El maestro Juan Martínez que estaba allí
Juan Martínez existió
Museo Picasso Málaga
Málaga/Si se tratara de nombrar una figura del mundo del arte contemporáneo en cuyo rigor y honestidad se pudiera confiar a estas alturas, William Kentridge (Johannesburgo, 1955) sería, sin remedio, el candidato idóneo. Creador multidisciplinar, pintor, dibujante, videoartista, cineasta, escenógrafo, director teatral y explorador incansable, Kentridge supo extraer las lecciones fundamentales del último medio siglo de historia en su Sudáfrica natal para trazar un discurso universal, capaz de abrigar cualquier soporte, en torno a la relación entre el individuo y los distintos sistemas sociopolíticos en los que la humanidad queda difuminada y ausente. Tal discurso, que se atreve a mirar de frente a la contradicción y las incertidumbres del presente, ha calado por su hondura en un público cada vez más amplio: su obra nutre buena parte de las principales colecciones del mundo y ha protagonizado exposiciones de largo alcance en instituciones como el MoMA neoyorquino, el Louvre de París, el Museo Reina Sofía en Madrid, la Bienal de Venecia y la Documenta de Kassel. Su nómina de reconocimientos incluye el Premio Princesa de Asturias de las Artes concedido en 2017. Ahora, el Museo Picasso Málaga ha escogido su instalación More Sweetly Play the Dance (Tocad la danza más dulcemente), procedente de la Fundación Sorigué, como obra invitada, con lo que podrá verse en la pinacoteca a partir del próximo 21 de noviembre y hasta el 20 de abril de 2025. La propuesta promete: More Sweetly Play the Dance es una instalación videográfica de casi cuarenta metros de longitud por la que desfila “una procesión infinita de personas en movimiento”, tal y como apuntan desde el Museo Picasso. Y, en tal desfile, Kentridge representa cuestiones fundamentales del presente como los desplazamientos migratorios, las crisis de refugiados, las guerras, los estragos del cambio climático y otros signos de la tragedia, con el movimiento continuo traducido aquí como oportunidad a la esperanza. Como diría Galileo: sin embargo, se mueve.
La del Museo Picasso no será la primera ocasión para disfrutar de la obra de William Kentridge en Málaga. En 2012, el artista presentó en el ahora renovado CAC la exposición ¿No se unirá usted al baile? (no es difícil detectar la predilección del artista por las connotaciones metafóricas de la danza), que reunía una llamativa colección de monumentales tapices (uno de los formatos más singulares en la producción del creador sudafricano) además de esculturas, dibujos y piezas de vídeo en torno a los mismos argumentos, cuestiones cuya urgencia no ha hecho más que crecer en la última década; y antes, en 2009, el Teatro Cánovas acogió la representación de una producción del Woyzeck de Georg Büchner para marionetas a cargo de la Handspring Puppet Company de Sudáfrica, bajo la dirección de William Kentridge. Ahora, More Sweetly Play the Dance parte de la afirmación por parte del artista de que “en el siglo XXI, la potencia humana de los pies es el método principal de locomoción”, revelación paradójica bajo el actual paradigma tecnológico que, sin embargo, puede contrastarse fácilmente en las actuales crisis de refugiados en todo el mundo. En la instalación, las innumerables personas que participan en el desfile caminan, se abren paso a pie, desde semejante fragilidad, con tal de garantizarse un futuro, tal y como ha venido haciendo la humanidad desde sus orígenes. Corresponde a quien observa identificar, en el mapa general de la proyección, la individualidad manifiesta de cada una de las personas que integran la danza, entendida, precisamente, como una invitación al baile.
"La pregunta más importante que podemos hacernos ahora mismo es a dónde vamos. El mundo se está transformando, pero no tenemos claro en qué dirección"
Con motivo de la presentación de su exposición en el CAC Málaga, Kentridge afirmaba en una entrevista concedida a este periódico que “la pregunta más importante que podemos hacernos ahora mismo es a dónde vamos. El mundo se está transformando pero no tenemos claro en qué dirección. Todas las representaciones humanas se trasladan y es ese movimiento lo que comparten. Pero ninguna tiene claro su destino”. Preguntado por el miedo como posible motor de ese movimiento (en la medida en que podemos entender el mismo como una huida), el artista apuntaba: “El miedo nace cuando te echas el mundo sobre los hombros y empiezas a andar. Ésa es exactamente la historia de los refugiados que han tenido que huir de sus ciudades en medio mundo durante el último siglo. Ese miedo, por tanto, va implícito a la migración. No hacía falta hacerlo más explícito. Está ahí, se percibe”. Y, respecto a un posible ideal de belleza perseguido en sus obras, reflexionaba de esta manera: “Cuando empecé a dibujar paisajes eran muy ingleses, con árboles, sombras, lagos, nubes, pájaros... Después se hicieron secos, quemados, con valles y colinas arrasados. Me encanta pintar paisajes sangrantes. Se podría decir de ellos que son feos. Al menos, no se corresponden con la idea tradicional del paisaje. Pero los procesos por los que el ser humano puede llegar a interpretar algo como hermoso o feo son muy complejos y cambiantes, incluso respecto a la propia figura del hombre y la mujer. Lo que en un momento puede ser considerado feo, cuarenta años después es hermoso. La noción evoluciona. Lo difícil es resistirse a los cánones tradicionales de belleza e intentar a la vez hacer algo que sea hermoso”.
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