El corazón del dragón

Almuzara recupera la 'Navegación a Oriente' del religioso Bernardino de Escalante, primera crónica en castellano de un viaje a China, impresa en 1577

Una estampa típica de China, con huerto incluido.

06 de agosto 2008 - 05:00

Ocurre a menudo que la definición de uno mismo depende del conocimiento adquirido sobre el otro. A finales del siglo XVI, cuando el Renacimiento había agotado sus cartuchos, los vastos imperios planetarios de las potencias europeas, con España y Portugal a la cabeza, habían favorecido los desarrollos geográficos y cartográficos que hicieron posible los recortes de las distancias: Asia, África y América dejaban de ser territorios de mitos surcados de monstruos y aparecían en la imaginería de la época como límites perfectamente delimitados, ganados al mar. Cuando a la Ilustración todavía le faltaban un par de siglos, la literatura de viajes aparecida en esta época prescindía así de la fabulación maravillosa y se esmeraba en presentar descripciones detalladas, con escrupulosidad científica. En el caso de España, uno de los ejemplos clave ha sido un verdadero ausente en las librerías de las últimas décadas, aunque ahora, felizmente, Almuzara ha decidido recuperarlo dentro de su nuevo sello Blu Minor. La Navegación a Oriente y Noticia del Reino de la China, escrita por Bernardino Escalante e impresa en 1577, pasa por ser la primera crónica escrita en castellano de un viaje a China. La edición que aquí nos ocupa cuenta con una clarificadora introducción de Lara Vilá, responsable también de las notas y puesta al día del texto.

Bernardino de Escalante nació en Laredo en 1531 e inició la carrera militar, aunque ya en 1559 cambió las armas por la vida religiosa. Se afincó posteriormente en Sevilla, donde escribiría sus obras más conocidas: esta Navegación a Oriente y los Diálogos del arte militar, que publicó en 1583 y que haría las delicias de Felipe II.

De hecho, el volumen dedicado al Reino de la China apareció en pleno apogeo del imperio español y, de alguna forma, el conocimiento que aportó vino a consolidar aún más sus bases al ilustrar de manera efectiva sobre un terreno para el que la competidora Portugal había mostrado intereses vitales. La consecuencia fue directa: tras la aparición de su obra, De Escalante se unió por orden de Felipe II a la junta de cartógrafos portugueses dirigidos por Juan de Herrera y ejerció como asesor del monarca hasta su muerte a principios del siglo XVII, en fecha desconocida. El autor aprovechó la infraestructura marítima y comercial que Portugal ya había levantado en provecho de su misión apostólica y terminó regalando un fresco admirable por certero, que dejaba el Libro de las maravillas de Marco Polo en los baúles de la leyenda. Las descripciones de templos, edificios, vestimentas, costumbres, instrumentos educativos, sistemas de gobierno, ritos religiosos, transportes y modos de producción resultan hoy divertidas, didácticas y literariamente exquisitas. Y todo en menos de 180 páginas.

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