La Baviera Romántica IX: El palacio Herrenchiemsee
No pude evitar que viniesen a mi memoria las escenas imaginadas que nacieron al pairo de todas mis lecturas sobre la vida de este personaje
La Baviera Romántica VI: Los castillos del Rey Loco I

Málaga/DESDE joven al rey Ludwig II de Baviera le gustaba repetir las palabras que Schiller puso en boca de Beatriz en su tragedia La novia de Mesina: “Quiero permanecer un eterno enigma para mí y para los otros”. Y vaya si lo consiguió. Hasta su muerte ha resultado ser un misterio insondable.
Antes de visitar Herrenchiemsee, el último de los palacios de la Ruta de los Castillos del Rey Loco, no pude evitar que viniesen a mi memoria las escenas imaginadas, como si de una película se tratara, que nacieron al pairo de todas mis lecturas sobre la vida de este personaje. Muchas mentiras y algunas medias verdades han circulado desde que sucedió, con tan solo 18 años de edad, a su padre Maximiliano II en el trono de Baviera. Poco antes, el todavía príncipe heredero Luis, conoció al canciller Otto von Bismarck, conocido como el “Canciller de Hierro”. Mantuvieron una buena relación y una rica correspondencia. El canciller escribió de él: “Siempre tuve la impresión de que se trataba de un monarca con ideas claras sobre el comercio y con un gran sentimiento patriótico alemán, aunque también con una gran preocupación por el mantenimiento de los principios avanzados de la Constitución del Imperio y de los privilegios constitucionales de su país”. Palabras que contrastan con la admiración que Luis II de Baviera mostró, a lo largo de su reinado, por la monarquía absolutista y por su máximo representante, el rey Luis XIV de Francia.
Pero la vida de Luis II está llena de contrastes y extravagancias. Cuando con 16 años conoció a Wagner y asistió a la representación de su obra “Lohengrin” sintió haber encontrado en ella la realización de todos sus sueños y quedó prendado del compositor. Su relación fue profundamente personal y, en muchos sentidos, simbiótica. Luis II vio en Wagner una figura casi mística, y para éste, el rey representaba una figura idealizada de mecenazgo y admiración. Sin embargo, también se sabe que la relación tenía aspectos algo extraños y de dependencia emocional mutua. Confusa es también su probable homosexualidad que los textos oficiales han omitido siempre. No tuvo relación alguna con el sexo opuesto, salvo una intima amistad con su prima Sisí, emperatriz de Austria, (Romy Schneider en la famosa película homónima), de la que estaba profundamente impresionado, tanto por su belleza, como por su estilo de vida y su capacidad para deslumbrar en la corte. El rey estaba obsesionado con la imagen de Sisi como una mujer mística y distante, y este sentimiento de admiración era parte de la fascinación que él tenía por las figuras románticas y casi inalcanzables, algo que se reflejaba en su amor por el arte y las leyendas. Sisi, al ser una figura destacada de la realeza, representaba una especie de ideal que Luis II admiraba desde su propia visión de la grandeza y el sacrificio. Sin embargo, en 1867, cuando contaba con 22 años, anunció su compromiso con Sofía Carlota de Baviera, hermana de Sisi. La boda se fijó para el 12 de octubre de ese mismo año. Pero cuando todo estaba preparado, incluida la fabricación de una carroza nupcial, dos días antes, el 10 de octubre, Luis II rompió el compromiso y nunca más habló de casarse.
Pero lo más extraño y misterioso de la vida de este rey tomado por loco fue su muerte ¿Fue asesinado? Lo que si parece cierto es que hubo una conspiración para quitarlo de en medio. Sus excesivos gastos, especialmente por la construcción de sus exóticos castillos, hicieron saltar las alarmas tanto en la corte como en su propia familia. Cierto es que estaba en banca rota, pero ¡ojo!, él, no el reino. Todas sus inversiones las hizo con su propia fortuna y con préstamos que asumía. Nunca gastó dinero del Erario Público. El hecho es que, en 1886, la conspiración urdida por sus allegados y hombres de confianza, dio lugar a la confección de un dictamen médico en el que se certificaba la locura del rey. Curiosamente, ninguno de los cuatro galenos firmantes le hicieron reconocimiento médico alguno. Todo lo certificado estaba basado en dichos y diretes. Pero dictaminaron que: “Su Augusta Majestad sufre una forma de enfermedad mental que los médicos alienistas conocen muy bien y que se denomina paranoia. A causa de esta enfermedad se debe considerar a su Augusta Majestad incapaz de dirigir los asuntos de Estado”. A partir de ahí se preparó todo para el desenlace final. El pequeño palacio de Berg, a orillas del lago Starnberg, a 30 Km de Munich, donde el rey gustaba de pasar temporadas, fue convertido en una cárcel y allí lo llevaron. Era el domingo de Pentecostés cuándo, a las 7 de la tarde, el rey quiso dar un paseo al que habrían de acompañarle el doctor Gudden y dos enfermeros. Pero el médico le hizo señales a éstos para que los dejasen solos. Rey y doctor se fueron paseando hacia el lago. A las 12 de la noche, alarmados por la ausencia, todo el personal salió en su busca y, cuando los encontraron, ambos cuerpos flotaban muertos en las aguas del lago. Luis II de Baviera, el “Rey Loco”, comenzó su vida bajo el esplendor y la acabó en la oscuridad, rodeada de un misterio que perdurará en la noche de los tiempos.
El palacio de Herrenchiemsee
El palacio de Herrenchiemsee, último de la Ruta, del Rey Loco, se encuentra en la isla de Herreninsel del lago Chiemsee, a unos 85 Km de Munich. Según el proyecto original ideado por Luis II, el palacio habría de ser una réplica exacta del palacio de Versalles, pero tan solo llegó a construirse el ala principal, ya que el rey entró en bancarrota y falleció poco después. A lo lejos se puede ver el palacio surgiendo entre los árboles, como un espejismo del citado palacio barroco francés. Con una simetría perfecta, sus fachadas de un elegante color claro, transmite un sosiego y una paz inducida también por la quietud de las aguas del lago, tan azules como el cielo que lleva por montera. Al acercarnos, la fachada se revela con una magnificencia majestuosa. Su estructura monumental, con columnas imponentes y ventanas altas, crea una sensación de amplitud y grandeza. Los detalles del palacio se despliegan como una sinfonía visual, desde las esculturas en las terrazas hasta las elaboradas ornamentaciones de los techos. Y los jardines que lo rodean, de inspiración francesa, se extienden con precisión geométrica, entre parterres bien cuidados y fuentes que susurran chorros de agua.
Dentro, el palacio se convierte en un festival de opulencia, habitaciones adornadas con tapices de lujo, espejos que multiplican la luz y techos pintados que parecen capturar el movimiento de las estrellas. En cada rincón resuena el eco de una era que ya no existe, pero cuya esencia perdura en las paredes del palacio. Al cruzar la entrada principal, nos detenemos en el hall, sintiendo la magnificencia del lugar, donde la luz entra generosamente a través de grandes ventanales que dan a los jardines. El silencio aquí tiene una cualidad única, como si las mismas paredes estuvieran escuchando atentas la ausencia de sonido. A medida que subimos, el eco de nuestros pasos se mezcla con el crujir suave de las maderas del suelo, y llegamos a una serie de salas que parecen congeladas en el tiempo. El Gran Salón, con su opulenta cúpula pintada, se abre ante nosotros como un lienzo vivo. Los frescos del techo, vibrantes y detallados, parecen contarnos una historia mitológica. El brillo dorado de las molduras de los techos y las columnas atraen, como si el sol mismo hubiera sido capturado por ellas.
En las paredes, espejos gigantes reflejan el resplandor de la lámpara de cristal que cuelga del techo. Los detalles en los muebles son igualmente imponentes; sillas y mesas reflejan el gusto del rey por lo grandioso, lo majestuoso. Al salir a los jardines, el contraste es absoluto. Cuidados con meticulosa precisión, ofrecen un respiro a los ojos, que pueden descansar entre las formas geométricas de los parterres de flores, en tanto que las esculturas de mármol se alzan, como centinelas de la belleza, entre los árboles.
También te puede interesar
Lo último