Toda la voz y todas las caras de Noa
Conciertos en Málaga
La cantante y compositora israelí abrió este lunes el Terral con un concierto en el que abordó sus muchas facetas y que acabó con el público en pie
Málaga/Hubo cierta justicia poética y climatológica: justo cuando parecía remitir el terral que había convertido a Málaga en un horno infernal este fin de semana, Noa abría este lunes en el Teatro Cervantes la nueva edición del Terral, un escenario y un festival que le son bien conocidos con lo que, en gran medida, jugaba en casa. De hecho, la israelí abrió su actuación mano a mano con su inseparable guitarrista y aliado Gil Dor con una remesa de temas en español que incluía el conocido vals compuesto para Joaquín Sabina, que la cantante interpretó, a modo de evocación y homenaje, con un sombrero a imagen y semejanza del bombín del ubetense. Tras tal derroche de cortesía, Noa y Dor abordaron la presentación de su nuevo disco, Afterallogy, concebido justamente así, con la desnudez de voz y guitarra, a mayor gloria de diversos standards de jazz y algunos temas propios. Sonaron así Something’s coming, My funny valentine y Anything goes, y cuando todas las cartas parecían boca arriba entró en escena el pianista Ruslan Sirota para darle la vuelta a la tortilla de manera gozosa.
Era cuestión de tiempo que Noa dedicara una entrega al absoluto protagonismo del jazz. No en vano, Pat Metheny produjo Noa en 1994 y desde entonces ha contribuido al éxito internacional de la artista. Su abrumador registro vocal, desde el agudo soprano hasta las graves resonancias barítonas, con una facilidad tremenda a la hora de clavar semitonos donde menos se los espera, le ha conferido siempre sobrada autoridad al respecto. Sirota se sentó al piano para continuar las trazas propias de Afterallogy y emprender, junto a Gil Dor y con Noa fuera de escena, la interpretación de una composición propia grabada en su momento nada menos que junto a Chick Corea; pero la esencia jazzística dio pasos a otras esencias que ha cultivado Noa en sus treinta años de carrera, con feliz atención a algunos de sus más celebrados temas de los 90, como I don’t know o Mishaela, revestidos, como siempre, con Noa a la percusión en un alarde aún mayor de virtuosismo. Y fue aquí, en estas latitudes, donde el trío brindó lo mejor del concierto, poderoso, generoso en los desarrollos y en una explotación magistral de los recursos, que resultaron así no ser tan pocos. Sirota y Dor desplegaron una portentosa maquinaria armónica, solvente y ambiciosa, con toda la atención puesta en no dejar ninguna nota sin tocar (incluidos los hermosos armónicos que Gil Dor hacía relucir en el mástil) mientras Noa conjugaba voz y ritmo con iguales intenciones. En no pocos momentos fue el concierto una lección de aprovechamiento, de la desnudez cristalina al apogeo formal. El esperado Keren Or terminó con el público que completó el aforo disponible en el Cervantes (la mitad del total, por cortesía de la pandemia) puesto en pie y reclamando el regreso del trío con palmas a compás, como corresponde.
Y llegaron los bises con la Noa más conocida por estos lares, de la mano de Es caprichoso el azar de Serrat y, claro, La vida es bella cantada a coro con el respetable entregado. Seguramente, sin tanta azúcar de postre el regusto final habría hecho más honor al concierto. Pero, por supuesto, que le quiten a Noa lo bailao.
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