mantenía un segundo matrimonio con el actor Rupert Pole en Sierra Madre, California). Durante aquella estancia en La Habana decidió que se instalaría en París para ser escritora y escribió once cuartillas para su diario. Éste es el material del que parte la escritora cubana Wendy Guerra para su última novela, Posar desnuda en La Habana (Alfaguara), escrita a modo de diario apócrifo y presentada ayer por su autora junto a la poeta María Eloy García en la sede malagueña del Centro Andaluz de las Letras.
Guerra, ganadora del Premio Bruguera en 2006 por su novela Todos se van y condecorada el año pasado en Francia con la Orden de las Artes y las Letras, explicó ayer que Posar desnuda en La Habana es el resultado de once años de investigación, que arrancaron con el hallazgo de la casa en la que Nin residió en La Habana y continuaron en numerosos archivos, tanto en Cuba como en Los Ángeles. "Llegué a acumular tanta información que me olvidé de la novela y me centré en la búsqueda, hasta que la editorial me pidió que lo dejara ya y escupiera el libro. Al final, creo que ha resultado un trabajo académico, curioso y potable, que es de lo que se trata". La autora entrevistó además a parientes y conocidos de Nin, a quienes buscó desde Oakland a San Francisco, y logró reunir casi todos sus diarios, muchos de los cuales se conservaban en Cuba en condiciones adversas: "En esos diarios, además, la escritora se contradice y miente. Pero los escritores no tenemos que ser ejemplo para nadie". Guerra, cuya obra no está publicada en Cuba, también propone una visión del exilio "distinta en cuanto la expone una cubana nacida en Europa".
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