“¿En qué medio confiaremos para expresar lo que nos pasa, en la ópera o en el reguetón?”
Carlos Álvarez | Barítono
Después de ‘Viva la mamma!’ de Donizetti, el malagueño encadena otro éxito en el Teatro Real con la ‘Tosca’ de Puccini, en un montaje estrenado y aclamado el pasado domingo
Málaga/Atiende Carlos Álvarez (Málaga, 1966) a Málaga Hoy desde el Teatro Real, donde, tras el glorioso estreno el pasado domingo con el reparto en el que figura nuestro hombre, se seguirá representando el montaje de la Tosca de Puccini con la dirección musical de Nicola Luisotti y la dirección escénica de Paco Azorín hasta el próximo día 24. Con esta producción, el malagueño encadena un nuevo éxito en el escenario madrileño tras encarnar su primer papel femenino en Viva la Mamma! de Donizetti el mes pasado. Al mismo tiempo, Álvarez espera con ilusión su llegada al Covent Garden en septiembre con Rigoletto, al que seguirá L’elisir d’amore en La Scala y una temporada de definitiva recuperación tras la pandemia, con un marcado carácter verdiano y el regreso a Málaga, también, con el estreno de una obra de Marco Frisina.
-El elenco de esta producción, incluido usted, coincide en definir Tosca como una ópera perfecta. ¿Eso es así o, entre usted y yo, caben algunos matices?
-No, no, es así, desde luego. Tosca funciona como un thriller cinematográfico perfecto, con personajes redondos, tramas que nunca sabes por dónde van a avanzar y un final inesperado. Como todas las óperas importantes, también está basada en una gran obra literaria, en este caso la pieza de Sardou.
-Que, al contrario de la ópera de Puccini, no ha gozado precisamente de gran posteridad.
-Sí, bueno, yo lo comparo un poco con Rigoletto. La ópera de Verdi está basada en El rey se divierte, de Victor Hugo, que tampoco es una de las obras más conocidas de su autor. Lo que pasa es que la ópera ofrecía en su momento una experiencia propia de espectáculo total, el culmen de la expresión cultural y artística, algo que elevaba el arte escénico a una potencia mucho mayor. De modo que hasta cierto punto es lógico que en el imaginario cultural algunas piezas teatrales hayan perdurado en sus adaptaciones operísticas. Esto perduró hasta la llegada en el siglo XX del cine, que reemplazó a la ópera en su función de gran catalizador de experiencias artísticas definitivas. Y ante el poderío del cine no hay competición posible, no hay color. La ópera se ha quedado como un joyerito al que acuden los aficionados a mantener vivo su apostolado. A ver, para mí, desde luego, no hay nada mejor que escuchar y ver a una orquesta y a unos cantantes en directo. Eso no tiene precio. Pero, en tanto que paradigma cultural y artístico, el cine se ha llevado el gato al agua.
-Es curioso, porque el cine se inspiró en la ópera para crear sus grandes escenarios épicos y actualmente se percibe una influencia creciente del cine en las producciones líricas. ¿Es el trabajo de Paco Azorín en Tosca un ejemplo de estas idas y vueltas?
-Sí, así es. Justamente, esas posibilidades expresivas que ofrece el thriller están aquí aprovechadas con una intuición muy cinematográfica, y desde luego funciona muy bien, muy a favor del público. Estos intercambios de influencias se han dado desde siempre en la historia de la cultura y en el caso de la ópera pueden ser particularmente beneficiosos. Eso sí, el recurso cinematográfico hay que utilizarlo bien. En alguna ocasión he trabajado con ciertos directores llegados del mundo del cine y ha sido una decepción, ya que tiraban únicamente de clichés.
-¿Contiene Tosca la épica que necesita el momento político que vivimos en el presente?
-Sí, ya lo creo. Tosca trata, principalmente, sobre la confrontación política. Y sólo por eso merece ser tenida en cuenta. Traslademos la cuestión al presente: hoy, la confrontación no se resuelve exterminando al enemigo. Nos sentamos y hablamos. Ahora, pon todo lo que puedes extraer al respecto de Tosca, la crítica al pensamiento único, el reconocimiento a la independencia y la libertad de la mujer, el derecho a la diferencia, todo eso, y llévalo al reguetón.
-Creo que preferiría no hacerlo.
-Pero es necesario. Pongamos a hablar de lo mismo a dos medios de expresión radicalmente distintos: por un lado, la ópera, con todos sus valores y su enorme tradición cultural; por otra, una expresión que lo que hace es justamente aniquilar esos valores y proponer como alternativa la nada más absoluta. O sea, el reguetón. Entonces, ¿en qué disciplina artística confiaríamos para hablar de lo que nos atañe hoy día?
-Sí, pero manda la audiencia.
-De eso se trata. No se puede amar lo que no se conoce. Cuando veo al coro de niños que canta con nosotros en Tosca recuerdo la escolanía de Málaga en la que empecé a cantar en 1977. Ahí no tenía aspiraciones profesionales de ningún tipo, pero se me abrió una puerta a un mundo que ha atravesado mi vida de forma radical. Por eso la cultura es importante, también, en un contexto político. Y no se debe confundir con otras cosas. Hace unos días, Paco de la Torre propuso que se hicieran tests de antígenos a quienes salen de noche. Y el presidente del ocio nocturno en Málaga salió diciendo que lo veía con buenos ojos porque así el ocio y la cultura estarían más protegidos. No, hombre, no: la cultura se lleva protegiendo desde el primer día. Es el ocio nocturno el que no ha hecho sus deberes. Si lo que fomentas es una sociedad acrítica, vendrá cualquiera y ocupará el lugar que le corresponde a la cultura. Hablará en su nombre, la usurpará. Y eso no se puede permitir.
-¿Cómo interpreta en su carrera dos éxitos consecutivos en el Teatro Real? ¿Qué significan?
-Un mojón.
-Hombre, no creo.
-Entiéndeme: un hito que quedará para siempre señalado en el camino. Lo estoy viviendo como un salto, no de calidad, porque mi compromiso con la calidad siempre es el mismo, sino a otro momento de mi carrera. A lo mejor dentro de unos años alguien habla de las funciones que hice en 2021 en el Teatro Real. En cualquier caso, encadenar estas dos óperas está funcionando como un viaje lleno de episodios que yo no olvidaré. Eso seguro.
-Uno de esos episodios debió ser el bis que brindó su compañera Sondra Radvanovsky en el estreno del pasado domingo.
-Así es. Es la segunda mujer que lo hace en el Teatro Real.
-Y eso me da pie a preguntarle por la igualdad en el mundo de la ópera. ¿Está todo conseguido?
-El trabajo por la igualdad se ha hecho en la ópera desde siempre. Seguramente es uno de los pocos ámbitos de los que puede hacerse esta afirmación, pero es así. En la ópera, quien sea capaz de alcanzar cierto nivel y satisfacer siempre al público va a tener su sitio, sea hombre o mujer. Otra cosa es que los compositores muestren más o menos inclinación a favorecer a los diversos registros: los bajos, en ese sentido, tienen menos oportunidades por una mera cuestión de repertorio. Pero, en lo que se refiera a los cachés, no hay diferencias ni privilegios por cuestión de género. Ve si no y pregunta a Anna Netrebko si se siente marginada y apartada por ser mujer. Ya te digo yo que su caché es bastante más elevado que el mío.
-¿Qué nos puede adelantar del Rigoletto que estrenará en Londres en septiembre?
-Estaré allí ya el 8 de agosto para empezar los ensayos. Tengo mucha ilusión. Los responsables de la Royal Opera House han ideado la producción pensando en mí, así que imagínate el privilegio. Será un Rigoletto distinto, porque parte de la base de que Verdi se inspiró también en El rey Lear de Shakespeare, una influencia que quedó velada frente a la de Victor Hugo. Pero habrá que estudiarlo a fondo. En noviembre, además, haré L’elisir d’amore en La Scala, y también me hace ilusión porque interpretaré por primera vez el papel del Doctor Dulcamara. Creo que va a haber un antes y un después ahí. Después haré mucho Verdi. Y volveré a Málaga para estrenar una obra de Marco Frisina.
-¿Hablamos de recuperación?
-Mucha, mucha gente tiene sed de ópera. Más de la que imaginamos. Es increíble tanto amor a este arte. Ahora, nuestra responsabilidad es no defraudarles. En ello estamos.
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