Espejo Negro, España Negra
Artes escénicas
La compañía de Ángel Calvente adapta al teatro de títeres ‘El verdugo’, la inolvidable película de Luis García Berlanga, en un montaje que estrenará el 13 de enero en el Teatro del Soho Caixabank
Programación del Teatro del Soho para 2023
Málaga/La unanimidad en torno a la consideración de El verdugo como obra maestra de la historia del cine mantiene su vigencia por razones evidentes: pocas veces el arte ha llegado a representar con tan escalofriante verosimilitud el modo en que las dictaduras criminales logran la complicidad de sus sociedades a la hora de consolidarse. La película que dirigió Luis García Berlanga y que protagonizaron Pepe Isbert, Nino Manfredi y Emma Penella conserva intacto su alcance como testimonio del alma más negra de la España franquista y de la lógica implacable de los totalitarismos. Que El verdugo llegara a ver la luz constituyó un misterio para el que ni Berlanga ni Rafael Azcona, coautor del guion junto con el realizador, encontraron explicación: el largometraje celebró su estreno en la edición del Festival de Venecia de 1963, sólo dos semanas después del ajusticiamiento en el garrote vil de los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado, es decir, bajo la peor posible de las premisas (en abril del mismo año había sido ejecutado Julián Grimau). Sin embargo, seguramente llevada por la torpeza mostrada en otras muchas ocasiones, o acaso por algún inesperado golpe del destino, la censura se conformó con recortar cuatro minutos y treinta y un segundos del metraje, alumbrado en virtud de la coproducción española e italiana. El filme ganó el entusiasmo de la crítica y el público en Venecia y llegó a los cines españoles en febrero de 1964, antes de obtener el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor guion y el Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo a la mejor actriz para Emma Penella, pero dejó para la historia del imaginario cultural español la imagen del abnegado funcionario Amadeo, en las inolvidables hechuras de Isbert, como símbolo de su peor condición. Ahora, sesenta años después de su estreno, El verdugo vuelve a la actualidad en un formato distinto pero con un preclaro sentido de la oportunidad de la mano de la compañía malagueña El Espejo Negro, que de la mano de Ángel Calvente lleva la historia que alumbraron Berlanga y Azcona al teatro de títeres en un espectáculo que tendrá su estreno absoluto el próximo 13 de enero en el Teatro del Soho Caixabank, donde podrá verse hasta el día 22.
El Espejo Negro asume uno de los retos más complejos de sus más de tres décadas de historia en un momento especialmente dulce. Con su anterior montaje, Cris, pequeña valiente, especialmente dirigido al público familiar y en el que contaba la historia de una niña transexual, Calvente obtuvo su tercer Premio Max, el Premio Fetén al mejor espectáculo y otros reconocimientos que hicieron de Cris el montaje más laureado de la compañíaCris. Ahora, como acostumbra, se dispone a ofrecer al público una experiencia muy distinta merced a uno de los proyectos más complejos de su carrera artística: “Pensé hacer El verdugo por primera vez en 2013, pero entonces se cruzó en mi camino Óscar, el niño dormido, que fue una obra muy importante para mí y a la que decidí dar prioridad”, cuenta Calvente en referencia a uno de sus montajes más personales. “Pero la idea de adaptar el guion de Azcona y Berlanga me ha seguido rondando desde entonces. Caí en la cuenta de que en 2023 se cumplirían sesenta años del estreno y decidí no esperar a otro aniversario redondo”, añade el director de la compañía y responsable de la adaptación. Decir que El verdugo es uno de los espectáculos más complejos de El Espejo Negro no es decir cualquier cosa: la concepción, diseño y creación de la obra, en coproducción con el propio Teatro del Soho, se han desarrollado durante un año y medio de trabajo continuo. Los ensayos comenzaron en agosto con el objetivo irrenunciable de que ‘El verdugo’ llegara a su estreno el 13 de enero después de 75 pases completos en el local de la agrupación, un proceso esmerado que aúna la concepción más artesana de la escena y una notable cobertura tecnológica y en la que se ha implicado a fondo un equipo amplio a las órdenes de Calvente: José Vera, Carlos Cuadros, Laín Calvente y Susana Almahano, habituales en los últimos espectáculos de El Espejo Negro, son los intérpretes y manipuladores que suben a escena El verdugo con el vestuario de Carmen Ledesma y Elisa Postigo, la música de Miguel Olmedo, el diseño de iluminación de Laín Calvente y la voz en off de Juanma Lara, entre otros muchos artistas implicados. “En los últimos meses hemos tenido que renunciar a algunas funciones de Cris, pequeña valiente, que sigue su gira, para poder mantener el plan de ensayos, pero estamos convencidos de que ha valido la pena”, sostiene Calvente justo antes de que comience un nuevo ensayo general en su local.
Los espectadores encontrarán una adaptación fiel de la película de Berlanga, que mantiene la ambientación original, su época, sus personajes protagonistas y sus mimbres esenciales, si bien Calvente ha introducido “las modificaciones necesarias para contar la historia a través del lenguaje propio del teatro de títeres”, además de algunos símbolos personales y reveladores capaces de generar un sonoro impacto emocional. Desde una arquitectura generosa en detalles, en plena alianza con la inspiración poética propia de El Espejo Negro, desfilan el Madrid de los años 60, la prisión, el ansiado piso con el que sueñan Amadeo y su hija Carmen, el aeropuerto de Palma de Mallorca, la cueva del Drach y otros escenarios recreados con atención pormenorizada. Apunta Ángel Calvente que la representación funciona “como un mecanismo de relojería muy preciso en el que no puede fallar nada”, en un despliegue asombroso de técnica y oficio. El garrote vil se reserva su debido protagonismo con una contundencia que recuerda a la legendaria Torna de Joglars, aunque es la galería inolvidable de personajes de gomaespuma la que con más autoridad reclama la atención del respetable, desde el entrañable Amadeo hasta el director de la prisión de Palma (sensacional representación arquetípica del funcionario partenalista de la época) pasando por el pequeño Manolito. Eso sí, el público volverá a deleitarse con el humor inconfundible de El Espejo Negro, irreverente y a prueba de bien pensantes. A la hora de sugerir hasta qué punto aquella España Negra ha logrado pervivir en cierta nostalgia ahora impulsada por determinados populismos, El verdugo vuelve a hacer de la compañía malagueña un aliado fundamental en la defensa a ultranza de la libertad de expresión.
El verdugo emprende así la cuenta atrás hasta el día de su estreno con la promesa de convertirse en una de las sensaciones de la cosecha teatral del año nuevo pero, más aún, como signo del estado pleno de creatividad de El Espejo Negro, uno de los mayores motivos de orgullo de los que puede hacer gala la Málaga cultural. No pudieron imaginar Berlanga y Azcona un mejor heredero.
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