Cara a cara con el monstruo

Crítica | Jauría

Una escena de 'Jauría', la producción de Kamikaze. / Vanessa Rábade

La Ficha

JAURÍA

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Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 17 de enero. Dirección: Miguel del Arco. Dramaturgia: Jordi Casanovas. Reparto: Fran Cantos, María Hervás, Ignacio Mateos, Javier Mora, Raúl Prieto y Martiño Rivas.

Hay un tópico ya desgastado en la idea de que lo más importante de cualquier función de teatro es el público, en parte porque el mismo teatro tiende a preocuparse demasiado por sí mismo. Lo mejor que puede decirse de Jauría, sin embargo, es que pocas veces el público ha sido una cuestión tan urgente, tan esencial para el teatro español en lo que llevamos de siglo. Este domingo, además, el público que acudió a la representación del Teatro Cervantes había tenido menos de veinticuatro horas para, con todo el aforo ya vendido, devolver sus entradas, volver a adquirirlas y afrontar un cambio de horario que señalaba el comienzo de la función a las cuatro de la tarde dadas las últimas restricciones sanitarias: es decir, un público que había puesto mucho de su parte y había asumido incomodidades notables para ver la obra (mención aparte merecen la gestión ejemplar del Teatro Cervantes y el Festival de Teatro y el compromiso de la compañía Kamikaze para salvar la cita). Pues bien, este público tuvo la ocasión de encontrarse con el monstruo cara a cara: de verlo, escudriñarlo, sentirlo y reconocer que no lo era del todo ajeno. Pocas veces, por lo mismo, la función original de un espectáculo, ofrecer un espejo, ha gozado de un cumplimiento tan excepcional.

El monstruo no era únicamente el que componían los cinco miembros de La Manada: también un sistema judicial que hasta hace apenas un par de años amparaba conductas aberrantes y criminales y que justamente gracias a este caso quedó, en parte, corregido. La dramaturgia de Jauría reproduce con fidelidad el sumario del juicio para una creación teatral basada en la contención y el rigor, con una puesta en escena articulada como una partitura y con un reparto deslumbrante en la interpretación de la misma. Pero si el público es aquí un factor esencial es porque Jauría trata, antes de cualquier otra cosa, del poder de la sociedad para transformar lo que debe ser transformado y espantar al monstruo. La experiencia es reparadora; el viaje, aunque duro, colosal.

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