Una armonía futura contra las bombas
música
La Jopma colabora con Músicos sin Fronteras en el envío de instrumentos a campos de refugiados de Siria para la formación de agrupaciones orquestales
Más allá de las asombrosas luces del talento, la historia de la música está llena de episodios ambientados, literalmente, en el infierno. Los compositores e instrumentistas no han hecho su trabajo únicamente al abrigo de los teatros y al calor más cómodo para las musas: a menudo han tenido que vérselas con el lado más cruel del ser humano y, aún así, la música ha tenido sentido; más, si cabe, o al menos un sentido renovado y más firme. Sirva de ejemplo el Cuarteto para el fin del tiempo que el compositor francés Olivier Messiaen escribió en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, en el campo de prisioneros al que fue confinado y en el que la misma obra celebró su estreno. No han faltado empeños, por otra parte, en hacer de la música causa de paz en lugares de conflicto, como los protagonizados por Daniel Barenboim en relación a Israel y Palestina. Ahora, es la asociación Músicos sin Fronteras la que ha asumido el reto de enviar un cargamento de instrumentos de mil kilos de peso a dos campos de refugiados en Siria (uno de ellos en Alepo) con el objetivo esencial de crear dos respectivas formaciones orquestales en los mismos. La entidad cuenta para ello con varios aliados en todo el mundo y uno de los más activos es una vieja conocida de los melómanos malagueños: la Joven Orquesta Provincial de Málaga (Jopma), que, de hecho, además de incorporarse a la causa, ha sido propuesta como representante en Andalucía de Músicos sin Fronteras.
La colaboración con la ONG vino de la mano de un suceso ajeno a la misma, tal y como explica uno de los impulsores y responsables de la Asociación de la Jopma, Antonio César Muñoz: "Ante la salida de sus miembros, la Asociación Española de Jóvenes Orquestas, de la que aún formábamos parte junto a sólo otras dos agrupaciones del país, decidió disolverse hace unos meses. Según los estatutos, los remanentes que quedaran debían entregarse a Músicos sin Fronteras, y eso hicimos. Al ponernos en contacto con ellos nos contaron el proyecto y desde la Jopma decidimos apoyarlo, bajo la premisa de que únicamente se aceptaban donaciones de instrumentos, no de dinero ni de otro material". Comenzó así una búsqueda de instrumentos que contribuyó de manera decisiva a que el lote de mil kilos quedara finalmente completado y enviado a Siria a través de un complejo e inseguro itinerario por Alemania, Turquía y el Kurdistán hasta Alepo, bajo los continuos bombardeos y en una guerra que, ante la desidia internacional, ha destruido el país y a buena parte de su población. Una vez llegados los instrumentos a los campos de refugiados, el plan pasa por crear formaciones orquestales con los efectivos disponibles (la tradición musical de Siria es enorme, así como la afición en el país al repertorio clásico) y organizar conciertos en los mismos campos bajo las bombas. ¿Qué ganan los refugiados con todo ello? Nada más y nada menos que una dosis monumental de esperanza. Tan positiva ha sido la experiencia que Músicos sin Fronteras quiere hacer de la Jopma su aliado y representante en Andalucía para futuros proyectos. La alianza, por tanto, no ha hecho más que comenzar.
Además, la Jopma, que como recuerda Muñoz lleva 28 años formando a jóvenes instrumentistas de toda la provincia de manera autónoma (su acuerdo con la Diputación se limita a un número concreto de conciertos al año; en todo caso, no es la Jopma una orquesta institucional), y de cuyas filas nació recientemente la Orquesta Andalusí de Málaga, actuará en la gala que la Alianza Internacional de Ciudades contra la Pobreza (WACAP) celebrará el próximo 10 de abril en el Museo del Automóvil. Quién decía que la música no bastaba para cambiar el mundo.
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