La espátula de Jorge Rando vuelve a arrojar luz a la oscuridad
El museo del pintor malagueño presenta una nueva exposición temporal y su última obra
‘Años jóvenes de un viejo maestro’ y ‘Un Réquiem ucraniano’ se podrán visitar hasta el 26 de septiembre en la pinacoteca del barrio de El Molinillo
Málaga/Hace ocho años que en el barrio malagueño de El Molinillo se encuentra la cuna del expresionismo de la ciudad. El Museo Jorge Rando, dedicado a la obra de este pintor, inaugura hoy la exposición temporal Años jóvenes de un viejo maestro, un recorrido por las primeras creaciones del pintor. Estas pinturas de los años 60 se exhibirán junto con la última creación del artista: Ein ukrainisches Requiem (Un Réquien ucraniano). El maestro de la espátula describe con el lenguaje de la pintura sus sentimientos al contemplar las tinieblas del ser humano en dos épocas diferentes que mucho se asemejan, porque como dice el artífice: “Siempre es lo mismo, humanos luchando contra otros humanos”.
Todavía huelen a pintura fresca las dos mariposas que protagonizan Réquiem ucraniano, ya que la última pincelada se dio hace cuatro semanas. El autor escuchaba Ein deutsches Requiem de Johannes Brahms y en esos momento sintió que tenía que parar. “Rememoré cuando me di cuenta de que no podía pintar el olor de la rosa”. Ahí pensó que si el compositor alemán pudo componer esa sinfonía, ¿por qué no iba a plasmar él lo que estaba pasando tan cerca?. “Me puse a pintar. No comí ni descansé hasta dar con lo que quería”, confesaba el autor, quien ahora se muestra “satisfecho”. “Este Réquiem lo abarca todo, no solo la guerra. Es la mentira y la sociedad. Es el suicidio de la humanidad que estamos presenciando”.
El lienzo recoge la totalidad de la vida, con sus claros y sus oscuros. La horizontalidad del cuadro sirve como elemento para diferenciar entre dos partes: el cielo y la tierra, la barbarie y la esperanza. La directora del museo, Vanesa Díez, apuntaba hacia el contraste que emana la obra. Los tonos claros de la parte más alta chocan con los marrones y verdes que cubren la parte más baja del lienzo. Delante de esta, a muy corta distancia, un banco invita a que “los miradores de cuadros”, como los califica Rando, se sienten para contemplarla de cerca. Si este ejercicio se realiza con perspicacia, se podrán visualizar las huellas dactilares de Jorge, que en su proceso creativo necesitó ser él el propio instrumento. “La obra está meditada, pensada, sangrada y reflexionada hasta el último milímetro del lienzo. Algunas zonas tienen cinco capas y otras tienen treinta, en las que no he parado hasta conseguir plasmar lo que yo quería decir. ¿Lo habré conseguido?, eso no lo sé, porque la última pincelada la pone todo el que mira el cuadro y tiene la paciencia de terminarlo y ver lo que le dice”.
“Los pintores no tenemos ni que criticar ni que condenar, solo mostrar”, así concibe el malagueño su labor. De esta forma, indica que no cuando pinta no debe pensar, es algo conceptual. Relata que en su proceso para este cuadro sentía dos mariposas que las mandaba a buscar la aurora y no regresaban, pero que estas le reclamaban. “Nos están bombardeando con la guerra desde hace seis meses en todos los aspectos. Lo hemos visto todo e interiorizado, en ese momento piensas que por qué no vas a pintarlo y es ahí cuando se deben cortar todas las conexiones que tiene tu mente con la guerra. Si pintas pensando, ya estás quitando libertad. Yo sentía esas mariposas y las tenía que integrar”. De esta forma, su forma de concebir el arte quedan reflejada en las palabras que lucen en una de las paredes principales del museo “todos mis pensamientos sobre el arte no quiero que nazcan de conocimientos adquiridos, sino de mi experiencia”.
Años jóvenes
Datan de los años 60 las obras recogidas en la exposición temporal Años jóvenes de un viejo Maestro, aunque las cuestiones que reflejan responden a la actualidad: migraciones masivas, guerras o sufrimiento. “Me agarro a la esperanza al ver que todo sigue igual después de 50 años”, relataba Rando en la presentación. Estos lienzos tienen sello alemán, ya que el pintor los realizó durante una de las épocas en la que el vivió en Colonia y no había cumplido aun la veintena.
Áfrika, Colchards, Prostitución o Paisajes son algunos de los ciclos que componen una serie en la que el autor mira a la realidad de frente. “Los colchards son personas sin hogar que son siempre invisibles al resto de la sociedad porque nos resultan incómodos. Rando nos impide voltear la mirada”, indicaba Vanessa Martín, directora del museo. El autor da a ciertos colectivos el lugar en el lienzo que las sociedad les ha denegado. Así, retrata a las prostitutas con labios rojos y con sincero respeto para tratar de dotarlas de uno de los aspectos más transversales de su carrera: la dignidad.
Rando invita a los “miradores de cuadros” a viajar hasta la Rusia de los años 70 en el ciclo Retratos. Jugando con los colores y aprovechando el trazo abrupto, las obras los trasladan a un hospital psiquiátrico de la época. Los lienzos tratan de emanar el sentimiento de ansiedad que produce el no ser comprendido por la sociedad, según Martín.
"Quiero pintar la vida"
El artista está a punto de cumplir sus 83 años. Su vitalidad y presencia dan indicios de que su trayectoria profesional sigue su cauce. “La última obra es un paso más para la siguiente y yo ya estoy pensando en la próxima”, confesaba Rando. El pintor reflexiona sobre estos años de su vida aunque explicaba que él no cree en la edad: “Solo hay dos etapas: la vida y la muerte y mientras que yo pinte, no tengo tiempo de hacerme viejo”. Jorge Rando lleva años consagrado como una de las joyas culturales de Málaga de las que se podrá seguir presumiendo, ya que el autor pretende hacerle juicio a su cita más celebre: “Quiero pintar la vida”, por lo que a la espátula de Jorge Rando todavía le quedan muchas historias que trazar.
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