El delirio según Carlos Álvarez

Tras llevarse los mayores aplausos en el estreno del sábado de 'Un ballo in maschera' en el Liceu, el barítono llegará con 'Falstaff' a Turín en noviembre

Representación de 'Un ballo in maschera' el pasado sábado en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, con Carlos Álvarez a la derecha.
Representación de 'Un ballo in maschera' el pasado sábado en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, con Carlos Álvarez a la derecha. / Quique García / Efe
Pablo Bujalance

09 de octubre 2017 - 02:04

Málaga/Cuando Calixto Bieito estrenó su montaje de Un ballo in maschera en el Liceu en 2000, el órdago se saldó como en los viejos tiempos: con un pataleo sonoro, improperios varios y una audiencia dividida que por poco llega a las manos. El pasado sábado, el Gran Teatro barcelonés acogió el estreno de una nueva puesta en escena del aquelarre melodramático verdiano, con la dirección musical de Renato Palumbo, la dirección escénica de Vincent Boussard y un reparto que, en esta primera instancia, contó con un reparto encabezado por el tenor polaco Piotr Beczala (que precisamente debe buena parte de su éxito en el escalafón lírico a Un ballo in maschera) en el papel de Riccardo, la mezzo estadounidense Keri Alkema (fichada el mes pasado in extremis en sustitución de Ekaterina Metlova, quien se vio obligada a renunciar por motivos de salud) como Amelia y el barítono malagueño Carlos Álvarez, quien únicamente volverá a interpretar el papel de Renato en este montaje mañana martes (Giovanni Meoni y Marco Caria se repartirán las funciones restantes hasta el próximo día 29). A pesar del tono sobrio y oscuro que Vincent Boussard ha conferido a la producción, esta vez Un ballo in maschera sí fue del gusto del público, que dio su beneplácito a la propuesta con una ovación unánime cuyos aplausos reconocieron con especial énfasis el trabajo limpio, virtuoso, eficaz y conmovedor de Carlos Álvarez: contratado para sólo dos funciones (dicho mal y pronto, para cubrir un hueco que exigía no pocas dosis de profesionalidad y disposición), el malagueño terminó siendo reconocido como artífice del mayor brillo del espectáculo. El crítico de El Periódico, César López Rossell, se refirió a la actuación del artista ayer en estos términos: "Carlos Álvarez (Renato), paradigma del barítono verdiano, demostró que cuando él sale a escena sube el precio del pan de la dramaturgia. Aplaudido en su primera aria, provocó el delirio con la incisiva Eri tu che macchiavi quell'anima". Casi nada.

A la hora de embarcarse en este proyecto, a Álvarez no le faltaban motivos. Ya en junio, cuando se anunció su participación, aseguró que la posibilidad de "volver al Liceu recomponiendo el gesto para sustituir a un compañero en dificultad de salud se convierte en el reto de reemprender otra de las ópera de mi repertorio verdiano". Y es que, pocas horas antes de subir a escena, el malagueño daba cuenta de su satisfacción al poder "quitarse la espinita" de volver a Un ballo in maschera, ópera que sólo había interpretado anteriormente en el Metropolitan de Nueva York en 2005: cuando el Teatro Real la programó en 2008 con su nombre en el cartel, Álvarez tuvo que renunciar por los problemas de salud que le mantuvieron apartado de los escenarios durante una buena temporada. En su categoría de referente verdiano, este desquite respecto a Un ballo in maschera representaba una cuenta pendiente: ahora, el barítono la ha resuelto dando toda una lección de su dimensión imprescindible. Eso sí, a cambio de este éxito, Álvarez tuvo que suspender su concierto en la Sala María Cristina de Málaga con la Historia de un soldado de Stravinski anunciado en su momento justo para el pasado sábado 7, dentro del programa de actos del Museo Ruso. Su ciudad natal perdió una nueva oportunidad para disfrutar de su voz única, pero seguramente bien valió la pena todo un Liceu rendido a sus pies.

Verdi será también el protagonista de las primeras citas de la agenda que aguarda a Carlos Álvarez el resto de la temporada: del 15 al 26 de noviembre protagonizará un Falstaff en el Teatro Regio de Turín con la batuta de Daniel Harding, y será Rigoletto el que le mantenga ocupado en Génova a lo largo de diciembre, cuando también alternará un Andrea Chénier de Giordano en el Teatro Campoamor de Oviedo en el papel de Carlo Gérard (personaje con el que, por cierto, regresará en marzo de 2018 al Liceu en una producción distinta). En enero hará doblete en la Ópera de Viena con el Sulpice de La fille du régiment y el Escamillo de la Carmen de Bizet (cuya dirección escénica correrá a cargo de Franco Zeffirelli). Especial mención merece su participación en La Tempestad de Chapí que podrá verse en febrero en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y en el que volverá a cantar junto a la soprano granadina Mariola Cantarero. Sansón y Dalila de Saint-Saëns en Viena en mayo y y un Don Giovanni de Mozart como protagonista de nuevo en Turín en junio y julio añadirán más leña al delirio.

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