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Premios Goya en Málaga
Málaga/El próximo 25 de enero se celebrará por primera vez en Málaga la gala de los Premios Goya, aunque la estatuilla original que entregó la Academia de Cine en las tres primeras ediciones desde 1987 ya tenía un alma malagueña, la que le insufló el escultor Miguel Ortiz Berrocal (1933-2006).
"En 1979 nos visitaron en Verona -la ciudad italiana donde Berrocal vivió cuarenta años- Carlos Saura, Román Gubern y Pere Portabella, que ya tenían la idea de crear una Academia y unos premios equivalentes al Oscar americano o al César francés", recuerda en una entrevista con Efe Cristina de Braganza, viuda del artista y presidenta de la Fundación Escultor Berrocal para las Artes.
En aquella velada hablaron sobre cómo llamar a los premios, "para los que buscaban un nombre corto, y después de barajar otros como la Dama de Elche, pensaron en Goya, porque se pronuncia muy bien en todos los idiomas y era además un homenaje al pintor, que había hecho algo parecido a fotogramas de cine en sus Caprichos".
Pasaron unos años hasta que en 1986 se creó la Academia, que quería que el premio "no solo fuera un símbolo, sino también una obra de arte firmada y numerada para darle un valor intrínseco al trofeo en sí", dice De Braganza.
Berrocal concibió "una obra que era un homenaje a Benlliure, porque había hecho un retrato de Goya que no se podía hacer mejor, y añadió un truco de animación en el interior de la pieza, de donde salía un mapa de España y unas bobinas de película que estaban mecanizados y accionados por un motor".
"Su idea en defensa de la escultura era sorprender, atraer, que es también la idea del cine, y el movimiento, cómo poner en movimiento una obra", resalta Cristina de Braganza.
Su estatuilla, que tenía además un pin que se podía desprender para colocarlo en la solapa, se entregó en las tres primeras ediciones, luego "optaron por reducir el tamaño y no hacerla mecanizada, porque era una obra muy compleja y no daba tiempo de realizarla cada año", y la Academia la sustituyó por la que se sigue entregando ahora.
Berrocal rehusó durante mucho tiempo los encargos institucionales, pero hizo excepciones para instituciones como la Academia de Cine, el Comité Olímpico Internacional (COI) o la Unesco.
"Él tenía una frase: 'Si me pides que haga el retrato de tu abuela, enséñame primero a tu abuela, y si me gusta y me inspira, haré el retrato", recuerda su viuda, que resta importancia al hecho de que se sustituyera la escultura, porque "nadie le quita a Berrocal haber hecho una creación que, al entregarse solo esos años, es una obra todavía más rara".
Un prototipo de la estatuilla y el diseño sobre papel de esos primeros Goya se conserva junto a otros 420.000 dibujos y documentos en el que fue el último taller de Berrocal, en su ciudad natal de Villanueva de Algaidas (Málaga), además de su hemeroteca, su biblioteca de más de 15.000 libros o su correspondencia con amigos como Alberti o Cela.
A este taller, donde cuidan y difunden su legado con pasión Carlos y Beltrán Berrocal, hijos del artista, trajo toda su obra un Berrocal que se consideraba "un exiliado cultural, no un exiliado político, porque España tardó en abrirse a la cultura europea".
Más de seiscientas personas crearon la Asociación de Amigos de Berrocal, y decían entonces que Málaga "había perdido a Picasso (todavía no se había abierto en esta ciudad el Museo inaugurado en 2003) y no querían que perdiera también a Berrocal", recuerda Cristina de Braganza.
En 1999 se empezó a construir en Villanueva de Algaidas el Museo Berrocal, impulsado por la entonces consejera andaluza de Cultura, Carmen Calvo, pero el edificio sigue hoy inacabado y solo expone en un ala unos grabados que el artista donó a su pueblo.
"La obra de Berrocal da para cinco o seis museos, y para atraer a los visitantes al interior del territorio sería oportuno un espacio permanente en Málaga capital que sirviera de punto de partida para ir a Villanueva de Algaidas y conocer al artista", explica su viuda, que reclama "voluntad política" para continuar el proyecto.
Berrocal soñó un jardín de esculturas para traer obras de otros creadores, "como precursor de una idea de museo que en esos años no se conocía", añade Cristina de Braganza, que lamenta que "la burocracia va con unos tiempos que contrastan con los sueños de los artistas y con las utopías".
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