El diablo dijo sí
Bob Dylan, referencia ineludible de la cultura en el último siglo, cumple hoy 70 años · Entre la leyenda y el artista, su obra resiste en lo alto de un Olimpo cambiante e impredecible
La leyenda en torno a Bob Dylan ascendió ayer un peldaño de la mano de Robert Shelton, amigo y biógrafo del músico. El periodista dio a conocer en Londres el contenido de una entrevista grabada en 1966, en la que el genio admitía que estaba “enganchado a la heroína” y que había pensado en suicidarse. Aquel año se alumbró su primera gran polémica, cuando fue tachado de traidor por no pocos de sus más fieles seguidores después de su abandono del tono más estrictamente folk en beneficio de los prodigios eléctricos. Y aunque la afección personal de Dylan respecto a todas aquellas acusaciones ha sido desde entonces un misterio, la revelación de Shelton confirma que el golpe no fue un mero contratiempo: “Soy el tipo de persona que se suicidaría. Me pegaría un tiro en el cerebro. Si las cosas fueran mal, saltaría por la ventana”, dice el autor de Just like a woman a sus 25 años en la entrevista hasta ahora inédita. Posiblemente no exagera. Pero lo cierto es que Robert Allen Zimmerman (Duluth, Minnesotta) cumple hoy 70 años, así que cabe celebrar que el gatillo se haya quedado en su sitio. Tal vez, como Paganini o Robert Johnson, Dylan firmó un pacto con el diablo para mantener su inspiración sin perjuicio para su longevidad, y viceversa. De haberlo hecho, también habrá que agradecer al maligno su aceptación.
Dedicar un artículo como éste a recomendar canciones y discos de Bob Dylan resultaría inútil, así como ahondar en su condición de líder, en su proeza contestataria y generacional, en su cualidad simbólica y en su capacidad para generar controversia incluso sin buscarla (tras la última refriega, relacionada con su reciente concierto en China, respondió así en su página web : “Si hubo alguna canción, verso o línea censurado nadie me lo dijo, jamás, y tocamos y cantamos todas las canciones que teníamos intención de tocar”; no obstante, su comunicado no hace referencia al silencio que mantuvo en la misma actuación respecto al artista chino Ai WeiWei, encarcelado por su disidencia política). En el fondo, resulta casi temerario decir cualquier cosa sobre Dylan, el judío que se convirtió al catolicismo y llegó a cantar para el Papa, el hombre que se enfrentó de cerca a la muerte tanto por su propia mano como por un severo accidente de moto en 1966 o un ataque cardiaco en 1997, el artista por el que no pocos activistas políticos llegaron a sentirse traicionados a mediados de los 60 cuando reclamó su independencia, el demiurgo que incitó a los Beatles a dejar de hacer duduá y a decir algo en las letras (así como a tener sus primeras experiencias con la marihuana), la estrella que decidió en su madurez no abrir la boca en el escenario y emprender una gira interminable con más de cien conciertos al año que se prolonga ya desde hace casi dos décadas, el compositor que rinde a la crítica con sus últimos discos (Modern times, lanzado en 2006, fue considerado el álbum más importante del año y una obra maestra absoluta), el huraño contra el que nada pueden el Nobel ni el Príncipe de Asturias y el autor de Blowin’ in the wind, The times they are a-changing, Like a rolling stone, Tangled up in blue, A hard rain’s a-gonna fall, Hurricane, Love minus zero / No limit y tantas otras canciones inmortales (hoy corresponde entonar especialmente Forever young a modo de Cumpleaños feliz, aunque sea para reforzar los vínculos del pacto diabólico). Dylan, como Satanás, no es uno sino muchos: cada uno lleva un Bob Dylan guardado en su memoria, en su corazón, en su espalda, en sus cajones cerrados.
En una entrevista televisiva (la primera en veinte años) realizada en 2004, Dylan sentenció: “No soy un salvador ni un profeta. Mis canciones no son sermones y no considero que haya nada en ellas que diga que soy un portavoz de nada ni de nadie”. Fuera lastres. Dylan se ha salvado a sí mismo y el mundo no es mucho mejor que en 1965. Para lo demás queda la esperanza.
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Por aquello de que cada uno hace con Bob Dylan lo que puede, y no tanto lo que quiere, corresponde dejar las impresiones y opiniones acerca de semejante personaje en boca de una representativa muestra de la cultura local. Dieciséis músicos y poetas malagueños (o relacionados con Málaga) exponen a continuación, en breves píldoras, lo que Dylan representa para ellos, para bien o para mal. El conjunto puede ser empleado a modo de breviario o salterio religioso, apto para la reconciliación con las potestades divinas si se susurra en recogimiento eucarístico. La conclusión es clara: el músico representa una influencia decisiva y admirada en compositores, cantantes, instrumentistas, escritores y almas inquietas de la más diversa índole; del jazz al flamenco, de la música clásica al rock, del verso más conceptista al más culteranista, la huella del autor de Slow train coming se percibe entera, diáfana y profunda. Sirva este recorrido como homenaje y regalo de cumpleaños: no están todos los que son pero sí son todos los que están. Al fin y al cabo, a quién no le gusta Bob Dylan. Como afirma el crítico Alex Ross, sin él la relación entre música y la palabra habría sido otra en el último siglo.
Javier Ojeda, cantante de Danza Invisible
"Casi siempre se piensa en Dylan como en un cantante político, pero sus mejores letras hablan de la relaciones de pareja. Ahí es genial"
Pasión Vega, cantante
"Es un cronista extraordinario de los conflictos y de lo cotidiano, pero ante todoes un poeta excepcional y un compositor único y brillante"
Álvaro García, poeta
"Resulta admirable el modo en que introduce la gramática del nombre propio, algo de lo que deberíamos aprender todos los poetas"
Toni Zenet, cantante
"Su indignación está hecha desde la poesía y la música. Él me hizo sentir que se pueden cambiar las cosas desde uno mismo"
María Eloy García, poeta
"Su música es para mí la banda sonora de una road movie ambientada en la N-340 en dirección Almería. Ese viaje lo he hecho con él"
Pedro Ramírez, guitarrista de Tabletom
"Aunque su música sea simple y no se le entienda al cantar, siempre te llega. Lo primero que yo toqué fue Blowin in the wind, ya ves"
Lucas Martín, poeta y periodista
"Es el resumen de una generación en la que la juventud empezó a ser joven. Su capacidad para crear imágenes es sorprendente"
Daniel Casares, guitarrista de flamenco
"Encarna la difícil sencillez: con muy pocos elementos te hace una gran obra. En ese sentido, es una referencia decisiva para mí"
Fco. Ruiz Noguera, poeta
"Bob Dylan constituye una mezcla perfecta de lirismo y revolución. Y lo hace siempre, tanto en sus letras como en su música"
Elphomega, MC de Hip Hop
"Viendo cómo está la actualidad no está de más recuperar The times they are a-changing, un llamamiento perfectamente vigente"
Diego González, director de orquesta
"Supo captar el sentido más popular de la música americana sin ceñirse a un solo estilo. Nunca ha puesto límites a su revolución"
Antonio Luque, líder de sr. Chinarro
"Cambió la historia con una guitarra, tres acordes mal contados y una voz que esquiva la afinación y la desafinación por igual"
Pablo Garrido, voz y batería de Tom Cary
"Blood o the tracks me cambió la perspectiva de las cosas, es un disco de plena madurez. Suena mucho en nuestra furgoneta"
Carlos Pino, guitarrista de jazz
"Aunque no me haya marcado como músico, su valor representativo de una idea que trasciende a la propia música es innegable"
Carlos Pranger, poeta y traductor
"Bob Dylan es, además de otras cosas, un verdadero maestro del disfraz y del reciclaje. Y también, claro, un auténtico superviviente"
J.Antonio Delgado, cantautor
"Como si del mismísimo faro de Alejandría se tratara, la música de Bob Dylan me ayudó siempre a salir del mar de la apatía"
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