El ilustrado que veló por el tesoro artístico
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La Academia Malagueña de Ciencias propone que la Biblioteca Provincial vuelva a llevar el nombre de Ricardo de Orueta en San Agustín
Málaga/Pocos representan el arquetipo del ilustrado español de su tiempo con la fidelidad y el empeño de Ricardo de Orueta (Málaga, 1868 - Madrid, 1939), figura que resultó indispensable para el reconocimiento del patrimonio artístico de nuestro país en el siglo XX como tal y cuyo nombre, sin embargo, fue condenado a un severo ostracismo tras su muerte que sólo con el advenimiento del siglo XXI ha empezado a menguar. Criado en una familia malagueña de sonora inquietud intelectual y científica, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza (merced a la amistad que compartió con Francisco Giner de los Ríos) y muy especialmente a la Residencia de Estudiantes (donde ejerció de inspirador y de eficaz trampolín para creadores como Luis Buñuel, Federico García Lorca y José Moreno Villa, quien decidió trasladarse a Madrid desde Málaga para alegría de la cultura española por su insistencia), De Orueta dejó su mayor impronta al frente de la Dirección General de Bellas Artes, primero entre 1931 y 1933 y en una segunda etapa a lo largo de 1936, en pleno estallido de la Guerra Civil. Republicano convencido tras su militancia en el Partido Reformista y en Acción Republicana, y fiel a Manuel Azaña en las duras y en las maduras, el malagueño promovió nada más hacerse con el puesto de director general de Bellas Artes, ya en abril de 1931 como primera e inequívoca apuesta de la Segunda República para semejante responsabilidad, su Ley del Tesoro Artístico Nacional, con resultados definitivos: si en la década previa a la constitución de la República el estado de salud del patrimonio español resultaba del todo deficiente en virtud del expolio, la descatalogación y el desconocimiento, la función protectora de Ricardo de Orueta puso luz y taquígrafos en una recuperación y articulación proverbial. Su actuación respecto a este legado volvió a resultar esencial durante los primeros meses de la Guerra Civil para que la catástrofe en lo que al tesoro artístico se refería no fuera mucho más holgada de lo que fue (en Málaga, su labor quedó contrastada con logros como la recuperación monumental de la Alcazaba). Muy a pesar de la reivindicación que de su obra y su figura brindaron desde el exilio referentes como Juan Ramón Jiménez durante los años 40, su nombre acusó la condena extrema del olvido apenas terminada la contienda. Sólo en los últimos años, con la reedición de sus monografías sobre escultura (la que fue su verdadera pasión) y con proyectos como la exposición En el frente del arte, que pudo verse en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga en 2014, ha encontrado el nombre de Ricardo de Orueta una cierta reparación, en todo caso aún muy inferior a la que su influencia y su magisterio merecen.
Ahora, su recuerdo podría quedar aún más confortado si la propuesta presentada recientemente por la Academia Malagueña de Ciencias prospera: la institución, de la que De Orueta fue nombrado miembro correspondiente en Madrid en enero de 1916, ha elevado a las instancias competentes una petición para que la Biblioteca Provincial de Málaga lleve el nombre de Ricardo de Orueta. La solicitud adquiere especial relevancia ahora que el Ministerio de Cultura y la Junta de Andalucía se han aliado para desbloquear el proyecto que permitirá instalar los fondos de la biblioteca, conservados en un local de la Avenida Europa desde hace casi 25 años, en el antiguo Colegio San Agustín. De entrada, la reunión celebrada hace unos días entre el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao; y el consejero andaluz de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, se saldó con el anuncio de la segunda fase de la prospección arqueológica, a cuyo término será posible licitar y comenzar las obras de rehabilitación del edificio (un objetivo que ambas administraciones esperan ver cumplido en 2019, aunque ninguna de las dos se ha atrevido a poner plazos sobre la mesa). El presidente de la Academia Malagueña de Ciencias, Fernando Orellana, confirmó a Málaga Hoy que la petición para la adopción del nombre Ricardo de Orueta ya ha sido cursada al Ministerio y la Consejería, y que tanto la Academia de Bellas Artes de San Telmo como la Universidad y la Fundación Málaga han mostrado su apoyo. Fuentes cercanas a la Delegación del Gobierno andaluz en Málaga señalan que desde la Junta ven la medida con buenos ojos, así que no sería de extrañar, ni mucho menos, que el bautismo llegue a buen puerto, lo que contribuiría de manera no pequeña a la conciliación de la ciudad con su memoria.
Tanto es así que la Biblioteca Provincial de Málaga (o Biblioteca del Estado) ya llevó el nombre de Ricardo de Orueta: lo hizo, de hecho, en vida de su mentor, entre 1933 y 1937, cuando ocupaba un piso alquilado en la Alameda. La biblioteca, creada tras la desamortización de 1835 para la recepción de los fondos bibliográficos procedentes de los conventos, tuvo su primera sede en el Instituto de Enseñanza Media (hoy Vicente Espinel) y en 1895 se trasladó al Cuerpo Facultativo, donde contó entre sus directores al poeta Salvador Rueda. En 1933 se desplazó su sede a la Alameda ya como Biblioteca Ricardo de Orueta, aunque en 1937 se volvió a cambiar su nombre por el de Miguel de Cervantes. A partir de entonces, el centro atravesó una aguda fase de crisis que estuvo a punto de culminar con su extinción: ya en 1939 alertaba un informe gubernamental de sus pésimas condiciones y de que los fondos procedentes de la desamortización un siglo antes continuaban embalados (con lo que fueron enviados a Alcalá de Henares). La solución llegó en 1956 con la Casa de la Cultura, donde la biblioteca recuperó los fondos desamortizados e integró el Archivo Histórico Provincial. Desde 1994, todo lo relativo al equipamiento, incluida su sede, es provisional. Algunos nombres merecen, no obstante, durar siempre.
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