Último concierto de Joan Manuel Serrat en Málaga, una declaración de amor a su profesión

El cantautor, cómplice con el público y lleno de buen humor, declaró "prohibida la nostalgia" para ofrecer un gran espectáculo

Serrat llega el domingo a Málaga con 'El vicio de cantar' para despedirse de su público

Joan Manuel Serrat, anoche, en su concierto ofrecido en el Auditorio Municipal de Málaga. / Marilú Báez

Málaga/Es difícil definir en palabras lo que se sintió anoche en el Auditorio Municipal de Málaga. Joan Manuel Serrat cantó, se dirigió al público y se despidió con tanta simpatía y ternura que no fue sencillo contener la lágrima. Con la humildad que solo comparten los más grandes, con la cercanía y el buen hacer aprendido durante casi seis décadas sobre muchos escenarios, el cantautor catalán, compositor, poeta y genio, por qué no, dijo adiós a su público malagueño.

El concierto comenzó puntual. Pasados sólo unos minutos de las 22:00 salieron los músicos y una ovación recibió a Joan Manuel Serrat. El público se puso en pie para saludar a su cantante en un auditorio repleto que inició la noche con Dale que dale.

Tras el primer tema se dirigió al público, lleno de buen humor y tremenda simpatía. “Buenas noches, Málaga querida, malagueñas, malagueños y visitantes, sean todos bienvenidos a esta fiesta. Es un placer poder dar las gracias, gracias por acompañarme esta noche y tantas otras”, dijo.

He venido a despedirme como corresponde, pero no va a ser el último concierto, al menos eso espero, pero en el desagradable caso de no llegar al final siempre podrán presumir y decir yo estuve allí, lo vi caer. En previsión de que esto pudiera pasar –bromeó– no tiren los boletos, puede haber algún coleccionista que de algo por ellos, pero aviso que no devolvemos el dinero de la entrada”, comentó arrancando la risa del público.

“Damas, caballeros e imparciales, esto es una fiesta a lo grande que tenemos el gusto de compartir, queda prohibida la nostalgia en el recinto, a partir de ahora todo lo que viene es futuro”, apuntó antes de seguir cantado Mi niñez.

El carrusel de Furo llegó después en una suerte de biografía cantada. Acompañado de siete músicos y con la dirección de su inseparable Ricard Miralles, continuó el concierto con Romance de Curro el Palmo. Pero antes explicó que “mis canciones también son suyas, porque si no las hubieran hecho suyas yo no estaría aquí, gracias porque he podido tener una vida extraordinaria gozando de un trabajo como este, ojalá todo el mundo pudiera tener esta pasión en lo que hace”.

El cantautor se despidió del público malagueño. / Marilú Báez

Y habló de los personajes que habitan en esas letras que han cantado varias generaciones. “Quiero deshacer algunos mitos”, comentó con gracia y, como extraordinario narrador, divirtió con algunas anécdotas que hasta salpicaron a la Reina de Inglaterra.

Señora y Lucía llegaron a continuación para emocionar al respetable. No hago otra cosa que pensar en ti fue la siguiente. “Para mi una canción es esa que se queda pegada en la entretela del alma, una canción es cuando la música habla y la letra canta”, dijo y presentó a su equipo antes de coger la guitarra y cantar Algo personal.

Y se puso serio hablando del poeta Miguel Hernández para introducir Las nanas de la cebolla. “Recordar a Miguel Hernández, ahora a plena luz, es un deber de España, es un deber de amor”, subrayó. De la prisión de Hernández a Para la libertad.

Con ella llegó a su primera hora de concierto, que fue mucho más que una serie de canciones, fue una declaración de amor a su profesión, de complicidad con el público, de relato de una vida entera entregado con generosidad a unos espectadores encantados de escucharlo. Cançó de Bressol, dedicada a su madre y cantada en catalán, precedió a Hoy por ti, mañana por mí y Hoy puede ser un gran día, un mítico tema para llegar al ecuador.

Tras cantar Los recuerdos dijo: “De eso están hechas las canciones, de recuerdos, de inventos, de fantasía, de memoria”. “La realidad es mucho mejor cuando se imagina, ¿no les parece?”, apuntó antes de iniciar Tu nombre me sabe a yerba, coreado y seguido con las palmas.

También se postuló contra la inacción de los Gobiernos frente al cambio climático justo antes de tocar la bella y comprometida Pare, cantada en catalán y traducida en la pantalla que acompañó con recursos audiovisuales su actuación. Tocó el turno de Mediterráneo y los primeros acordes ya fueron festejados para terminar con una ovación cerrada al final de la histórica canción.

Habló con el público, contó y cantó sus historias lleno de buen humor. / Marilú Báez

En Aquellas pequeñas cosas hizo que el público fuera el que entonase la letra. “Gracias, ha sido una emocionante una noche”, dijo empezando a despedirse. Pero todavía quedaban versos con los que vibrar. Los de Cantares, por ejemplo. Tras su “golpe a golpe, verso a verso” salió con sus músicos a saludar y decir adiós frente a un auditorio rendido en aplausos y de pie.

“Hace más de 50 años que estuve en Málaga cantando, en el Hotel Miramar, aquella actuación se la debo a José Luis Martin Lorca. Solo quería darle las gracias por darme esa oportunidad”, comentó. También quiso recordar al que siempre fue "nuestro representante en Málaga", Antonio Rodríguez. "No le hubieran faltado ganas de organizar este concierto", apuntó.

Sin dejar de bromear sobre la muerte y la vida que aún resta, quiso tener unas palabras "para los que no están, los que nos han ido dejando, y un abrazo a los que se han ido incorporando en estos años. Para todos mi cariño, mi recuerdo y mi gratitud. Os he querido con razón y lo seguiré haciendo todos los años que la vida quiera darme, que ojalá sea generosa", agregó.

De vez en cuando la vida interpretó después de sus emotivas palabras y con imágenes de la Semana Santa malagueña y con el Cristo de los Gitanos como protagonista canto La Saeta, que fue celebrada con aplausos sinceros. Le siguió Fiesta y con su última estrofa: “Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta”, pareció llegar a la despedida definitiva.

Pero el público no lo dejaba marcharse. Tampoco parecía querer él, que sin descanso afronto más de dos horas frente al público. “Yo estaría aquí cantado una y otra canción pero tengo dos opiniones en contra, la de mi representante y mi cardiólogo", explicó. "Yo sé que hay que morir, hay que morir de algo, y bailando es infinitamente mejor, aunque también confieso que no digo como otros, no quiero morirme en el escenario", afirmó.

Y dijo que, por gratitud, iba interpretar una canción más. "No tengo ningunas ganas de bajar del escenario, pero no quiero ser plomo, todo lo que empieza tiene que acabar y mejor hacerlo con dignidad. Les amo", confesó. Con las suaves notas de Penelope desapareció del escenario. Pudo y fue un gran día que acabó con una gran noche. Gracias, Serrat.

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