"¿Qué es imprescindible? La pintura y el amor. Y Málaga los tiene, a veces"

El artista malagueño, introductor clave del 'pop-art' en España y fundador de la Fundación Picasso, recibe mañana en el Ayuntamiento la Medalla de la Ciudad y el título de Hijo Predilecto

Eugenio Chicano, en su estudio del barrio de la Victoria, donde trabaja a diario.
Pablo Bujalance Málaga

26 de octubre 2014 - 05:00

Vino al mundo Eugenio Chicano en la calle Sánchez Pastor en la Nochebuena de 1934, y su existencia ha estado siempre ligada a Málaga. Aunque este vínculo también se ha dado en la distancia: entre 1971 y 1988 vivió en Verona, y allí se consagró como el gran pintor europeo que es. En 1982 representó a España en la Bienal de Venecia, un órdago interpretado como la definitiva irrupción del pop art en la pintura de un país todavía atemorizado. Regresó a Málaga para levantar la Fundación Picasso en la Casa Natal del artista, por encargo de Pedro Aparicio, y desde entonces ha volcado en su ciudad todas sus pasiones sin dejar de ser el genio cosmopolita que la misma necesidad necesita. Mañana lunes, el alcalde, Francisco de la Torre, le hará entrega en el Ayuntamiento de la Medalla de la Ciudad y del título de Hijo Predilecto. Nuevos argumentos, al cabo, para seguir celebrando que Chicano habita entre nosotros.

-Málaga le reconoce como Hijo Predilecto, pero ¿es ella buena madre, o más bien madrastrona?

-Uno se acuerda de Santa Bárbara... Depende de cómo te va. Málaga es una locura, es una niña imponente. Es cautivadora, tiene gracia. Si la conoces muy bien no pidas nada, ni siquiera un beso. Pero estando aquí, a su capricho, su quimera, su misterio y su grandeza, salen los requerimientos, y claro... Pero ahora te hacen Hijo Predilecto y tienes que jurar amor eterno, aunque ese amor ya lo tenía. Por más que, a veces, esta Málaga liberada te duela un poco.

-¿Alguna vez, mientras vivía en Verona, pensó que no volvería?

-Sí. Muchas veces. Pero de otra manera. Cuando iba a alguna exposición a Roma, a París o a donde fuera, y al acabar todo cogía los trastos y volvía a Verona, tenía la sensación de regresar a casa. Me invadía allí un cierto sosiego, estaba totalmente identificado con la ciudad, mis amigos y mi gente. Si te va bien, nunca se sufre. Yo nunca me he llevado mal en las ciudades donde he estado, nunca he tenido follones, pero insisto, si te va bien, mucho mejor. Lo que pasa en Málaga es que donde quiera que vas tienes un abrazo y un amigo. Desde niño, en la calle Sánchez Pastor, y hasta ahora en el barrio de La Victoria, no he tenido que enfrentarme a algo que me hiciera sufrir. Como malagueño me enfado a veces, porque no estén listos los Baños del Carmen, porque el río todavía esté así, partiendo la ciudad, y lo que fulano se llevó, y lo que el otro no trajo... Cuando das la vuelta al mundo y comparas lo que ves con tu pequeña ciudad sales perdiendo, así que hay que aprender a discernir. Como patria chica algunas cosas te lastiman, eso es irremediable. De cualquier forma, las grandezas de Málaga terminan borrando al final las carencias. ¿Qué es imprescindible? No lo sé. Yo diría que la pintura, el amor. ¿Tiene esto Málaga? Pues sí, a veces, otras veces no.

-¿Qué proyectos de cuantos ha visto nacer en Málaga desde 1988, cuando vino a poner en marcha la Fundación Picasso, le han dado más satisfacción?

-El Museo de la Aduana. No está inaugurado aún, pero va a ser una maravilla. En ese enclave, en Alcazabilla, llegando desde la calle Santa María hasta casi el Puerto, va a ser espectacular. Además, el museo está preparado de manera muy seria. Va a tener un bonito restaurante, un auditorio, es un proyecto muy a la europea. Lo que no me explico es por qué no se inaugura todavía. Recuerdo, y cuento esto de manera muy impertinente, que cuando el Museo Provincial de Bellas Artes se iba a inaugurar en la calle San Agustín, resultó que no había dinero para la luz. Los pintores malagueños hicimos una subasta en el Club de Prensa y sacamos las 400.000 pesetas que costaba la luz y se las dimos al director del museo. Creo que no nos han dado las gracias todavía. Habría que hacer algo parecido con la Aduana.

-¿Cómo recuerda las manifestaciones que en 1999 pidieron la Aduana para Málaga?

-Fue algo muy emocionante ver a toda una ciudad moverse por aquello. Pero a la vez no dejó de tener su gracia. Todavía había una burguesía en Málaga que creía que las manifestaciones eran para descamisados, para comunistas gritones, para gente de segunda. Y recuerdo que bajábamos por la calle Larios mientras en las aceras estaba aquella burguesía, que teóricamente estaba pidiendo lo mismo, pero que no quería bajar el bordillo para que no se pensara que iba con nosotros. Yo agradezco a todo el mundo que se implicara, porque aquello no era cuestión de política ni de partidos, sino de tener un sitio donde poner unos cuadros. Había también una cuestión de limpieza de mitos respecto a la Aduana, de calabozos, del franquismo, de la apoteosis de la esencia dictatorial... Se trataba de barrerlo de un plumazo, y así se hizo.

-Desde entonces se han abierto varios museos. Y Málaga se ha promocionado como ciudad de vanguardia, contemporánea.

-Ojalá.

-Muchos usuarios de estos nuevos museos eran niños cuando cerró el Bellas Artes. ¿Cómo habrá que convencerles para que vayan ahora a la Aduana?

-Es que los pretextos son diferentes. Antes se iba a un museo porque era el único sitio donde se podían ver cuadros, ahora con internet uno ve cuadros donde quiera. Ahora bien, si en Málaga tenemos una base de universitarios, intelectuales y gente joven que está interesada por estos asuntos, y que va al Pompidou a ver lo que traen, si antes no va al Museo de Málaga no estará haciendo bien las cosas. Porque ahí vamos a tener la historia de la pintura, desde la Antigüedad hasta los primeros cuadros figurativos, los primeros impresionistas.... Se podrán ver como merecen todas las facetas de la pintura, y conocerlas a fondo. Era una cuestión que llevaba demasiado tiempo pendiente en Málaga. Hay que empezar a estudiar estas cosas desde la base. Algunos se acercan a la modernidad como el que va a coger una cretona, pero sin comprender el proceso de por qué se ha llegado aquí, y por qué esto es tan respetable como lo anterior.

-¿Hay manera humana de entender el mundo del arte, atravesado como está por el mercado?

-El mundo del arte se ha vuelto más complejo porque hoy se compra y se vende todo: el éxito, la fama, el cuadro bueno, el cuadro malo; el malo te lo hacen bueno y al revés, el pintor listo te lo hacen tonto y al revés. Todo está muy mercantilizado. Antes podías trabajar con un galerista, pero ahora quedan poquísimos. A lo mejor decides buscar a alguno para vender unos cuadros y te encuentras con que ya no se hace así. Ahora hay que organizarlo todo, pagar al periódico, pagar al crítico, pagar los marcos, y cuando cierras la exposición, exhausto, resulta que no has vendido un cuadro. Que conste que hablo de pintores serios, de los que están en el estudio todos los días, que investigan, que buscan, que quieren hacer algo nuevo. Te puedes tirar dos años para enseñar tu trabajo y esperar a que te rían la gracia. El coleccionismo ha desaparecido, las galerías cierran, las becas se extinguen. Un amigo mío decía que había que dar carnet a los artistas. Yo no diría tanto. Sólo sé que hay artistas muy, muy buenos que viven pasándolo muy mal. Pero, como decía Eduardo Úrculo, lo único que se tiene en cuenta hoy es el negocio. O pagas lo que cuesta una exposición, o te olvidas de exponer.

-¿Tiene Málaga una cuenta pendiente con los artistas de la Generación del 50?

-Tiene un museo pendiente. Resulta complicado siquiera mentar esto, dado que ahora Málaga es una ciudad de museos. Pero sí, habría que dedicar un museo a la Generación del 50. No en Tabacalera, sino en el Puerto, o en el Parque. Un museo nuevo. Bien hecho. Algo sencillo, con luz. Hablamos de doce o quince artistas, no más. No es un proyecto muy complicado. Pero duele que se estén muriendo pintores y esto siga pendiente. Poco a poco nos vamos quitando de en medio. Yo puedo ser generoso a la hora de aportar mi obra, pero la ciudad debería dar el paso primero. Es necesario un museo para ver la obra de estos artistas como merece, no otra buhardilla para que cuelguen sus cuadros en Semana Santa. El currículum de cualquiera de estos muchachos tira de espaldas: hablamos de [Enrique] Brinkmann, [Jorge] Lindell, Stefan [von Reiswitz], Dámaso [Ruano], [Gabriel] Alberca... Es gente que ha hecho de todo, que ha expuesto en todas partes. Es una pena que se diluya sólo por falta de interés. Pero esto tendría que pedirlo la ciudad, como sucedió con la Aduana. Luego, el alcalde, la Junta o quien fuera tomaría parte en el asunto. Pero sin el clamor no pasará nada. Y ya está. No se habrá perdido gran cosa. Casi nadie conoce a esta gente.

-Habría que hacer pedagogía.

-Pues claro.

-Usted fue Vocal de Artes Plásticas del Ateneo de Málaga en su primera junta directiva. ¿Ha terminado mereciendo Málaga todo el compromiso que se puso en juego en aquellos años para la libre circulación de ideas?

-Creo que Málaga está en este asunto destartalada. Porque no se puede enviar a 350.000 estudiantes a cinco kilómetros de la ciudad y no verlos en todo el año. Si la Universidad estuviera aquí, como lo estuvo al principio, o como sucede en Granada, se produciría un afectación muy necesaria del conocimiento en la ciudad. La Universidad estaría en las librerías, en los cafés. Pero no, lo que tenemos es playa y Semana Santa todos los domingos, y mira que a mí se que me caen dos lagrimones cuando veo a la Zamarrilla. Falta una canalización del talento, de actitudes, de fuerzas y energías. Tendría que ser todo mucho más redondo. ¿Tenemos que ir al quinto pino para que esto se produzca? Pienso que gran parte de la desafección viene de ahí. Y de ahí viene también la idea de que el arte es elitista. Es cierto que pudo haber una fase elitista en la historia del arte, pero hoy podemos llevar el arte a los barrios, lo mismo que a Góngora o a Bertolt Brecht. Lorca lo entendió perfectamente. Y habría que imitar lo que hizo en nuestros barrios, que están abandonados, con bibliotecas cuyos fondos no se renuevan. La cultura tiene que tener su gracia, sus lunares. Hay que hacer cosas en los barrios. La socialización del arte se inventó hace ya mucho. Pero no da votos.

-Ahora que es Hijo Predilecto de Málaga, ¿se considera también Hijo Predilecto de Picasso?

-Eso sería un puntazo. Soy Hijo Predilecto de Picasso desde hace mucho tiempo.

-Eso quería que me dijera.

-Vamos a dejarnos de historias, Picasso es fascinante. Para mí lo ha sido. Imagínate a un niño que con doce o trece años llega un día con el ABC a casa, recorta una noticia sobre Picasso y así empieza una hemeroteca en la que va a guardar cada cosa que vea publicada sobre el artista. Ése soy yo. Yo daba clases de dibujo lineal en la casa de Don Gerardo de la Vega pero veía lo que hacía Picasso y me parecía tremendo. Se comunicaba conmigo de inmediato con aquel lenguaje tan maravilloso, así que pronto intenté hacer lo que Picasso hacía. Y a medida que te adentras, más te deslumbras, por más que la censura nos tuviera a los jóvenes alejados de la realidad y yo no llegara a leer a Miguel Hernández hasta los 25 años, en editoriales argentinas. Pero cuando te enteras de que este tipo ha pagado de su bolsillo un hospital en el sur de Francia para atender a los represaliados de la República que cruzaban la frontera malheridos, comprendes que, además del artístico, Picasso tiene un testimonio vital enorme, positivo, puesto en línea. Picasso es un libro abierto, una lección de política, de ética y de arte.

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