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Música
Málaga/Con su fallecimiento el pasado miércoles a sus 87 años, Antón García Abril (Teruel, 1933) dejó un impresionante legado de música compuesta para cine y televisión, con más de doscientas bandas sonoras en su haber. Semejante quehacer otorgó al músico su mayor reconocimiento y una popularidad más que notable, muy especialmente a raíz de su inolvidable partitura para El hombre y la tierra (nunca un compás irregular fue tan tarareado). Pero también es Antón García Abril un referente esencial en España de la música sinfónica del siglo XX, que contribuyó al reconocimiento sin fisuras de una música contemporánea plenamente española al mismo tiempo que encontraba para la misma los más efectivos cauces de contaminación y enriquecimiento. En este empeño, García Abril tuvo en Málaga un aliado de excepción. De entrada, el turolense encontró en el clima mediterráneo y en la luz de Málaga motivos de inspiración y también de amistad, por lo que durante muchos años, y hasta su muerte, estuvo muy ligado a la ciudad, a la que amaba sin reservas. Pero fue en Málaga donde su música disfrutó de una proyección singular y especial fuera del cine. En 2002, García Abril fue el autor invitado y homenajeado en el recordado Ciclo de Música Contemporánea que la Orquesta Filarmónica de Málaga celebraba en el Teatro Cánovas; a partir de entonces, bien junto a la misma OFM, bien junto a cómplices como la pianista Paula Coronas, la huella malagueña del compositor no hizo más que acrecentarse.
Un momento especial de esta relación se produjo el 3 de junio de 2004 con el estreno en el Teatro Cervantes del Concierto para Gibralfaro para guitarra y orquesta de García Abril. Aquella cita presentaba no pocos elementos de interés: en la tarima se encontraba Aldo Ceccato, quien poco antes había sido nombrado nuevo director titular de la OFM, cargo que se hizo efectivo en septiembre; como solista figuraba el guitarrista malagueño Marco Socías y, además, con el concierto llegaba a su fin la tercera edición de otro certamen musical muy recordado, el Ciclo Ciudad del Paraíso que impulsaba por entonces la Fundación Unicaja. García Abril compuso aquella obra por encargo, pero, en declaraciones a este periódico pocas horas antes del estreno, el maestro expresaba sin fisuras su entusiasmo: “Tengo claro que un compositor debe ser útil a la sociedad. Por eso he querido componer una obra con la que Málaga pueda identificarse plenamente, tanto en su acepción culta como en la más popular. Si el concierto está dedicado a Gibralfaro es porque el castillo representa los ojos y el corazón de Málaga, y justo eso quiere ser esta partitura”. En aquella misma conversación, García Abril animaba a los teatros españoles “a programar música contemporánea, porque apenas se escucha música posterior a 1950”, lo que hoy, diecisiete años después de aquella entrevista, sigue resultando altamente significativo. Y no dudaba en depositar su esperanza en los jóvenes compositores “por su capacidad para aprovechar todos los recursos posibles de producción de sonido al servicio de una idea de un sentimiento. Después de tanto ruido, por fin, hay un nuevo humanismo musical”.
El idilio de Antón García Abril y Málaga no tardó en tener continuidad gracias a la intervención de la pianista y profesora malagueña Paula Coronas: tres años después, en mayo de 2007, el turolense estrenó en el Auditorio del Museo Picasso Alba de los caminos, una partitura para cuarteto de cuerda y piano dedicada expresamente a Coronas, quien se convirtió en la primera valedora del maestro en la ciudad. El estreno (inscrito, por cierto, en otro certamen musical desaparecido: el Festival de Música de Villanueva del Rosario, que entonces comenzaba a realizar actividades en la capital) devolvió a García Abril a Málaga de una manera más íntima y también por ello más significativa. En octubre del mismo 2007, la propia Paula Coronas dirigió la grabación de Alba de los caminos, editada por la Fundación Autor de la SGAE, con la consiguiente gira nacional de conciertos. En febrero de 2008, la pianista protagonizó otro estreno absoluto de García Abril con su Fantasía hispalense, esta vez de la mano de la violinista Sabina Coleasa, en la Sala María Cristina. Y se sucedieron monografías, estudios y nuevas grabaciones en virtud de una colaboración que resultó así altamente fructífera. En 2018, la relación de García Abril y Málaga quedó sellada con la concesión de la Medalla del Ateneo. Su casa estuvo, también, aquí.
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