Más cine, por favor

Málaga/El amor al cine puede llegar a ser tan rotundo como la pasión más desatada de Don Quijote: a menudo los cinéfilos no se conforman con ver películas sino que trabajan por hacerlas llegar a todas partes, compartir sus experiencias con los públicos más amplios y hasta promover la realización de nuevos filmes en manos de jóvenes talentos. En la provincia de Málaga, la existencia de un escaparate como el Festival de Cine en Español entraña una proyección evidente de la misma como territorio cinematográfico, pero lo cierto es que, muy a pesar de la actividad que mantiene el Cine Albéniz durante todo el año (con su filmoteca, su querencia europea y sus proyecciones en versión original subtitulada), seguía faltando un espacio donde el séptimo arte pudiera ser algo más que causa de contemplación: también objeto de debate, intercambio de ideas y, en fin, formación cívica, dado que también para esto (supuestamente) sirve la cultura; al cabo, elementos cuyas consecuencias cristalizan con más alcance en petit comité y en el calor de la pandillita. En la Málaga del siglo XXI, y desde la gestión independiente, pocos han hecho tanto por hacer de Málaga una ciudad de cine real, barrio a barrio, calle a calle, como el Colectivo Croma: con el Certamen de Cortos que cada año acoge la barriada de El Torcal como emblema principal (y cuya aceptación popular se encuentra ya más que consolidada), el grupo, en el que militan cineastas como Sergio Martín y Carlos López, desarrolla actualmente numerosas actividades tanto en Málaga como en otros municipios de la provincia y participa en un buen puñado de festivales, certámenes, ciclos y causas cinéfilas, como el festival internacional Future Shorts y el encuentro de series de televisión BirraSeries. Pero si precisamente se echaba de menos en Málaga un espacio de mayor complicidad para el cine, con una programación a la carta, el colectivo puso en marcha el mes pasado a través de la plataforma digital Verkami una iniciativa determinante al respecto: la puesta en marcha de un cineclub con sede estable en el Ateneo, con la colaboración directa de la institución. La campaña, lanzada a modo de crowdfunding y dirigida tanto a particulares como a empresas, aspira a recaudar 2.000 euros para organizar las primeras sesiones a través de diversas modalidades de micromecenazgo. Y aunque dado el impacto registrado no será difícil recaudar la cantidad, la puerta sigue abierta en la Red para todos quienes quieran formar parte.

A pesar de que la búsqueda de financiación entraña procedimientos contemporáneos, el nuevo cineclub tendrá un funcionamiento de lo más tradicional: con una aportación anual de 25 euros se adquirirá el carnet de socio (cineclubista), si bien en este 2017 se podrá disfrutar del mismo, a modo de incentivo, con una donación de 15 euros o mediante la adquisición de los productos de merchandising diseñados por el ilustrador Agu Méndez (autor también del atractivo cartel del cineclub). Según rezan las bases del proyecto, la programación se distribuirá en ciclos temáticos "que tendrán lugar de una a dos sesiones mensuales en VOSE en torno a la figura de un autor, actor, género, técnica o corriente cinematográfica", si bien se celebrarán además otras actividades como "encuentros con profesionales, talleres y exposiciones". El Colectivo Croma aspira a consolidar en Málaga "un lugar donde la participación del público será esencial para generar el debate, un foro donde nuestro interés por el séptimo arte se manifieste en forma de ciclos de cine, coloquios y todo tipo de actividades paralelas". Con las aportaciones recibidas se costearán las licencias de proyección de las películas y otros permisos, la elaboración de vídeos y materiales promocionales, las cartelerías y el mantenimiento y mejora de equipos de proyección y sonido de la sala. Si todo, como es de esperar, llega a buen puerto, las primeras noticias de estas actividades deberían producirse en las próximas semanas.

El cineclub no es un fenómeno extraño en Málaga, pero sí acusa su condición efímera y tiende tanto a desaparecer como a metamorfosearse. Casi todos los museos y equipamientos culturales acogen ciclos de proyecciones temáticas inspiradas en el espíritu del cineclub (un ejemplo de largo recorrido es el Cineclub, así llamado, del Centro Cultural de la Generación del 27; pero también la reciente incorporación al mapa cultural de la ciudad de la Casa Gerald Brenan ha aportado algunos matices interesantes), aunque en ningún caso van dirigidos a socios sino a públicos generales, con acceso habitualmente libre. El Cine Abierto que organiza el Festival de Málaga, con proyecciones al aire libre en los barrios, recupera las esencias de los viejos cines de verano y responde a la demanda (contrastada por el correspondiente éxito) de un público potencialmente sustancioso que disfruta viendo cine fuera de las salas. Pero el carácter privado y familiar del cineclub es un asunto bien distinto por cuanto favorece el debate posterior, la puesta en común de experiencias e impresiones y la posibilidad de definir una programación al gusto de todos. Si las universidades constituyen en toda España un aceptable campo de cultivo para los cineclubs (el de la Universidad de Granada resulta singularmente modélico), la UMA no ha acertado a llenar el hueco que dejaron las históricas proyecciones (siempre con coloquio posterior) que se llevaban a cabo en el Paraninfo de El Ejido. Actualmente, en la provincia, el Colectivo Más Madera en Benalmádena y el Cineclub Luis Buñuel de Marbella son dos de los principales agentes de resistencia del formato. Ahora, el Colectivo Croma y el Ateneo han abierto una grieta por la que apetece colarse. Ya se sabe que todo el cine del mundo nunca será suficiente.