La identidad de la Málaga romana
La 'Lex Flavia Malacitana' convirtió a la ciudad en municipio romano por derecho pero, más aún, esconde una historia apasionante hasta el presente
Málaga/A cuenta de la nueva negativa del Ministerio de Cultura a su traslado desde el Museo Arqueológico Nacional para su exposición temporal o permanente en el Museo de Málaga (sólo un año después de que se comprometiera a estudiarlo), la Lex Flavia Malacitana ha vuelto a la actualidad esta semana con aureola polémica. Curiosamente, los argumentos esgrimidos por el Gobierno para justificar su decisión han servido, al menos, para recordar que el objeto de la discordia, una pieza de bronce de 89 centímetros de alto por 122 de ancho y 90 kilos de peso, reviste una importancia decisiva más allá, también, de su calidad simbólica; tanto, que el mismo Ministerio lo considera "clave" para la integridad del discurso expositivo del Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, donde sigue conservado y mostrado al público. Del mismo modo, cabe apuntar que desde su hallazgo en Málaga en 1851, la Lex Flavia ha protagonizado una aventura digna del más afamado Indiana Jones en la que entran en juego dinastías malagueñas de pro como los Loring y los Gálvez y que resulta bien representativa de la definición, a menudo mucho más azaroso de lo que cabría esperar, del patrimonio histórico español. De momento, y sin renunciar a la polémica, ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de la Lex Flavia Malacitana? ¿Por qué es un elemento a reivindicar por parte de la sociedad malagueña?
En cualquier referencia al uso puede leerse que la Lex Flavia fue la normativa que instauró una nueva relación de Málaga con Roma: el texto, promulgado por el emperador Vespasiano en torno al año 74 d. C. (aunque no se aplicó hasta el periodo comprendido entre los años 81 y 96, ya bajo el mandato de Domiciano), garantizaba el cambio de status por el que Málaga dejaba de ser una ciudad federada para convertirse en un municipio del Imperio, de pleno derecho. Málaga, eso sí, no fue una excepción: Vespasiano promulgó numerosos edictos de latinidad para otras tantas localidades de la Bética, con lo que abundaron documentos como la Lex Flavia que aquí nos ocupa. Pero, de cualquier forma, la primera consecuencia para los ciudadanos de la Malaca de entonces era una cuestión de derecho. Tal y como explica el arqueólogo del Museo de Málaga Manuel Corrales, "la Lex Flavia reconocía el derecho de los malagueños a la ciudadanía romana. A las ciudades federadas se les permitía cierta independencia organizativa a cambio del pago de impuestos, pero un ciudadano romano gozaba sin duda de una protección mucho mayor". Más allá del derecho, la nueva categoría se tradujo en una mayor pujanza económica que posibilitó cambios sensibles en la ciudad a nivel urbanístico y arquitectónico: "El Teatro Romano se amplió tras la Lex Flavia, y se llevaron a cabo numerosas modificaciones del entorno, tal y como atestiguan numerosos restos arqueológicos que han perdurado hasta hoy. La más importante fue la creación de una gran plaza que conectaba el teatro con el foro portuario que se encontraba justo donde está hoy el Palacio de la Aduana. Se trataba de un gran paseo adornado con esculturas. La arquitectura también se perfeccionó y se hizo más ambiciosa en este tiempo, con mayores hechuras".
Precisamente, Manuel Corrales fue uno de los responsables de la muestra Romanos de ley, que en 2006 llevó a la Sala de Exposiciones del Palacio de la Aduana (embrión de lo que diez años después fue el Museo de Málaga) un ilustrativo recorrido por la transformación que experimentó la ciudad a raíz de su ingreso en el Imperio como municipio romano. Otro de los artífices de aquella muestra fue el catedrático Pedro Rodríguez Oliva, quien recuerda que ya con motivo de aquella exposición "pedimos al Ministerio de Cultura la Lex Flavia Malacitana en préstamo, pero fue imposible: nos enviaron un réplica que fue la que incluimos. Lo curioso es que poco antes, en el mismo mes, habíamos inaugurado en el Palacio Episcopal otra exposición dedicada al Teatro Romano y el Ministerio trajo desde el Museo Arqueológico Nacional otra joya de la colección loringiana, la escultura de la musa Urania, cuyo traslado era mucho más complicado y que, al tratarse de una pieza de mármol y no de bronce como la Lex Flavia, corría más riesgo de romperse". Rodríguez Oliva, que ha dedicado años de investigación a este emblema, y que ha desarrollado numerosos proyectos en torno al mismo, recuerda que el hecho de que hoy podamos hablar de la Lex Flavia Malacitana responde al más preciso y absoluto azar: "Lo que apareció en la zona de El Ejido en 1851 eran dos tablas: en una se recoge el documento por el que se articulaba el edicto de municipalidad romana para Málaga y la otra contiene una normativa de las mismas características pero relativas a la localidad de Salpensa, una vieja ciudad romana que se encontraba cerca de Utrera. Por qué esa tabla se encontraba en Málaga es un misterio que nunca podremos desvelar. Tal vez se encargara su inscripción en bronce a Málaga desde Salpensa, pero nada lo demuestra. Lo curioso es que algunos artículos se repiten de manera calcada en uno y otro documento".
Aquella zona de El Ejido era conocida como el barrio de los alfareros, gentes que aprovechaban la calidad del barro allí acumulado para su artesanía. Fue allí donde unos trabajadores encontraron las tablas y adoptaron una decisión pragmática: venderlas al peso (90 kilos daban para mucho) a alguno de los veloneros de la calle Compañía para su fundición. Fue muy probablemente José Gálvez Andújar, padre de José Gálvez Ginachero, quien casualmente pasaba por allí y avisó a Jorge Loring y Oyarzábal (con quien ya mantenía una relación de amistad) de inmediato. El marqués se personó en el taller y compró las piezas a los alfareros por mucho más de lo que los veloneros estaban dispuestos a pagar. Así se incorporó la Lex Flavia Malacitana a la colección loringiana, y como parte de la misma estuvo expuesta durante varios años en el Museo Loringiano de la finca de La Concepción. El mismo Loring tradujo y divulgó el texto, por lo que fue condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Pero la historia no tardó en tornar su signo y Loring decidió vender la Lex Flavia al Estado, con lo que la pieza se conserva desde entonces en el Museo Arqueológico Nacional.
A menudo se considera que Loring tomó esta decisión para garantizar la conservación íntegra de su legado tras su muerte. Así lo reflejó de hecho su cuñado, Manuel Rodríguez de Berlanga, en el catálogo de la colección loringiana, del que fue autor. Pero Rodríguez Oliva abre la puerta a la posibilidad de que Loring decidiera vender parte de esta colección por apuros económicos, "aunque sea porque la otra razón no deja en muy buen lugar precisamente a sus hijos. El Estado pagó a Loring por un conjunto que incluía la Lex Flavia, tres tablas de la Lex Ursonensi (Ley de Osuna) y otros bronces legales nada menos que cien mil pesetas de la época, cuando había invertido poco más de cinco mil en atesorar su colección. Se entiende que el hecho de ser amigo de Cánovas del Castillo podía facilitar este tipo de operaciones". Casi desde entonces, las reivindicaciones para el regreso a Málaga de la Lex Flavia como parte esencial de la colección loringiana han sido constantes, pero sin éxito. La apertura del Museo de Málaga en diciembre de 2016 y el compromiso del Gobierno a "estudiar" la situación alimentaron las expectativas favorables a, al menos, una cesión temporal. Pero el carnet de la identidad romana de Málaga continúa lejos de sus primeros depositarios.
Un testimonio vinculado a otros municipios
Apunta Pedro Rodríguez Oliva que la reclamación para que la Lex Flavia Malacitana regrese al seno de la colección loringiana en Málaga "es legítima, pero la Lex no es un elemento aislado, así que la devolución no es tan fácil como parece". Junto a la Lex Flavia Malacitana, que ya incluye de por sí una tabla de la Lex Salpensana, Jorge Loring vendió al Estado tres tablas de la Lex Ursonensis, "y habría que preguntarse entonces cómo proceder. ¿Se supone que el Estado debería devolver a Málaga todo el lote que en su día le vendió Loring? Por el mismo motivo, sin embargo, Osuna y Utrera podrían reclamar sus bronces correspondientes, aunque nunca antes los hayan acogido ni expuesto. Por algo los museos son la historia viva del coleccionismo".
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