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Fran Perea | Músico y actor
Málaga/Sobrepuesto a las restricciones que afronta el sector cultural a cuenta de la pandemia, Fran Perea (Málaga 1978) sigue poniendo en marcha proyectos para conquistar al público. Sus últimos trabajos tienen que ver con la música: este mes lanza su nuevo disco, Canciones para salvarme, con una orientación más luminosa a modo de apuesta proverbial por el optimismo; pero antes, este viernes a las 20:30, vuelve a su ciudad para actuar en La Cochera Cabaret dentro de su gira Fran Perea en concierto, con recitales íntimos hechos a voz y guitarra. A la espera del estreno en Netflix de la segunda temporada de la serie El Vecino, en la que participa, tampoco le faltan proyectos teatrales harto prometedores en la recámara.
-¿Qué balance hace desde que regresara a la música con su anterior proyecto, Viaja la palabra?
-Ha estado todo irremediablemente marcado a fuego por la pandemia. Cuando estalló, el pasado marzo, estábamos justo en una gira con muchos conciertos por delante y hubo que pararlo todo. Al mismo tiempo, estaba trabajando en un nuevo proyecto que, como Viaja la palabra, iba a incluir un disco y un libro, pero aunque en un principio puse todo mi empeño en seguir adelante con él durante el confinamiento comprendí al final que no tenía mucho sentido, que había que aguardar una ocasión más favorable. Lo que sí hice fue volver a la carretera en cuanto fue posible adaptado a las circunstancias: diez años después de Viejos conocidos regresaba a los escenarios solo con la guitarra acústica y con la idea clara de que la música nos salva, nos da esperanza y ánimo cuando más lo necesitamos. Me pasé el confinamiento grabando vídeos y canciones que me pedían para compartirlos en redes y vi claro que todo eso tenía un sentido, que la música, ciertamente, puede rescatarnos de lo peor. Mientras estaba con la gira, esa idea cristalizó en cuatro canciones nuevas. Y esas cuatro canciones fueron el germen del nuevo disco, Canciones para salvarme.
-¿En qué medida Canciones para salvarme es una prolongación de Viaja la palabra?
-En realidad son dos proyectos muy distintos, dentro, por supuesto, de mi línea y el sello que como músico soy capaz de imprimir a mis canciones. Viaja la palabra estaba hecho desde el mismo ejercicio de la composición a la guitarra acústica, mientras que en Canciones para salvarme el sonido es más eléctrico, más elaborado. No sé si me atrevería a decirte que es un trabajo más pop, aunque tal vez lo sea. Sí tengo claro que es una afirmación bien consciente y con absoluta voluntad por mi parte del optimismo, una invitación a vivir muy a pesar de la situación tan compleja que nos ha tocado.
-¿Hay referencias a la pandemia en sus nuevas canciones?
-No. Al menos, no directamente. Cualquier guiño que pueda haber es muy, muy sutil.
-De no haber tenido que afrontar estos acontecimientos, ¿habría hecho el mismo disco ahora?
-No. Aunque no haya referencias explícitas, como te decía, Canciones para salvarme es una respuesta a lo que hemos vivido. En Viaja la palabra todo partía de la madera, con tonos bajos y melodías a menudo casi susurradas. Ahora apostamos por un sonido menos íntimo y subimos el tono.
-¿Cómo valora la gestión de la actividad cultural estos meses, entre la definición de salas y teatros como espacios seguros y el señalamiento desde las instituciones a pesar de este esfuerzo?
-La verdad es que si miras a tu alrededor la situación es terrorífica. No sólo para los artistas, también para los técnicos y otros muchos profesionales que trabajan en el mundo del espectáculo. Ya no es sólo la incertidumbre que tenemos acumulada, sino el panorama que tenemos por delante. En cuanto a la gestión de la situación, creo que ha habido varios problemas y algunas decisiones erróneas. Desde el principio se estigmatizó a la cultura, como dices: fuimos los primeros en cerrar y en ser considerados focos potenciales de contagio cuando tal vez si se hubieran tomado entonces medidas que después demostraron su efectividad no habría hecho falta llegar a ese extremo. Eso ya fue un error porque de alguna forma se predispuso a la población a recelar de los espacios culturales, que han tenido que invertir dinero y esfuerzo para reducir aforos, incorporar protocolos y demostrar a la sociedad que son seguros. Se ha hecho una pedagogía importante en este sentido, aunque cada dos por tres ha caído algún palito desde las administraciones públicas, que a menudo se han referido expresamente a la cultura cuando han advertido de inmediatas medidas drásticas. He echado de menos, y sigo echándolo, un mensaje claro y rotundo de la administración respecto a la cultura no sólo como actividad segura, sino como bien necesario. Si pienso en mis conciertos, por ejemplo, dada la distribución del público y las medidas que ves en todas partes, sólo puedo concluir que es muy, muy difícil que ahí se produzcan contagios.
-Paradójicamente, fue tal vez en el confinamiento cuando más clara quedó esa necesidad. La cultura, aunque fuese virtual, contribuyó al ánimo personal y a la cohesión social.
-Sí, así es. Hace poco escribí un tuit que generó bastante polémica sin que fuera mi intención y en el que sugería que las entradas a espectáculos deberían servir como salvoconductos en el confinamiento nocturno. Y lo escribía pensando precisamente en gente que puede vivir en pueblos donde no hay mucha oferta cultural y que, por tanto, puede desplazarse en un momento dado a la ciudad más cercana para ver un concierto o una obra de teatro. En estos casos, es posible que el regreso a casa antes de las 23:00 sea más complicado, pero la entrada al espectáculo debería funcionar como una autorización. Es algo que se aplica en el País Vasco y que podría darse a nivel nacional.
-¿No es decepcionante que el debate haya girado sin embargo en torno a la copa de después?
-Sí, porque de nuevo se vuelve a señalar a la cultura por algo que no le corresponde. Es absurdo. Creo que los que dicen cosas así no se paran a pensar antes de hablar. Cuando vas a un teatro después puedes irte de copas o no. Está claro que hay que estar a las 23:00 en casa y los espacios culturales dan todas las facilidades. Eso es todo.
-¿Hay algún proyecto teatral que se le haya malogrado a cuenta de la pandemia?
-Sí, teníamos un proyecto muy bonito con la Fundación Juan March y con la dirección de Ernesto Caballero sobre las comedias burlescas de Calderón. Empezamos a trabajar a comienzos de años con la idea de estrenarlo en el Festival de Almagro, pero al final se fue al garete. Y no sé si podremos recuperarlo, la verdad, porque era un trabajo complejo, que requería una investigación profunda a desarrollar durante varios meses. Es una pena. Por lo demás, estamos trabajando con un nuevo texto de Pablo Díaz Morilla que volveré a dirigir, y en Feelgood, mi compañía, estamos leyendo cosas y hemos encontrado una obra que nos gusta especialmente. Ahí vamos.
-¿Tiene trabajos a la vista en el cine y la televisión?
-En el cine, de momento, no. En televisión, está pendiente de estreno en Netflix la segunda temporada de El Vecino, en la que he participado. Y parece que suenan campanas de una segunda temporada de Kosta. Aunque de momento son sólo campanas.
-¿Cómo lo hace para darle lo suyo al teatro, el cine, la televisión y la música en cada momento?
-Es un entrenamiento. Al principio lo tienes que anotar todo, luego te vas acostumbrando. Hay siempre un proyecto protagonista pero al mismo tiempo vas abriendo otros frentes. Ahora, mi proyecto protagonista es Canciones para salvarme. Y quiero disfrutarlo.
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