Una guía para descubrir y sentir la Málaga fenicia

El Ayuntamiento ha publicado la ‘Guía de los espacios visibles e invisibles de la Málaga Fenicia’, obra de Proyectos MLK

La arqueóloga Leticia Salvago destaca los vestigios de la urbe milenaria

Casco del soldado griego hallado en la calle Jinetes, en el Museo de Málaga. / Javier Albiñana

Muchos usarían la máquina del tiempo para viajar al futuro. Pero, para otros, nada sería más satisfactorio que poder trasladarse a la ciudad de nuestros antepasados. Poder ver a sus primeros pobladores, descubrir cómo vivían y de qué manera fue creciendo el trazado urbano hasta convertirse en la Málaga del siglo XXI. Ante la falta del artilugio que lo permita, ninguna ciencia da más información sobre nuestro pasado que la arqueología. Y los vestigios hallados en el subsuelo, bajo capas de tierra o sepultados por construcciones posteriores, son los que mejor hablan de los orígenes.

A pesar de la relevancia de su trabajo, son los que desentrañan las claves de la sociedad presente, los científicos no lo han tenido fácil. Los intereses especulativos y la prevalencia de la construcción sobre la conservación del pasado, han llenado de presiones el trabajo de los profesionales libres de la arqueología. No obstante, se han realizado importantes investigaciones en torno a la etapa fenicia.

La productora MLK acaba de sacar a la luz la Guía de los espacios visibles e invisibles de la Málaga fenicia, editada por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga. Se trata de un libro ilustrado, muy divulgativo, que pretende centrar la mirada del malagueño y el visitante en los hitos más relevantes de una urbe con más de 3.000 años de historia.

La arqueóloga Leticia Salvago ha sido la autora del proyecto, junto con José Antonio Hergueta. Las ilustraciones son de Natalia Resnik y el diseño de Elisa Romero. Incluye, además, un mapa con las rutas. “Tenemos un patrimonio increíble, con un valor incuestionable, hace 3.000 años ya venía viajeros a quedarse en esta tierra y esta guía es una manera de reivindicar lo que tenemos, de creernos la gran monumentalidad arcaica que tiene Málaga, una ciudad con tres milenios de antigüedad”, indica Salvago.

También considera la investigadora que “la arqueología sin la divulgación está muerta, mientras el ciudadano no haga suyo el patrimonio, este peligra y desaparece, hay que sentirlo, vivirlo y pensar que está todavía en nuestros genes, que somos muy fenicios”. Se trata, agrega la arqueóloga, de darle valor a los vestigios encontrados y que mucho más allá de la comunidad científica, entre los malagueños de a pie, entre quienes visitan la ciudad, cunda el orgullo de pertenencia a una civilización milenaria y de vinculación a los vestigios que lo corroboran.

En torno a las últimas cinco décadas de trabajo de campo y excavaciones arqueológicas, que han ido destapando restos fenicios por diversas zonas de la capital malagueña, Salvago y Hergueta han trazado cuatro rutas. “Los tres puntos clave son el Rectorado, el Museo de Málaga, donde hay una colección amplísima y magnífica de piezas únicas halladas en la provincia, y en el sótano del Museo Picasso Málaga, donde se puede ver la muralla fenicia”, comenta Salvago.

Mapa de la guía publicada por el Ayuntamiento de Málaga.

Uno de los ejemplos del tesoro fenicio que se puede ver en el Museo de Málaga, en el Palacio de la Aduana, es el ajuar de la tumba o hipogeo del soldado griego, excavado en la calle Jinetes. “Es de una singularidad tremenda, el único hallado en toda la Península, con el ajuar propio de un soldado griego”, explica la arqueóloga. El casco, el escudo, la lanza y otras piezas se pueden ver en la sección de Arqueología del museo malagueño. Junto a estos objetos, otros muchos encontrados en las diversas necrópolis, como la excavada en la Trinidad, en el entorno de la iglesia de San Pablo y la calle Mármoles.

Si los cementerios se han conservado in situ, los ajuares encontrados se han trasladado para ponerlos a disposición del público y conforman la colección del Museo de Málaga. Aunque no es el único espacio. Mucho más desconocido es el espacio que le brinda el Museo de la Aviación y la Aeronáutica a los restos arqueológicos aparecidos cuando se realizaba la construcción de la segunda pista del aeropuerto de Málaga.

“Corresponden a un santuario fenicio arcaico, con cronología del siglo IX antes de Cristo”, dice la arqueóloga. Los restos materiales están expuestos mientras que el santuario se consolidó, se cubrió y permanece bajo la segunda pista con las medidas de protección adecuadas para su supervivencia.

Este hallazgo, detalla la experta, está relacionado con el cercano Cerro del Villar, ambos en el lateral oeste del río Guadalhorce. El Cerro del Villar, que también se encuentra protegido pero bajo tierra y a la espera de que se reabra de nuevo la investigación de campo en breve, se encuentra en la desembocadura y el santuario localizado en el yacimiento de La Rebanadilla, hacia el norte. El Cerro del Villar fue un asentamiento anterior a Malaka y objetos de cerámica y metal encontrados allí se exhiben igualmente en el Museo de Málaga.

Ruta 1: las faldas del Monte Gibralfaro

“Las rutas se han establecido en función de localizaciones y situaciones geográficas de las excavaciones y los restos aparecidos”, comenta la arqueóloga. La primera ruta se inicia en el paseo del Parque y la muralla fenicia en el Rectorado de la Universidad de Málaga. Aunque está bajo el lienzo de muralla medieval y los visitantes no pueden verla, los investigadores han determinado que se trata de la muralla fundacional, datada en el siglo VII a. C. “Es la más antigua de la ciudad, se trata de un hallazgo sumamente importante en Málaga capital”, aclara Salvago.

Restos arqueológicos en los sótanos del Museo Picasso Málaga.

El Museo de Málaga y su sección de Arqueología sería la siguiente parada para continuar con la Catedral de Málaga, que es un promontorio ancestral donde ha existido una continuidad de templos de los distintos pobladores. El trazado fenicio arcaico continúa por la calle Císter y San Agustín hasta desembocar en los bajos del Palacio de Buenavista, actual Museo Picasso Málaga y en los jardines de Ibn Gabirol y el lateral del Teatro Romano.

En el parking de la Alcazaba se encontró, durante su construcción, la necrópolis de la ladera norte de Gibralfaro. Este hipogeo, a las afueras de la ciudad amurallada, estuvo en uso al menos desde el siglo VI a. C. hasta el 400 a. C. Las tres inhumaciones encontradas denotan el carácter familiar del grupo, una mujer de unos 50 años, un varón de la misma edad y un joven de unos 20. Junto a ellos, se halló una pulsera y un pendiente de bronce.

La primera ruta continúa por los túneles de la Alcazaba hasta la Coracha marítima, el Museo del Patrimonio de Málaga, que expone reproducciones arqueológicas, y pasa por Campos Elíseos en dirección a la atalaya sobre la ciudad, el Castillo de Gibralfaro.

En Campos Elíseos se halló la necrópolis de la ladera sur de la Alcazaba con 24 tumbas, tanto de inhumación como de incineración, que van del siglo VI a. C. al II-I a. C. Tuvo una utilización posterior hasta el siglo primero de nuestra era. Algunos de los materiales más antiguos incluyen un anillo de bronce y cerámicas decoradas.

Ruta 2: Puerto y senda litoral este

La segunda ruta parte de la plaza de la Marina, discurre por el Palmeral de las Sorpresas, La Malagueta, pasa por el Antiguo Camino de Vélez, El Morlaco, los Baños del Carmen y El Palo para terminar en los yacimientos arqueológicos de La Araña. En la guía explican que la mayor parte de la ruta no existía hace 3.000 años. “Aún así, evocan bien la Málaga fenicia, la relación con la tierra y el mar, incluso con el más allá”, se puede leer en el libro.

Leticia Salvago explica que en la Araña, aunque no se han encontrado restos fenicios y se sabe que estas comunidades no vivían en cuevas sino en asentamientos, los yacimientos importantes suelen mantenerse en el tiempo. Aunque cambie su uso, si las condiciones son propicias, si tienen agua dulce y un resguardo ante las condiciones climáticas adversas, es lógico que tuvieran una ocupación posterior.

Ruta 3: la orilla oeste del río

La tercera ruta arranca en la Alameda Principal, sube hasta la desembocadura del río Guadalmedina en época medieval, sigue hasta la avenida Juan XXIII, donde se encontraron restos fenicios en zonas tradicionalmente industriales y recorre la línea de costa hasta la desembocadura del Guadalhorce. En el parque natural se encuentra el yacimiento del Cerro del Villar hacia el sur y el de La Rebanadilla en la zona norte. La ruta termina con una visita al centro de interpretación del Museo del Aeropuertos, Navegación y Transporte Aéreo de Málaga.

El libro explica que la construcción de la segunda pista en 2009 permitió descubrir un nuevo asentamiento arcaico que abrió una cronología de las más arcaicas de la Península Ibérica, la segunda mitad del siglo IX a. C. “lo que aún a día de hoy sigue revolucionando la investigación arqueológica fenicia del Mediterráneo Occidental.

Ruta 4: la conexión al interior

Excavación en la zona de La Trinidad.

La cuarta y última ruta parte de la plaza de la Merced y El Ejido, con las necrópolis halladas en las calles Jinetes, donde se excavó el hipogeo del soldado griego, y Gómez de Salazar. De los enterramientos fenicios más modernos encontrados son los de la calle Beatas. El trazado continúa entre el Museo Carmen Thyssen y la calle Mártires, en la calle Andrés Pérez, donde hubo hallazgos de enterramientos fenicios de incineración, la plaza de Viñeros y el Museo del Vino, las calles Carretería y Puerta Nueva. Cruzando al otro margen del río, en los barrios de La Trinidad y Martiricos, hubo un poblado indígena y una necrópolis fenicia.

“Las necrópolis aportan muchísima información”, detalla la arqueóloga. El estudio antropológico permite saber “cómo son, sus características físicas, cómo se alimentaban, su jerarquía social, qué joyas usaban y que objetos gracias a sus ajuares, cómo se configura la ciudad y mucho más, se sabe más a través de la muerte que de la vida en el caso de la arqueología”, añade la experta.

También indica, en este caso del antiguo camino de Antequera, que era una zona de salida hacia el norte y un nexo importante de comunicación con la ciudad. “No harían un cementerio en un lugar incomunicado”, apunta Salvago. Se presume, por tanto, que habría puentes o usarían barcas para salvar las aguas del río desde la ciudad. “Los materiales de las tierras de los enterramientos, los ajuares, la procedencia de los objetos, se podía saber de dónde venia el comercio, que gustos tenían, los enterramientos ofrecen muchos datos”, reitera.

Además, detalla que la ciencia ha evolucionado mucho y permite, a menos precio, tener mucha más información que antes. “Al ser más barato, las universidades ayudan para poder sacar toda esta investigación adelante”, subraya la arqueóloga que ha querido rendir homenaje a muchos de sus compañeros de profesión.

La ruta se cierra con los cerros Cabello, Coronado y de La Tortuga. En este último había un santuario fenicio y el mar llegaba hasta casi sus faldas.

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