"Ser feminista es muy liberador"
Laura Freixas. Escritora
La autora, editora y traductora participó hace unos días en la cuarta edición del ciclo 'Mujer(ES)' y conversó con 'Málaga Hoy' sobre literatura, igualdad y otras cuestiones.
La última sesión de la cuarta edición de Mujer(Es), ciclo de práctica literaria con perspectiva de género que organiza el Área de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Málaga, se celebró el pasado miércoles en el Mupam. Hubo lleno de público, mayoritariamente femenino. Pero es que la expectación era mucha: la protagonista no era otra que Laura Freixas (Barcelona, 1958), escritora, crítica literaria, editora, traductora y feminista a las claras. La excusa para que Freixas subiera a esa tribuna no era otra que su último libro, El silencio de las madres y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura (Aresta, 2015), una recopilación de artículos y textos ensayísticos que además de introducirnos en una crítica cultural feminista plagada de observaciones, datos y análisis, también nos acerca a autoras de aquí (Martín Gaite, Chacel), de allí (la deliciosa Colette) y de ultramar (Elizabeth Smart, un auténtico descubrimiento), entre otras. El día después hablamos de las trabas sutiles y del pertinaz old boys club, de Lolita -la novela de Nabokov-, de la vigencia del feminismo como teoría democrática, en la estela del pensamiento de Amelia Valcárcel y otras luminarias con las que nos vamos encontrando, incluso, a pesar de la permanente descalificación del sujeto feminista y de la reacción -el backlash que teorizó Susan Faludi en la década de los noventa-, traducida en el siglo en curso como el negacionismo del patriarcado más descarado. Contra el que asociaciones como Clásicas y Modernas, que la propia Freixas preside, pelean bajo el imperativo de tres verbos clave: investigar, protestar, proponer. No extraña que diga, al final de nuestra conversación: "Ser feminista es muy liberador".
-En El silencio de las madres se centra principalmente en la literatura. En sus conferencias se detiene un poco en el potencial del cine como transmisor de estereotipos, quizá el mayor sancionador de la cultura patriarcal. ¿Tiene pensado ampliar horizontes, otras disciplinas?
-PMe interesa cada vez más el cine, veo una continuidad con respecto a la literatura y la publicidad. Hay una continuidad desde la alta cultura a la baja cultura, los mensajes son los mismos muchas veces, por ejemplo existe esa continuidad entre la poesía y la publicidad. Estoy coordinando un ciclo ahora para la Fundación SGAE que se realiza en la Sala Berlanga de Madrid. Es el tercero que realizo. El primero estaba centrado en películas sobre madres e hijas, el segundo en películas sobre amigas y ahora voy a hacer el de maestras y discípulas. En el tratamiento de la violencia contra las mujeres, que es un tema que abordo en El silencio de las madres, se observa esa continuidad, en el sentido de expresarla como expresión del amor o como algo cómico, o algo glamouroso. Tenemos que mostrarles que hay una receptividad, un interés de público, femenino básicamente, muy interesado en los temas que tienen que ver con las mujeres. Cuando nosotras, en Clásicas y Modernas, propusimos a CaixaForum montar un ciclo como el de Ni ellas musas ni ellos genios, lo aceptaron, lo hicimos y tuvo tanto éxito que hubo una segunda edición y ahora vamos a por la tercera. Hay muchas mujeres interesadas por que les contemos la Historia de otra manera.
-¿Fue el descubrimiento de la ausencia de la maternidad como tema literario su caída del caballo de Damasco?
-Yo siempre fui feminista porque he tenido una madre feminista, pero de su generación, claro: muy consciente de las injusticias, protestando todo el rato y al tiempo muy atemorizada, porque la habían educado en el miedo. En mi caso había temor a ser discriminada en lo laboral o lo sexual, si bien pensaba que en la literatura nos encontrábamos en igualdad de condiciones y que el mundo literario estaba por encima de estas cosas. Cuando me quedé embarazada en 1994 me di cuenta de que estaba viviendo una experiencia sobre la cual la literatura no decía una palabra, sentí que me expulsaban del campo de la alta cultura de alguna forma. Me interesaba una visión tan sutil, tan compleja, tan humana como la que la literatura mostraba del adulterio, por ejemplo. Como adúltera podría haber tenido una vida literaria, como madre no (risas). Mi vida, hasta entonces, había sido un diálogo entre lo vivido y lo leído. Por otro lado, la publicación de la lista de los quince libros de narrativa más importantes desde de la muerte de Franco [todos escritos por hombres] en un aniversario de El País, fue otro punto de inflexión.
-Usted menciona la referencia a la "mente andrógina" a la que se refirió Coleridge y que Virginia Woolf citó en Una habitación propia. ¿Ha sido la androginia, de alguna manera, el refugio de muchas mujeres capaces y talentosas?
-La cuestión de los estereotipos masculino y femenino y los valores de cada género es muy compleja, optar por la androginia es como un atajo, resulta cómodo pero supone eludir el problema. A quienes dicen que la imaginación no tiene sexo, o que la gran mente es andrógina, como afirmaba Coleridge, respondo que no se escribe solo con la mente o la imaginación, sino con la experiencia, de hecho la imaginación está condicionada por la experiencia. Porque además la imaginación nunca es en el vacío, está marcada por lo que has vivido y leído. Si en toda la literatura jamás encuentras el relato de un parto o los sentimientos maternales es porque no forma parte de la tradición artística, eso existe en la subcultura, queda relegado a anuncios y revistas y libros de autoayuda… Quienes reivindican la androginia, además, son escritoras y nunca escritores, qué curioso, ¿no? ¿No será porque para una mujer la androginia es como un ascenso social, mientras que para un hombre, que tiene el privilegio de lo masculino, es una degradación?
--¿Y por qué tanta polémica en torno a si hay literatura de un género o de otro, si es una cuestión de temática?
-Prefiero hablar de literatura escrita por mujeres, u hombres, y no de literatura femenina, porque lo femenino es un concepto resbaladizo, tan ideológico… y yo soy muy empírica y pragmática. Veamos de lo que escriben las mujeres, es evidente que aparecen temas y personajes que no se encuentran en la literatura escrita por hombres, lo cual no es una limitación sino todo lo contrario, es un enriquecimiento, una aportación, una novedad. Pero muchas veces son las escritoras las que rechazan esta idea, porque todo lo femenino está desvalorizado, decir que eres una mujer y que escribes como una mujer, en esta mentalidad patriarcal en la que lo masculino encarna la totalidad de lo humano, pero lo femenino es un marginal por definición, subalterno, te sitúa en los márgenes.
-En la segunda parte de El Silencio de las madres, dedicada a las autoras, realiza un paralelismo entre Carmen Martín Gaite y Rosa Chacel. Lo que cuenta usted de esta última es impresionante, la lucha que mantuvo consigo misma, con respecto a su literatura
-Pero es la batalla de muchas mujeres, es decir, cuando quieres acceder a lo grande, a lo universal (esto lo explica muy bien Patrizia Violi en su libro El infinito singular), dentro de una cultura patriarcal, te encuentras con que lo supuestamente universal y humano de hecho es lo masculino. Hablar de la guerra es universal-humano, se supone, y hablar del embarazo no. Lo que hay que hacer es cuestionar esa división desigual e injusta.
-Entre la filósofa Ana de Miguel y usted se han cargado dos de mis grandes mitos literarios juveniles: Henry Miller y Hermann Hesse. Bueno, a Miller se lo cargó Kate Millet…
-Bueno, lo de Hermann Hesse es… me indigna mucho. Me van a decir que puede ser un gran escritor y eso no tiene nada que ver con su vida personal, pero no, es que he visto la continuidad existente entre la visión que él ofrece en El lobo estepario, que era lo único que había leído, y su vida, en el sentido de que en esa novela, lo que recuerdo, se presenta como un hombre solitario, vale… Pues a esos hombres solitarios no me los creo, entre otras cosas porque he leído a Almudena Hernando en La fantasía de la individualidad. Esos hombressolitarios en realidad tienen a una señora ocupándose de la intendencia, de la familia, etcétera.
-Habrá autores que usted haya admirado mucho en su momento…
-Sí, Nabokov. Lolita es una novela muy bien escrita, pero entre salvar a la literatura y salvar a las víctimas de la pedofilia y de la violencia pues… ¿qué diríamos de una excelente novela que, entre líneas, justifica el asesinato o el genocidio? Lola López Mondéjar ha escrito una respuesta a Lolita [se refiere a Cada noche, cada noche, editado por Siruela]… López Mondéjar cuenta que un día, escuchando una conferencia en la que se hablaba de Lolita como una pobre niña pues también se cayó del caballo y empezó a ver la historia como lo que era, la historia de una niña violada, maltratada físicamente y psicológicamente, secuestrada. Hasta qué punto ha calado el patriarcado en nosotras para no darnos cuenta de esto.
-Lo que pasa es que es un tema resbaladizo porque, ¿hablamos de justificación, por parte de Nabokov, o de representación a secas?
-No es una representación a secas. Primero porque no existe una representación a secas, toda representación incluye una ideología, es evidente. Igual que parece que apretar el botón de una cámara o realizar un encuadre es inocente: implica dejar fuera otra cosa. He releído Lolita porque me pidieron que lo comentara en un club de lectura, lo he leído con mucha atención y, sea cual sea la posición personal de Nabokov, Nabokov puede decir lo que quiera, puede atacar la pedofilia, puede criticar a su personaje, ahí no me meto… pero el libro en sí constituye un ejemplo de lo que suelo decir en mis conferencias: la justificación del patriarcado de la violencia contra las mujeres a través de varios argumentos, uno de ellos centrado en la figura del maltratador, o del violador, que nos presenta de manera que termina resultando simpático. Se nos presenta como un enamorado, dejando en un segundo plano a la víctima de abusos. Entendemos a King Kong como entendemos al protagonista de Átame.
-Acabamos empatizando con Humbert Humbert, en este caso.
-Sí, así es. En Lolita pasa lo mismo. El libro está lleno de justificaciones de la violencia contra las mujeres, y lo que viene a decir es que la violencia sexual y el maltrato a las mujeres siempre ha existido. Que es lo normal, lo natural.
-Una aceptación fatalista.
-Bueno, fatalista pero interesada. Otra cosa que subyace en el libro es una enorme antipatía y rechazo hacia las mujeres empoderadas, las iguales del protagonista: por ejemplo, la directora de la escuela, su esposa, la amante que tiene después de que se marche Lolita, etcétera. Estos personajes están presentados de forma muy negativa, lo que es además muy típico en esta cultura, eso de presentar a las mujeres empoderadas como feas, viejas, odiosas, manipuladoras, arpías. Ayer lo decía, nos faltan representaciones de mujeres mayores y con poder, de maestras. No hay.
--¿Ha arrastrado el arte, en especial la impronta romántica con la aureola del genio, un modelo de artista que implicaba la subordinación e incluso destrucción de otras personas?
-Mira, no es un tema que conozca mucho pero justo ahora acabo de terminar de leer Para qué el arte, de López Fernández-Cao, profesora y crítica de arte, además de presidenta del MAV, la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales. Ella ha estudiado cómo el acto creativo ha sido definido de tal manera que de hecho implica una destrucción de una materia, de un objeto, que es visto como femenino. Lo cual me recuerda lo que explica Mercedes Bengoechea en El sustrato cultural de la violencia de género, obra de varias autoras. En su capítulo, dedicado a la poesía, Bengoechea muestra una constante en mucha poesía masculina que es la de presentar al sujeto poético masculino, que habla de una relación supuestamente amorosa con una mujer, la cual consiste en que el sujeto destruye a la mujer y la reconstruye según sus gustos. Está Neruda con ese poema terrible de El Tigre (Soy el tigre/ (…) de un zarpazo derribo/ tu pecho, tus caderas). Efectivamente, no lo he explorado mucho, pero está esa idea de la creatividad como destrucción. Me interesa. De hecho, esta idea del genio y la musa que estamos deconstruyendo es como una exageración, como llevar hasta sus últimas consecuencias la visión patriarcal de hombres y mujeres, especialmente después de Rousseau, en el sentido de que el genio es el resumen de todo lo que nuestra sociedad considera masculino. El individualismo, el egoísmo, el anteponer tu propio proyecto, tus deseos, sacrificando a los demás, esto es muy aplaudido por la sociedad. Es como cuando se dice que tal o cual genio es transgresor. A mí me hace mucha gracia Amelia Valcárcel cuando afirma que transgresor se es cuando se paga por ello, no cuando te aplauden y reconocen por lo que haces. Es una falsa trangresión. La musa, por su parte, carece de identidad, puesto que el genio se define por su obra, por sí mismo, mientras que la musa se define por ser esposa de.
-Sigamos con la importancia de los modelos. Usted ha mencionado en alguna ocasión a Carmen Balcells (en un caso, el del management literario español, un sector muy femenino). ¿Qué cree que pasaría si hubiera más mujeres en otras cadenas de mando?
-Creo que sí habría más inclusión, pero siempre que las mujeres tuviesen formación de género. Las agentes literarias son intermediarias, no son las que deciden, quienes deciden son las y los editores, y el poder más alto sigue siendo masculino. Si la mayoría de los directores literarios fuesen mujeres pero no cambiase la estructura de los suplementos literarios, donde el 85% de los críticos son hombres… es que hablamos de todo un sistema en el cual los distintos elementos no se pueden aislar.
--¿Qué opina de este tipo de términos como hembrismo, destinados a descalificar el feminismo a toda costa?
-Uf, forma parte de lo que Susan Faludi denomina backlash, la reacción. A medida que nos vamos acercando a la igualdad hay hombres -y quiero subrayar que no todos, hay hombres feministas o que no son activamente machistas, al menos- que temen perder privilegios, entonces reaccionan con términos tan ridículos como hembrismo o feminazi. El de feminazi me hace mucha gracia, eso de comparar la lucha por la igualdad con el exterminio de millones de personas, que me lo expliquen por favor.
-Está ese discurso que apela al mérito y al esfuerzo para ser exitosas y se inventa conceptos como el feminismo de género para desacreditar al feminismo de la igualdad.
-Me parece tan ingenuo pensar que voluntariamente una parte de la población elige ganar menos. El patriarcado es muy eficaz y está por todas partes.
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