Frank Rebajes o la libertad por conquistar

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La historiadora Mónica López Soler revisa en su ensayo ‘La borrachera cósmica de un joyero genial’ las claves creativas y vitales del artista, agitador clave de la Málaga cultural desde los años 60

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Frank Rebajes, en su taller de orfebrería en Nueva York. / M. H.

Málaga/Hay un síntoma representativo de la identidad cultural de Málaga en el olvido del legado de Frank Rebajes, custodiado entre los fondos del Museo Casa Natal Picasso pero pendiente, tanto tiempo después, tanto de un análisis crítico y razonado en profundidad como de una exposición al público a la altura. La desmemoria resulta aquí particularmente dolorosa por cuanto Rebajes representa, seguramente, el as más cosmopolita, abierto, libre y radical de cuantos cundieron en el hervidero que empujó para despertar a la ciudad de su letargo allá por los años 60, cuando se dio en Málaga una vanguardia que, a su manera, resultó decisiva para su definición actual. Buena parte de aquel coraje quedó arrinconado en virtud de posiciones adánicas que con el cambio del siglo predicaron el borrón y la cuenta nueva, pero justamente este pase de página obliga a volver de vez en cuando a Frank Rebajes, a su obra y a su contribución a la definición cultural del territorio, con tal de que el olvido no termine de ganar la partida. Ahora, la historiadora y escritora Mónica López Soler lanza un órdago suculento con el ensayo Frank Rebajes. La borrachera cósmica de un joyero genial, publicado de la mano de la Embajada de España en República Dominicana bajo el auspicio del Instituto Nauta. La obra presenta una exhaustiva exploración de las claves creativas y biográficas de Frank Rebajes y sirve en bandeja, con el mayor rigor, la posibilidad real de restituir la memoria del artista y la de ciudad que lo acogió al lugar que le corresponde.

De hecho, López Soler presentó hace unos días la publicación en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, lo que entrañó una conexión de alto voltaje emocional con el país natal de Rebajes. Tanto es así que la posibilidad de vestir de largo el libro en Santo Domingo acortó los plazos previstos para su escritura después de más de diez años de investigación por parte de su autora: “Hubo que tomar algunas decisiones para llegar a tiempo, pero no podíamos dejar pasar la oportunidad. La más sensible tuvo que ver con la transformación de lo que iba a ser la investigación al completo en un ensayo biográfico, más asequible y realista respecto al nuevo plazo. Para ello, decidimos apartar todas las notas con tal de hacer la publicación más accesible”, explica López Soler, quien señala sin embargo que ya está buscando editorial para publicar próximamente la investigación al completo, con todas sus notas. A cambio, la opción por el ensayo biográfico permitía a la autora “adoptar un tono más cómplice. Mi relación con Frank Rebajes está marcada por el afecto personal, y en este libro esa emoción está presente de manera viva”.

Cubierta del libro 'La borrachera cósmica de un joyeron genial'. / M. H.

Hagamos, por tanto, memoria: Frank Rebajes, hijo de emigrantes mallorquines, nació en la ciudad dominicana de Puerto Plata en 1907. En 1913 fue enviado por sus padres a estudiar a Barcelona y en 1924 decidió dar rienda suelta a sus inquietudes artísticas en Nueva York. Tras unos comienzos difíciles marcados a fuego por la Gran Depresión, en los años 30 estableció contacto con el círculo artístico del Greenwich Village, donde conoció a quien sería su compañera de vida, Pauline Schwartz. Para entonces, Rebajes había encontrado una vía altamente satisfactoria para sus impulsos creativos en la joyería, disciplina a la que se aferró con pasión a la vez que cultivaba otros formatos: todavía en los años 30 abrió sus primeras tiendas de artesanía en el mismo Village mientras instituciones como el Metropolitan reclamaban sus obras para diversas exposiciones de arte contemporáneo. Finalmente, en 1942, Rebajes inauguró su joyería en la Quinta Avenida (con un diseño de vanguardia que llamó rápidamente la atención y que llegó a ser replicada en las postales de la época como signo fidedignamente neoyorquino) y convirtió su marca en referente del momento. Aquella tienda, que llegó a contar con 165 empleados entre dependientes y artesanos, permitió a Rebajes crear un verdadero imperio con más de quinientos establecimientos repartidos por Estados Unidos. A finales de los años 50, sin embargo, todo se vino abajo. Frank y Pauline vendieron la mansión que se hicieron construir en Long Island, traspasaron el negocio a su capataz y abandonaron Estados Unidos con un único destino en mente: Torremolinos.

Mónica López Soler, junto al escritor dominicano Mateo Morrison, en la reciente presentación de su obra en la Feria del Libro de Santo Domingo. / M. H.

López Soler aclara los motivos de esta decisión: “Rebajes ya no tenía familia en Puerto Plata, así que no le encontraba sentido a regresar a su lugar de origen, del que había salido muy pronto. Pocos años antes de salir definitivamente de Nueva York había venido con Pauline a visitar a un hermano que se había instalado en Málaga. A los dos les encantó Torremolinos, tanto que encontraron el lugar ideal para empezar de nuevo”. En cuanto a su propio negocio de joyería, “podemos decir que el imperio que creó Rebajes terminó devorándose a sí mismo. Los excesos de aquel Nueva York tan próspero y encantador se lo llevaron por delante. Era comprensible que Frank y Pauline quisieran alejarse lo más posible de aquel modo de vida, y Torremolinos les dio lo que buscaban”. Ya en los años 60, Rebajes abrió una joyería mucho más modesta en Torremolinos y empezó a interesarse por la vida cultural de Málaga. Se convirtió en uno de los primeros afiliados del Ateneo de Málaga, cuyo bar (incluida la emblemática barra) diseñó y donde trabó amistad con artistas y escritores como Enrique Brinkmann, Rafael Pérez Estrada, Manuel Alcántara y, especialmente, Eugenio Chicano, quien ya en los años 80 intervino para que el legado de Rebajes encontrara acomodo en la Fundación Picasso Casa Natal, de la que fue su primer director.

"Frank Rebajes no llegó a ser bien conocido en Málaga, muy a pesar del protagonismo que adquirió en su momento"

Pero la respuesta que aquella Málaga podía dar a las inquietudes de un artista como Frank Rebajes era demasiado limitada. Desde comienzos de los años 70, el artista había venido trabajando en un monumental conjunto escultórico de más de trescientas piezas, concebido como un gigantesco perpetuum mobile y titulado Óvulo; Rebajes luchó con el mayor empeño para que el proyecto llegara a exponerse completo, buscó sin éxito opciones en Madrid y Nueva York y solo el Colegio de Arquitectos de Málaga se decidió a exhibir una sección de la serie bajo el comisariado de Tecla Lumbreras en 1988. En abril de 1989 recibió un duro golpe con la muerte de Pauline Schwartz en su casa de Torremolinos. Poco después, por mediación de un familiar, el artista recibió una invitación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para que presentara su proyecto con vistas a una posible exposición. Rebajes secundó la invitación, presentó su Óvulo en el MIT, recibió una ovación prometedora y aquella misma noche, la del 9 de junio de 1990, se quitó la vida en el hotel de Boston donde se alojaba. Sin Pauline, nada de aquello valía la pena.

Desde entonces, el Óvulo en su totalidad y el resto del legado de Rebajes esperan pacientemente una oportunidad en los sótanos de la Casa Natal. En 2005, la institución movió ficha para su exposición permanente en un espacio acondicionado a tal efecto en el PTA, pero el proyecto quedó finalmente malogrado. “Además del equipo que trabaja en la conservación del legado, hay mucha gente en Málaga que sigue trabajando para que esa exposición tenga lugar, pero no es fácil”, apunta Mónica López Soler, quien considera que parte de la dificultad procede “del hecho de que Frank Rebajes no llegó a ser bien conocido en Málaga, muy a pesar del protagonismo que adquirió en su momento. En algunos sectores de la ciudad tuvo fama de arrogante, lo que no se corresponde en modo alguno con la realidad. Lo que sí había en Frank Rebajes era una libertad creativa absoluta que no todo el mundo llegó a digerir. Seguramente, su mayor creación fue esa misma libertad con la que trabajó siempre, la libertad de un artesano incansable a la hora de incorporar conocimiento e inspiración, y esa libertad chocaba en un ámbito artístico que a menudo deseaba reivindicarse de otra manera”. De esa libertad da buena cuenta López Soler en su libro. Ahora sí, negro sobre blanco, ha llegado la hora de conocer a Frank Rebajes. Y de poner manos a la obra.    

 

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