El americano que se hizo pintor en Málaga
El Archivo Municipal muestra una treintena de obras que revelan el universo creativo de Gino Hollander, el prolífico artista que estuvo 28 años afincado en la provincia
En Estados Unidos trabajó en el mundo cinematográfico. A los 35 años era uno de los directores de documentales más respetados y aún no había tocado un pincel. Pero a Gino Hollander le esperaba un destino diferente. Decidió viajar a España en 1962 para encontrarse con su faceta de pintor. Primero en Marbella y luego en Pizarra, este prolífico artista desarrolló un universo creativo muy vinculado a las emociones, volcado en el mundo femenino, atrapado por la tradición de los pueblos malagueños, encandilado por la fuerza de la naturaleza. Las principales claves de su obra se recuerdan en la muestra The Elegant Universe. Gino Hollander. Hasta el 8 de septiembre se podrá ver en el Archivo Municipal.
En esta sala de la Alameda Principal se han colgado una treintena de obras del pintor, que vivió en España durante 28 años y que llegó a crear un museo con su nombre durante su estancia en Pizarra. Con 89 años el artista continúa pintando, aunque ya en su país natal. La exposición consta de una selección de obras que se encuentran en colecciones particulares malagueñas. Está montada en base a cinco temáticas: El universo femenino, que recoge rostros de mujer; la soledad de lo colectivo; visiones de la masculinidad; la naturaleza emotivo; y universos.
"Hollander comienza a pintar cuando el expresionismo abstracto está ya consolidado", explicó ayer en la inauguración Elisabel Chaves, comisaria de la muestra. "Sus pinturas son figuras abstractas y abstracciones inquietantemente figurativas", añadió Chaves, que considera "emoción en estado puro" cada brochazo, cada trazo o pincelada con las que el artista recreó lo que sentía. Pero también hizo caso a algunos encargos. Su gran amiga Dolores Villalobos le pidió que le hiciera el retrato de un Cristo. Hollander, que es judío, dudó a la hora de acometer la obra, pero la pintó y subconscientemente plasmó en ella una especie de autorretrato.
El primero de los hitos que darían forma a su vida y, como consecuencia, a su pintura, tuvo lugar en 1942, cuando durante la II Guerra Mundial fue destinado a Aspen. Aquella verdad tan elocuente que observó en el semblante de los soldados de combate se manifiesta frecuentemente en los rostros de los sujetos de Hollander. Cada día se enfrenta ante un lienzo en blanco y su producción anual ronda los 300 cuadros de media. Unas 12.000 obras están repartidas en museos, instituciones y colecciones. Con esta exposición se le pretende rendir homenaje a una figura, aunque separada por miles de kilómetros, siempre presente.
También te puede interesar