Teatro de cristal para las mujeres invisibles
El diario de Próspero
Sólo uno de cada cuatro espectáculos estrenados en España está dirigido por mujeres, una brecha que en otras cuestiones relacionadas con las artes escénicas llega a ser aún mayor
En la aspiración universal y compartida de representarlo todo, a la manera de la imitación de la realidad que diagnosticaba Aristóteles, a menudo la escena falla en lo más evidente. En el teatro español contemporáneo, sólo uno de cada cuatro espectáculos estrenados está dirigidos por mujeres. La brecha se amplía si se aplica la lupa a otras cuestiones del mismo ámbito: en la temporada 2018/19, sólo el 31% de los recintos escénicos estaban dirigidos o gestionados por mujeres. En el caso de los contenidos programados entonces, el 9% de los espectáculos musicales fueron compuestos por mujeres mientras que únicamente en el 4% de los casos la dirección musical tuvo a una mujer al frente. En lo que a los textos dramáticos se refiere, el 28% fueron versiones o adaptaciones realizadas por dramaturgas. La paridad únicamente se alcanza en la danza: el 53% de los espectáculos coreografiados programados en ese periodo tuvieron a una mujer detrás. Son datos procedentes del estudio ¿Dónde están las mujeres en las artes escénicas?, elaborado por la asociación Clásicas y Modernas para la Igualdad de Género en la Cultura en colaboración con la Fundación SGAE y dado a conocer hace sólo unos días. Participaron en la realización del informe Anna Caballé, presidenta de la Asociación Clásicas y Modernas; Carme Portaceli, quien asumirá la dirección artística del Teatre Nacional de Catalunya en la temporada 2021/2002; Natalia Álvarez Simó, directora del Centro Cultural Conde Duque de Madrid; y Margarita Borja, autora, directora escénica y coordinadora nacional de las Temporadas de Igualdad Mujeres/Hombres en las Artes Escénicas de Clásicas y Modernas, y codirectora durante varios años del Encuentro de Mujeres Iberoamericanas en las Artes Escénicas en el FIT de Cádiz. El techo de cristal en las artes escénicas es, por tanto, notorio y abultado. Más, seguramente, que en otros ámbitos de la producción cultural en los que los creadores han contribuido a fomentar la igualdad con mayor determinación.
En la presentación del estudio, Anna Caballé explicaba que el mismo “nace de una impresión. De la sensación de que siempre había menos mujeres en la cultura. En 2014, para vigilar que la ley de Igualdad se cumpliera, desarrollamos estos estudios que hoy ponen de manifiesto la gran desigualdad existente entre hombres y mujeres”. Precisamente, Portaceli señalaba como necesario punto de partida “exigir a las autoridades que se penalice el incumplimiento de la Ley de Igualdad”. Álvarez Simó contó, por su parte, que durante su etapa como directora de los Teatros del Canal “siempre había alguien que se sorprendía de que una mujer estuviera en ese puesto y siempre me daban explicaciones sobre cómo hacer mi trabajo”. Es paradójico que, si bien la escena aborda con frecuencia cuestiones relacionadas con la igualdad y las injusticias cometidas contra las mujeres por el hecho de serlo en muy distintos contextos, desde el profesional hasta el más íntimo, la misma escena muestra dificultades para incorporar en su día a día el discurso igualitario que a menudo proyecta de cara al público.
La misma Carme Portaceli recordó que durante su etapa al frente al Teatro Español (que hoy dirige Natalia Menéndez) una programación “paritaria” se tradujo en un crecimiento del público de más del 60%. Precisamente, Portaceli es la primera mujer que pasa al frente del Teatre Nacional de Catalunya, un nombramiento vivido como un éxito no pequeño en la lucha de las mujeres por hacerse visibles en el teatro. Y aquí se encuentra una clave interesante: junto a la justa y necesaria promoción profesional de las mujeres en paridad con los varones, resulta no menos importante la adopción del mundo de las mujeres como materia fundamental de la escena. Esto pasa, también, por una sacudida del repertorio más recurrente en fondo y forma: ejemplos recientes como La pasión de Yerma, revisión de la obra de Lorca dirigida por Pepa Gamboa este mismo 2020 con la versión de Lola Blasco, el histórico Don Juan Tenorio Don Juan Tenorio adaptado y dirigido por Blanca Portillo en 2014 o las Troyanas de Eurípides que dirigió la citada Carme Portaceli en 2017 con adaptación de Alberto Conejero han abierto un camino interesante a la hora de aplicar una determinada óptica, la de las mujeres, al discurso teatral más extendido. Falta, todavía, que este órdago artístico se convierta en una medida estructural para el teatro español. Muy seguramente, lo uno hará posible lo otro. Aunque también para esto ya vayamos tarde.
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