Érase una vez el CAC Málaga

Museos

La incorporación del equipamiento al ecosistema municipal entraña el punto final al episodio que originó ‘la ciudad de los museos’ y que pretendió demostrar las bondades del modelo de gestión privada con financiación pública, finalmente fallido

Muere el CAC, nace el MuCAC Málaga

Marina Abramovic, del brazo de Fernando Francés, en la inauguración de su exposición en el CAC Málaga en 2014. / Javier Albiñana

Málaga/Los más jóvenes no lo recordarán, pero la ciudad de los museos tuvo su origen el 17 de febrero de 2003 con la inauguración del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) Málaga. Con la rehabilitación del Palacio de Buenavista como sede del futuro Museo Picasso todavía en marcha, y con los fondos del Museo de Bellas Artes embalados desde hacía ya demasiado tiempo, la ciudad lastraba un déficit expositivo impropio de una capital de sus hechuras, con lo que la llegada del nuevo equipamiento adquirió tonos decididamente festivos. En los años siguientes abrirían sus puertas el Museo Carmen Thyssen, el Museo Ruso y el Centro Pompidou, con los que Málaga se consolidó en los primeros puestos de su particular liga de ciudades museísticas, pero en 2003 semejante panorama resultaba inimaginable y el CAC prometía experiencias inéditas en el antiguo Mercado de Mayoristas. Su propuesta prometía la creación de una colección en la que tendrían cabida “artistas de proximidad” (los medios que cubrían los primeros pasos de la institución tuvieron que ponerse al día respecto a la neolengua) y exposiciones de creadores internacionales. Que el órdago iba en serio quedó demostrado cuando se anunció que la primera muestra temporal, inaugurada en enero de 2004, tendría como protagonista nada menos que a Gerhard Richter, un tanto que poco antes se le había escapado al mismísimo Museo Reina Sofía. A partir de entonces, figuras como Marina Abramovic, Mark Ryden, William Kentridge, Julian Schnabel, Louise Bourgeois, Miquel Barceló, Bill Viola, Gilbert & George, Julian Opie y Tracy Emin desfilarían por las salas del CAC, como santo y seña de un éxito por el que pocos habrían apostado. Los fondos, por su parte, crecieron hasta superar las seiscientas obras mediante compras y adquisiciones y también mediante acuerdos como el que hizo posible la cesión de la colección de Carmen Riera. Al mismo tiempo, el CAC proponía un modelo de funcionamiento no menos inédito (ya no solo en Málaga, sino a nivel nacional) al optar por un sistema mixto de gestión privada y financiación pública: la empresa que se hizo con la gestión del centro, Gestión Cultural y Comunicación, dirigida por Fernando Francés, dispondría de presupuestos que pasaron a superar de manera holgada los tres millones de euros anuales para llevar las riendas del museo a su antojo. Durante las décadas siguientes, tanto Francés como el alcalde, Francisco de la Torre, defendieron las bondades del modelo. Ahora, dos décadas después, con el equipamiento abocado a la gestión municipal, la historia adquiere otro color.  

Visitantes guardan cola en el CAC para asistir a la inauguración de la exposición de Mark Ryden en 2016. / Javier Albiñana

Y es que si algo ha demostrado esta historia es que las presuntas bondades del modelo se limitaban a la oportunidad de diseñar una programación de altura que otorgan cada año esos 3,2 millones de euros; a partir de aquí, queda un aprendizaje claro respecto a las dificultades, serias, que entraña encajar un híbrido público-privado, o lo que es lo mismo, cómo armonizar intereses que en muchos sentidos son bien opuestos. Mientras la demanda respecto a una mayor transparencia en cuestiones como la adquisición de obras para la colección y el crecimiento del patrimonio personal de sus responsables crecía entre la oposición municipal y buena parte de la opinión pública, Fernando Francés revalidaba su posición al frente del CAC en cada nueva convocatoria pública abierta por el Ayuntamiento con un notable aumento del volumen visitantes (cuyo registro también fue en su momento objeto de polémica) como principal valedor. Fue así hasta febrero de 2019, cuando la Junta de Andalucía anunció el fichaje de Fernando Francés como secretario general de Innovación Cultural y Museos. El entonces consejero de la Presidencia, Elías Bendodo, señalaba que la Junta reclamaba los servicios de Francés “para repetir en toda Andalucía el milagro de la transformación cultural que había tenido lugar en Málaga”, pero la experiencia del gestor en el ámbito público resultó ser bien breve: en agosto del mismo año, Francés anunciaba su dimisión y cargaba contra la Junta de Andalucía por “no comprender” sus criterios de actuación, “basados en el conocimiento del sector”. 

La experiencia de Fernando Francés en la Consejería de Cultura fue breve, pero suscitó numerosas acusaciones de incompatibilidad

El breve salto de Francés, sin embargo, despertó más recelos respecto al posible respaldo público para beneficios privados: antes de aceptar el cargo en la Junta, Francés anunció la venta de su empresa, Gestión Cultural y Comunicación, a un “grupo de inversores” al mismo tiempo que señaló como hombre al frente al empresario José Luis Díaz Noriega, sin trayectoria conocida en el ámbito museístico. En el mismo 2019, el Ayuntamiento abrió un nuevo concurso público para la gestión del CAC que volvió a ganar Gestión Cultural y Comunicación, con el mismo equipo que había venido trabajando con Fernando Francés en los últimos años y con Helena Juncosa, pieza fundamental en el CAC desde su inauguración, como directora. Del mismo modo, una vez concluido el periodo de Francés como secretario general en la Junta, su presencia en el que había sido su museo como comisario siguió siendo frecuente como comisario de distintas exposiciones, lo que suscitó nuevas acusaciones de incompatibilidad. Todavía mientras seguía vinculado a la Consejería se supo que Francés había creado otra empresa, Gestión e Inversión El Museo, después de haber vendido Gestión Cultural y Comunicación y solo cinco días antes de acceder a su cargo público, lo que hizo sonar las alarmas respecto a la supuesta función de la nueva firma como empresa pantalla. Por último, los requerimientos de la Justicia en relación con los casos de los mosaicos de Invader y la denuncia por agresión presentada por la artista Marina Vargas(de los que quedó absuelto) invitaron a considerar que, muy a pesar del éxito de público, seguramente el modelo no fue una idea tan feliz. En los últimos años, ya sin Fernando Francés y con una programación considerablemente menos atractiva (aunque con igual presupuesto), el público también parecía haberse cansado del CAC, el único museo que no logró recuperar los registros de visitantes previos a la pandemia: de los 500.000 anotados en 2017 hubo que conformarse con los 131.000 de 2023.  

El CAC tiene ahora la oportunidad de ser lo que debió haber sido siempre: un museo público con una estricta conciencia de lo público

Renombrado ahora como MuCAC Málaga (también Fernando Francés registró a su nombre la marca CAC Málaga y su anagrama, si bien explicó entonces que el pliego de condiciones así se lo exigía) en alianza con las salas de exposiciones de La Coracha (ya integradas en la programación del CAC desde 2019) y el Museo del Patrimonio Municipal, el CAC, o lo que fue el CAC, termina con la posibilidad de ser 21 años después lo que tal vez debió haber sido desde su nacimiento: un museo público con una estricta conciencia de lo público. El mantenimiento del presupuesto anunciado por el Ayuntamiento invita a pensar en la ampliación de la colección y en nuevas exposiciones de interés, pero, más allá de los carteles, habrá tiempo para evaluar si la lección ha quedado bien aprendida.  

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