Casa de Dios, libro abierto
Catedral de Málaga
Alberto Jesús Palomo Cruz reúne todas las claves arquitectónicas y artísticas del primer templo de Málaga en un libro publicado por la editorial Almuzara
Málaga/Más allá de su condición de reclamo turístico, del eterno debate sobre la conveniencia o no de terminar su segunda torre, del histórico problema relativo a goteras y filtraciones, de la evolución urbanística de su entorno y de otros muchos apuntes coyunturales, la Catedral de Málaga es el mayor testimonio arquitectónico de la Iglesia Católica en Málaga. La hermosura del edificio llama cada año a cientos de miles de turistas admiradores de sus dimensiones y hechuras, así como de las obras de arte que contiene y su naturaleza patrimonial; de igual manera, no pocos malagueños tienen en la Catedral un eje esencial de su vida litúrgica, religiosa y cultural, ya que también es la Catedral un recinto de primer orden para conciertos de órgano, de música coral, de la Orquesta Filarmónica de Málaga y de otras muchas agrupaciones que hacen uso de sus instalaciones. Pero la Catedral es, ante todo, un templo católico. Esto quiere decir que, desde su consagración el 31 de agosto de 1588 de la mano del obispo García de Haro y Sotomayor, es la Iglesia Católica la que ha dotado de contenido y sentido el inmueble, en un orden espiritual y también material. Como todo templo católico, la Catedral de Málaga es una catequesis construida: esto es, un relato fiel a la doctrina de la Iglesia expresado en la piedra y en los diversos elementos que contiene, que da buena cuenta de esta doctrina y del mensaje esencial de los Evangelios. Y es la Iglesia la que ordena el discurso de esta catequesis; es decir, la que decide qué contenido se inserta en cada lugar, con qué intención y durante cuánto tiempo. Y es que, aunque el discurso es siempre el mismo en el fondo, cambia con el tiempo en la forma, ajustándose en cada momento a las condiciones reinantes tanto dentro como fuera del templo. De este modo, la Catedral de Málaga, como todas las catedrales, es un libro abierto. Pero la compresión de este libro dependerá de la información previa de cada visitante, por lo que podrán producirse a distintos niveles: hay visitantes que se dejan conquistar por la belleza del edificio sin ir más allá, sin penetrar en las páginas de este libro; mientras que alguien con suficiente dominio de la Historia de la Iglesia y, más aún, de su calidad simbólica, será capaz de leer el libro y extraer un provecho mucho mayor. No se trata, cuidado, de códigos ocultos ni de misterios esotéricos, sino de los relatos con los que la Iglesia ha ido tejiendo su mensaje de salvación a través de los siglos.
Nadie mejor que Alberto Jesús Palomo Cruz (Málaga, 1962), auxiliar del Archivo Histórico de la Catedral de Málaga y vinculado al templo desde hace más de tres décadas, podía contar las claves de este libro abierto, desgranarlas y servirlas con ambición pedagógica para que la próxima visita de cualquier interesado resulte más fructífera y, de paso, emocionante. Así que Palomo Cruz ha decidido ponerse manos a la obra y el resultado es el libro La Catedral de Málaga, que acaba de publicar la editorial Almuzara como un recorrido por el edificio con atención a cuestiones como el arte, la arquitectura, la historia, las devociones, curiosidades y rincones. De entrada, la obra de Palomo Cruz podría interpretarse como una guía, incluso para su más ilustrativa consulta en el interior del mismo templo. Pero en realidad es mucho más: se trata de un repaso, pormenorizado y llevado al detalle, por todos y cada uno de los rincones de la basílica. Cada capilla, cada obra de arte, cada elemento, más o menos visible, más o menos discreto, aparece convenientemente contextualizado, con sus nombres y apellidos, las referencias históricas necesarias y la más oportuna exégesis en relación a la doctrina católica y la Historia de la Iglesia. Así, comienza el autor su obra admitiendo que "bastantes de las piezas de las que he hecho mención durante la labor de redacción del presente escrito son susceptibles de ser retiradas o cambiadas de ubicación, porque nada permanece in situ ante el vértigo del tiempo y, en buena medida, a causa de los criterios particulares de quienes se van sucediendo como responsables del edificio sacro". Pero las aspiraciones divulgativas de la obra, en cualquier caso, quedan ampliamente satisfechas. La ambición enciclopédica de Palomo Cruz a la hora de viajar por las entrañas de la Catedral de Málaga queda resuelta de forma amena, casi como si de un libro de aventuras o de detectives se tratase, siempre en busca de la siguiente pista, del siguiente dato. Todo lector de esta obra sentirá sin remedio la Catedral de Málaga más suya.
Abundan en la obra datos harto reveladores que tal vez no sean conocidos por todos los malagueños, como el hecho de que, con sus cuarenta metros, la de Málaga sea la Catedral con mayor altura de España (lo que indica "el dese de sus constructores de recrear la Iglesia celestial y el anhelo por las alturas, metafóricamente hablando, que debe alentar a los creyentes", apunta Palomo Cruz al respecto). Como prácticamente cualquier otro templo desde el cristianismo primitivo, la estructura interna se asemeja a la de un cuerpo humano "para así resaltar la realidad visible de la Iglesia conformada e integrada por todos los bautizados y que. como el propio Cristo, tiene doble naturaleza: la humana y la divina". En este sentido, el altar mayor se correspondería con la cabeza, las naves laterales con las extremidades y el espacio restante con las demás secciones del organismo. Los techos "son reflejo de la caridad que todo lo cubre y a todos acoge", y el pavimento "imagen de la humildad y de los que desprecian al mundo". Los pilares recuerdan en clave espiritual "a los apóstoles, doctores y evangelistas", columnas en las que se sustenta la fe. Las siete puertas de la Catedral se corresponde con el simbolismo anotado en el Apocalipsis de San Juan para expresar la divinidad y la perfección, mientras que el conjunto de óculos y vidrieras repartidas por todo el templo comparten este cariz alegórico en una iconografía que Palomo Cruz describe y examina con virtud de entomólogo. Como es bien sabido, la rica imaginería de la Catedral se corresponde con el culto católico a las imágenes que legitimó el Concilio de Nicea en en el año 325 y que, en referencia a Cristo, justificó Juan Damasceno en el siglo VIII con esta afirmación: "En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura, no podía ser de ningún modo representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios".
Con estos mimbres Palomo Cruz guía al lector por un recorrido que abarca todos y cada uno de los rincones de la Catedral, desde la puerta de las Cadenas construida por "maestros carpinteros locales en la segunda mitad del siglo XVIII según idea del arquitecto Antonio Ramos" hasta todas y cada una de las capillas, el coro, el trascoro, los altares, la girola, los órganos, las vidrieras, el museo y el archivo. En gran medida, el libro entraña un recorrido nada desdeñable por el santoral cristiano, ya que el autor se detiene en todos los santos de la Iglesia representados en óleos, altares y capillas para narrar sus respectivas historias (desde san Artaldo de Belley hasta santo Tomás de Villanueva pasando por san Hugo de Lincoln, santo Toribio de Liébana, san Juan de Sahagún, santo Domingo de Guzmán, san Francisco de Asís, san Cosme, san Damián y, por supuesto, las patronos de Málaga, san Ciriaco y santa Paula, sólo por citar a algunos). En la Capilla de Santa Bárbara podrá encontrar el visitante abundante obras pictóricas, como el retablo La Multiplicación de los panes y los peces y representaciones de la Sagrada Familia (obra de la artista decimonónica Rafaela Roose Ordóñez), san Felipe Neri, la Asunción, Concepción y Natividad de María, la Presentación de la Virgen, los Desposorios de Nuestra Señora, la Anunciación, la Visitación de María, la Coronación de Nuestra Señora, el Nacimiento de Cristo, la Huida a Egipto y el Tránsito de la Virgen, entre otros muchos episodios. La Capilla de la Encarnación presenta la imagen de los patronos y el relieve de la Cena de Emaús, entre otros muchos elementos cuya historia, sentido y oportunidad quedan bien explícitos en esta obra.
Con respecto al coro, Alberto Jesús Palomo Cruz critica abiertamente la tendencia de suprimir o desplazar este tipo de conjunto en iglesias españolas desde el siglo XIX una vez entrados en desuso, "algo que debiera ser impensable acometer en Málaga, entre otras muchas consideraciones, porque su sillería es una obra artística realmente magistral y única". Y añade: "La mudanza de las normas litúrgicas, los intentos poco reflexivos de acomodación a los usos o a las modas del momento, cuando no lisa y llanamente la ignorancia de clérigos y arquitectos, han causado más destrozos en los templos españoles que las invasiones, guerras, desamortizaciones, revoluciones y catástrofes naturales". Con la aportación decisiva de Pedro de Mena, el coro de la Catedral de Málaga es una de las joyas más sobresalientes del barroco español del siglo XVII. Sobre el mismo se encuentran los dos órganos, obra de Julián de la Orden y representativos igualmente de la mejor inspiración barroca en España, con sus 4.500 tubos a lo largo de sus tres cuerpos de 22 metros de altura total en un excelente estado de conservación. Éstos son sólo algunos de los muchos elementos que Alberto Jesús Palomo Cruz cataloga, explica, comparte y revela con la generosidad que sólo un tesoro patrimonial de tal calibre puede alumbrar. Tras la lectura de su obra, la Catedral de Málaga nunca volverá a ser la misma.
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