La fundación del mundo
En este 2014 se cumplen 50 años de las primeras excavaciones de yacimientos fenicios en la provincia, una ocasión para revisar la Historia Antigua de Málaga
Fue en Toscanos, en la desembocadura del río Vélez, donde por primera vez alumbró la evidencia de la presencia fenicia en la provincia de Málaga. Los testimonios documentales, y lo que científicamente se daba por sentado desde el siglo XIX, tuvo así su demostración material con aquella excavación arqueológica. En realidad, no hace mucho tiempo de aquella intervención: tan sólo medio siglo, como singular efeméride para este 2014. A estas alturas Málaga tiene asumido su pasado fenicio, su origen en los pactos que mantuvieron las poblaciones indígenas y los navegantes llegados del otro lado del Mediterráneo ya en el siglo IX a. C. Pero conviene revisar lo que se sabe, o lo que se cree saber, a partir de lo descubierto en estos cincuenta años, para decidir qué se hace con semejante legado en el futuro.
Una de las personalidades que más ha investigado, excavado y estudiado el pasado fenicio de Málaga es el arqueólogo Eduardo García Alfonso, quien remite al libro Diez años de arqueología fenicia en la provincia de Málaga (2001-2010), publicado por la Consejería de Cultura, como fuente principal para, al menos, empezar a hablar del asunto. En el informe de esos diez años se resume buena parte de lo descubierto hasta entonces, y lo cierto es que desde 2010 las excavaciones han brillado por su ausencia, así que el informe, que coordinó el propio García Alfonso, mantiene su actualidad. Sin embargo, hay excepciones a la sequía en cuanto a actividad de campo en los últimos cuatro años, aunque las mismas se han producido siempre gracias a la inversión extranjera. Es el caso del yacimiento de Alcorrín, en Manilva, declarado Bien de Interés Cultural y objeto de excavaciones hasta septiembre de 2013 por el Instituto Arqueológico Alemán. Los restos allí localizados han demostrado, entre otras cosas, que la presencia fenicia en la provincia es anterior a lo que se creía hasta no hace mucho: la ocupación fenicia del área se remonta al siglo IX a. C. García Alfonso llama la atención sobre el hecho de que lo que construyeron allí los fenicios no fue una simple estación de paso para la producción metalúrgica, sino una verdadera urbe, con viviendas con doble planta y habitaciones diferencias a tenor de sus distintos usos (las casas indígenas, de planta redonda, presentaban un único espacio polivalente). Pero todo apunta a que los colonos no perduraron en Alcorrín mucho más de un siglo, lo que emparienta el yacimiento con otro contemporáneo y más cercano a la capital: el de la Rebanadilla.
Los restos localizados junto al Aeropuerto demostraron en su momento que también en las proximidades de Malaka los fenicios habían campado a sus anchas antes de lo que se pensaba. En el siglo IX a. C., la extensión de lo que hoy es la Rebanadilla se erguía en un islote sobre el delta del Guadalhorce. Y allí se instalaron los fenicios para negociar con las comunidades íberas del entorno. En el yacimiento se distinguen dos fases, una consagrada a la producción metalúrgica y otra resuelta ya en la construcción de viviendas, con hermosos pavimentos de conchas. Sin embargo, transcurrido un siglo, aquellos fenicios decidieron abandonar el lugar para trasladarse no muy lejos, en la misma desembocadura del río, justo donde actualmente se encuentra el Cerro del Villar. Las razones que explican este traslado las resume así Eduardo García Alfonso: "Los fenicios eran un pueblo comerciante y marino que necesitaba aguas navegables. Y eso era justo lo que buscaban. Cuando se produjo la colmatación de la isla de la Rebanadilla, los fenicios no tuvieron más remedio que irse a otro lugar. Todavía no tenían capacidad para drenar el río". El arqueólogo apunta que la geotecnia realizada para las obras del Metro ha demostrado que entre el Guadalhorce y el Guadalmedina ya se extendía entonces toda una zona de lagunas y arroyos, lo que obligaría a las comunidades allí asentadas a optar por la movilidad.
Pero existía otro criterio por el que los fenicios escogían sus asentamientos: la facilidad estratégica para negociar con los indígenas. Tal y como recuerda García Alfonso, "si la colonización griega era fundamentalmente agrícola, por lo que los griegos siempre intentaban expulsar a los autóctonos, la fenicia se realizaba mediante el comercio". ¿Y qué trajeron los fenicios a las costas de Málaga? El arqueólogo responde: "Esencialmente, tecnología. Y esto se tradujo en talleres, hornos y cultivos. Las consecuencias fueron inmediatas: los cultivos, por ejemplo, hacen más accesibles los alimentos. A menudo se piensa que el cultivo de los olivos se da aquí desde siempre, pero no es así: lo importaron los fenicios, y luego, a partir del siglo III a.C., lo explotaron los romanos. Hasta entonces los íberos habían comprado el aceite a los griegos, y eso explica la gran cantidad de ánforas griegas que han aparecido en Málaga. En consecuencia, la población íbera creció exponencialmente durante aquel tiempo, y en torno a los siglos IV y V a. C. la indígena dejó de ser una sociedad polarizada, sometida a los privilegios de las armas. Fue entonces cuando aparecieron las ciudades fortificadas, bien defendidas y articuladas en un sentido urbanístico. A esas alturas, ya nadie quería vivir en el campo".
Antes, en el siglo VI a. C., los fenicios abandonaron también el Cerro del Villar y se instalaron en Malaka, la actual Málaga, justo en el entorno de la Catedral, sobre una extensión de tierra que caía como un barranco en lo que hoy es la Plaza del Obispo. García Alfonso sostiene que ésta es la Maynake sobre la que escribió Avieno (la presencia griega en la costa, por cierto, también se remonta al siglo IX a. C.). Y así la ciudad dio sus primeros pasos. En ellos anda, aún.
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