El arte reivindicativo de la portuguesa Paula Rego llega al Museo Picasso Málaga
La muestra se inaugura esta tarde y estará disponible hasta el 21 de agosto
La pinacoteca acoge un recorrido por la trayectoria de una de las pintoras más relevantes de siglo XX
Málaga/Entre el color, la complicación y la capacidad de reinventarse se encuentra la artista portuguesa Paula Rego. El Museo Picasso Málaga ha decidido darle cabida a una de las pintoras más representativas del siglo XX. La muestra, que se ha titulado con su nombre, representa todas las etapas de una trayectoria artística marcada por la reivindicación y el arrojo de luz a la figura femenina pero, a su vez, dejando entrever los miedos de la propia artistas. Fue inaugurada este martes con la presencia del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, quien destacó la muestra como un vínculo de “amistad entre dos países”.
Las 80 piezas de la artista portuguesa nacida en 1935 pero que desde su adolescencia reside en Reino Unido se podrán visitar hasta el 21 de agosto. La pinacoteca malagueña ha distribuido la obra en 7 salas en las que conforme se va avanzando se puede ver la transformación en el estilo y la temática de la artista. Cada parte de la exposición supone un gran contraste con la anterior por lo que si se afirmara que las obras han sido realizadas por 7 artistas diferentes, sonaría convincente.
De la mano de la comisaria de la exposición, la británica Elena Crippa, y el hijo de Rego, Nick Willing se ha realizado el primer recorrido por esta muestra en el Picasso que comienza con la parte más aferrada al contexto socio político en el que se crió.
Salazar vomitando la patria se titula una de las obras de la primera sala en la que la artista dibuja figurativamente al dictador portugués a la vez que acopla una seña de empoderamiento femenino representado por un escudo. Este óleo sobre lienzo de 1960 representa el carácter reivindicativo pero a su vez el interés por reflejar la historia que le caracteriza, según apuntaba Crippa.
“Mi madre es una yonki de las historias, de cualquiera. Le interesa desde un artículo del periódico hasta lo que pasa en la última película que he visto”, confesaba su hijo. El collage Julieta, de 1964, representa esta rama de inspiración en la que todo tiene cabida. El cuadro trata de reflejar un accidente mortal que sufrió un trabajador en una torre de alta tensión debido a la falta de seguridad laboral.
Con historias como estas, los visitantes recorrerán una segunda sala en la que el color y las grandes dimensiones de los collages dominarán su atención. La artista mezcla el crayón, el óleo y el acrílico en los años 60 para dejar volar su imaginación en lienzos cargados con especies fantásticas difíciles de identificar, ya que “mi madre también usaba los cuadros para hacer lo que le daba miedo hacer”, confesaba Willing.
Trazos tajantes, seriedad, figuras reales, representación de hombres y mujeres ataviados con ropa ordinaria y colores pálidos trasladados al lienzo con una sola técnica: el acrílico. La artista deja ver su transición cuando se sumerge en este nuevo estilo en el que además de dejar atrás la composición, también “huye de los juicios morales y apuesta por las figuras cercanas”, tal y como indicaba la comisaria.
El cadete y su hermana, Las criadas y El baile son algunas de las obras de esta serie diseñada desde los recuerdos y el auto escáner a su vida sentimental que provocó que a su hijo se le humedecieran los ojos al hablar de una de las obras.
La artista, se casó en 1959 con Víctor Willing, aunque el matrimonio estuvo marcado porque ambos incorporaron a terceras personas. Esta lucha interna entre el amor, el afecto y el deseo sexual que vivió la artista se plasma a la perfección en la siguiente etapa, “la más representativa”.
Las obras recogidas en la sala La fiereza del pastel datan de 1994. En este año, su marido ya había fallecido y los pensamientos de la artista se mostraban desordenados. En la serie que recoge Blanco, Faja y Amor, que a nivel artístico destaca por el juego de telas, representa el desbarajuste emocional que sentía tras la pérdida. Sin embargo, en la etapa de los pasteles realiza una de las obras con las que pretendía alcanzar un mayor reconocimiento.
La serie del aborto, inspirada en el referéndum que no se llegó a celebrar en 1998 en Portugal, supone un reflejo cristalino de la personalidad artística de Rego: el afán por las historias, la dominación del pastel, la lucha feminista y el compromiso con sus raíces.
Una mujer corpulenta, con la mirada triste, de edad avanzada y vestida con falda y camisa morada, tendida en un sofá amarillo, que no de casualidad es el mismo en el que Paula se sentaba cuando acudía al psiquiatra dan la bienvenida en una de las últimas salas de la exposición. La misma mujer, el mismo sofá y el mismo escenario componen los 7 cuadros de Posesión que evocan a la soledad, la búsqueda de respuestas y la desesperación.
Estos, según la comisaria, reflejan la historia que leyó Paula sobre las mujeres que habían sufrido la enfermedad de la histeria, pero coincide con el hijo en que también hay un ápice de relato personal, ya que la portuguesa sufrió un cuadro depresivo cuando era una niña que le llevó a aislarse y refugiarse en la pintura.
Las obras más recientes de Paula, fechadas en la primera década de 2000, componen la última sala: El teatro de la vida, con el que se cierra el telón del recorrido de una artista que en un año expondrá en 28 museos diferentes aunque hace 30 no tenía cabida por ser mujer, como explica su hijo.
“Una pintora infravalorada en un mundo de hombres que no cesó su trabajo para así llegar a obtener el reconocimiento actual” pero manteniendo el orgullo de su género, ya que una de sus citas más célebres no es otra que “yo he tenido suerte en ser mujer porque soy pintora y hay muchas cosas que decir que no se han dicho nunca”.
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