Estreno de 'Godspell': Oh, Señor, hubo espectáculo y... sin Antonio Banderas

El Teatro del Soho presenta su tercer musical, esta vez dirigido por Emilio Aragón y sin Banderas sobre el escenario

‘Godspell’, la Palabra que con música entra

Uno de los números musicales de 'Godspell'
Uno de los números musicales de 'Godspell' / Javier Albiñana

Sin ánimo de destripar mucho para quien no conozca el musical que John-Michael Tebelak creó a finales de los 60 hay que decir que, amigos, la Palabra de Dios contada en boca de Jesús y sus discípulos a través del Evangelio de San Mateo es el hilo conductor de Godspell. No hay más que traducir su título para darse cuenta. Y el final, por mucho que no quiera hacer spoiler, también se intuye. Pero la temática no debería desanimar a nadie, aunque sus creencias se hayan quedado dormidas en la infancia y no se haya pisado una iglesia después de la primera comunión. Porque la obra que dirige Emilio Aragón va más allá de esto.

Con música que abarca un amplio abanico de géneros, con mucho humor y desenfado, con momentos emotivos que llegan dentro y con guiños a la actualidad, se habla de las preocupaciones más trascendentales, de valores universales que más que cristianos hacen buenas personas, simplemente eso. Tocar el corazón de una forma algo cándida, sin dobleces, de frente, es lo que procura esta obra, ya sea a través de las canciones o las interpretaciones de sus actores, que no han necesitado de Antonio Banderas sobre las tablas para hacerlo posible.

Un grupo de jóvenes intérpretes que cantan, bailan y se mueven con gran soltura dentro de una escenografía muy cuidada y atractiva, con detalles que la hacen cambiar en cada parábola sin necesidad de un gran despliegue de efectos, con músicos –esta vez dentro del foso– y una iluminación perfecta conforman un musical que nada tiene que envidiar a sus predecesores.

No se sintió extraño que Banderas estuviera sentado en el patio de butacas –dijo que estuvo llorando de emoción toda la noche– y que no subiera a hacer ningún papel. Y no fue así porque el elenco convenció sin necesidad de nadie más.

Angy Fernández y Roko, Aaron Cobos y Andro Crespo estuvieron especialmente bien. Igual que Pepe Nufrio como Jesús y Víctor Ullate como Juan Bautista y Judas. Los muñecos de Ángel Calvente para la parábola del buen samaritano, el número de sombras chinescas, el vodevil y en el que piden al público que cante a coro resultaron grandes momentos. El público se rio con ganas y aplaudió cada número.

Pero quizás en la parte final, la más seria y profunda, resida la principal clave de este montaje. Esa que habla de lo difícil que es llevar las creencias, las individuales y colectivas, hasta sus últimas consecuencias, pase lo que pase, que señala que nadie es incorruptible frente a la prueba más exigentes, que muestra la debilidad humana. Pero no se agobien porque el mensaje es esperanzador. No todo está perdido. Todavía.

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