Bad Gyal estrena su documental 'La joia': Fashion Weeks, un disco en ‘standby’ y un diamante hacia la cima
David Camarero dirige la cinta que narra el largo proceso de grabación del primer álbum de la catalanaar
Bad Gyal en Cabaret Festival: un seísmo que edifica
“Soy cantante de mentira, soy cantante de caja de cigarrillos Camel”, bromea Alba Farelo (Vilassar de Mar, 1997) en el estudio de grabación tras soltar las barras inconfundibles de Sin carné: “Los que no me quisieron, / a toditos los callé. / Porque yo solo sé hacerlo, / yo no sé intentarlo”. Así arranca el documental La joia, que se estrenó el miércoles en el festival In-Edit Barcelona, durante una semana se proyectará en 200 salas de cine de toda España y a final de año podrá verse en la plataforma Amazon Prime. Lejos de la declaración con la que comienza este reportaje, la popular Bad Gyal –nombre artístico de la protagonista del metraje– ha alcanzado la cumbre a base de perfeccionismo, esfuerzo y constancia. Sin dobleces ni artificios.
Estamos en el año 2022. La intérprete manda un audio –el primero de muchos– a su mánager, Alba Blasi. En el mensaje, detalla que ha dividido los singles de su primer álbum –La joia también– en dos bloques: los que son más fuertes y “se podrían adelantar al lanzamiento” y los que pueden esperar. Y es que el relato gira alrededor de la publicación –en standby permanente– de este disco. Un proceso que se dilató casi dos años debido, principalmente, al control de la industria musical. Esa que cuenta con una maquinaria engrasada a base de viajes promocionales, campañas de marketing, estrategias variopintas, jugarretas de última hora y viajes por el mundo que, sobre Bad Gyal, ejerce una influencia que torna en frustración, estrés y hartazgo conforme avanzan los minutos de la cinta.
“Alba representa un nuevo ideal de artista, no solo hace música, también tiene una narrativa y una presencia muy fuerte”, explica el director de La joia, David Camarero, quien ha sido sombra de la intérprete durante tres años. Cuando empezó a rodar, pensaba hacer algo totalmente diferente. “Quería hablar sobre los nuevos artistas, que se han hecho a ellos mismos partiendo del underground, a través de Alba”, recuerda. Sin embargo, cuando los retrasos del disco empezaron a asomar, “me llegó una historia mucho más humana: la de alguien que quiere hacer música y no paran de salir complicaciones para ello”.
Un viaje que sucede entre Barcelona, Santo Domingo, Miami, Las Vegas, Milán y París. Aeropuertos, furgonetas, desfiles de moda, escenarios y caras conocidas como Karol G, Myke Towers, Young Miko, Quevedo o Nicki Nicole. A lo largo de 92 minutos, la cantante va mostrando diferentes caras. De la euforia a la angustia y viceversa. “Ella es muy divertida y majísima, tiene un punto tímido que es el que la gente menos conoce y más sorprende, pero es como todos cuando tenemos días malos”, recalca el realizador. Camarero indica que “Alba tiene el control total de su proyecto” y se mete hasta el fango “a la hora de elegir los looks y componer las canciones”. Llegando a discutir con el ayudante de dirección de un videoclip en Las Vegas por no cumplir con el plan de rodaje, “¿qué artista se lo mira y está pendiente de eso?”, se pregunta Camarero. Sin embargo, perder el control “de lo que más quiere, que es su disco, le pasa factura”. Uno de los momentos que lo demuestra, quizás de los más llamativos, es cuando cree haber perdido sus porros en la habitación de uno de los múltiples hoteles por los que transitan ella y sus fieles escuderos. “Quiero mis putos porros”, llega a reclamar a uno de sus asistentes.
Secuencias lejos de la censura
Una secuencia que –lejos de censurarse– sucede con total naturalidad. Como muchas otras. Desde la conversación que mantuvo con los reyes Felipe y Letizia cuando la catalana ganó el galardón a Talento Joven Internacional: “Él –Felipe VI– me dijo: Te conocen más nuestras hijas, y yo le contesté: ya, son mi target”, comenta la artista entre risas mientras se maquilla. Hasta ver a la diva pasándolo canutas para cambiarse en el interior de su furgoneta durante el trayecto entre un desfile y otro con motivo de la Semana de la Moda de París.
A lo largo del camino, la intérprete no solo se enfrenta a la industria musical. También a una legión de seguidores que cuestionan insistentemente el esfuerzo de la cantante. “Vaga” es la lindeza más suave que le regalan a través de las redes sociales. “Sin volvernos locos, queríamos explicar que, mientras ella seguía currando, la gente la estaba apretando y pensando que estaba en su casa sin hacer nada”, indica Camarero. Un fandom que –por otro lado– será el que más disfrute de un documental que comparte formato con Esta ambición desmedida del madrileño C. Tangana. Mostrar la luces y sombras del fenómeno Bad Gyal. El que empezó con vídeos caseros de covers de Rihanna en 2016 y que, ocho años después, ha conseguido tocar la cima a golpe de dancehall, twerk y chulería callejera.
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