El parqué
Caídas ligeras
Jo Nesbø | Escritor
Málaga/Más de cincuenta millones de ejemplares vendidos en todo el mundo de títulos traducidos a más de cincuenta idiomas avalan la trayectoria del músico y escritor Jo Nesbø (Oslo, 1960), emblema visible del thriller nórdico y creador del inolvidable inspector Harry Hole. Recientemente, de la mano del Centro Andaluz de las Letras, presentó su última novela, La casa de la noche (Reservoir Books), en el Museo Picasso Málaga, ciudad en la que reside desde el año pasado. Meticuloso, amable y discreto, el también músico y deportista es el guiri perfecto.
-La casa de la noche viene promocionada como un cambio de rumbo en su trayectoria a la novela de terror. ¿Qué opina usted al respecto?
-La cuestión de los géneros es complicada. A menudo, cuando asignas un género a una novela ya estás haciendo spoiler: alimentas expectativas que luego estás obligado a satisfacer. Cuando alguien se acerca a una novela o una película presentada dentro del género de terror, está esperando unas convenciones que tienes que darle. Sí es cierto que, especialmente en la primera parte de la novela, juego con convenciones propias del género de terror. Pero tampoco diría que se trata de un nuevo rumbo en mi trayectoria. Es verdad que mis novelas policiacas no presentan estas convenciones, pero sí están en algunos relatos que he escrito, incluso en algunos libros para niños. También te diría que mis novelas con un trasfondo más político respiran a veces un aire parecido. Mi universo literario contiene elementos cercanos al género de terror y no es de extrañar, por tanto, que de vez en cuando afloren con más intensidad.
-El protagonista de su novela es Richard, un adolescente con problemas de salud mental. ¿Qué fue lo más difícil de su construcción?
-Desde las primeras páginas de la novela, Richard es presentado al lector como un muchacho y ya entonces se enfrenta a la parte más crucial de su historia. Esta fue una decisión difícil de asumir por mi parte, ya que me vi obligado a reclamar la atención del lector cuando lo más interesante parece suceder demasiado pronto. El cine americano se basa en la premisa de que hay que salvar al gato a toda costa. A menudo te encuentras películas en las que el gato ya está salvado en los diez primeros minutos, pero en este caso sucede todo lo contrario: el gato muere al comienzo y, a partir de ahí, hay que apechugar. Pero, sí, como dices lo más interesante del proceso fue la posibilidad de ver el mundo a través de los ojos de este chico. Las generaciones más jóvenes consumen muchas historias en muy diversos formatos, todo el tiempo. Parece difícil escribir algo capaz de emocionar a los lectores de la edad de Richard, pero eso es justo lo que pretendía. Y ahí sí que me interesaba jugar con las convenciones del género de terror, porque me parece eficaz para llegar a ese público.
-¿En qué medida entraña el género una solución fácil y en qué medida supone todo lo contrario?
-En general, me gustan mucho los géneros de la novela porque te permiten atenerte a unas ciertas reglas del juego en relación con el lector y, al mismo tiempo, te dan margen suficiente para romper las reglas. Siempre es conveniente hacer ver al lector que estás respetando las reglas al menos en las diez primeras páginas, pero a partir de ahí puedes hacer lo que quieras. Si conectas bien con el lector, te seguirá a donde vayas.
-¿Le resulta excitante la idea de romper las reglas?
-Hay historias fieles a las reglas de género que me gustan muchísimo. En el cine encontramos muchos ejemplos: Tiburón de Steven Spielberg es una obra maestra en este sentido, como lo es Toy Story 3: cuando la ves, parece que alguien te está contando la historia al oído. Al mismo tiempo, me encantan novelas como El almuerzo desnudo de William Burroughs, en la que directamente no hay reglas. Pero te confesaré que me gustan especialmente las historias que parecen concebidas como las canciones compuestas para la radio, en las que tienes que mostrar todas las cartas en dos minutos. Un poco como las primeras canciones de The Beatles, en las que ya en el primer golpe te muestran toda la gama de sonidos e instrumentos que vas a escuchar hasta el final. En diez segundos ya sabes todo lo que va a pasar y, sin embargo, sigues la canción con interés hasta que acaba. Me encanta esa manera tan urgente de presentar al público lo que haces y luego mantener su atención con los mismos elementos. En lo que se refiere a la literatura, hay escritores americanos como Dennis Lehane o John Irving que empiezan sus novelas abriendo una gran panorámica en la que ya apuntan todo lo que va a pasar después. Eso me resulta fascinante.
-Sí, pero The Beatles supieron contar en canciones de dos minutos lo que otras bandas sólo llegaron a replicar en temas de diez o doce minutos. ¿Tal vez necesita un escritor como Dennis Lehane setecientas páginas para contar lo que se podría contar en muchas menos?
-¿Lo dices por mis novelas?
-Sus novelas son más breves, desde luego. Y, seguramente por ello, más europeas.
-Tal vez. En todo caso, aunque me gustan mucho Lehane e Irving, me siento más cerca como escritor de alguien como Jim Thompson, a quien llamaban “el Dostoievski del todo a cien”. Me interesa mucho una figura como la suya, la de alguien aparentemente despreocupado, que escribe para entretener y que, sin embargo, tiene una idea muy clara de lo que quiere hacer con su escritura. Me gusta ese modelo de autor ambicioso en lo literario que sólo quiere entretener. Thompson optó por una literatura comercial para pagarse el alquiler y por eso intentaba ocultar su talento a toda costa, para no parecer un intelectual. Pero nunca dejó de ser un genio.
-¿Sigue siempre la misma planificación a la hora de escribir? ¿Hay algún tipo de fórmula?
-No. A veces, sobre todo en los relatos y en las novelas más cortas, tienes la sensación de que la historia se te da ya hecha, de principio a fin. Cuando eso sucede, me limito a sentarme y escribirla. No planifico nada. Con La casa de la noche sucedió algo parecido. Pasa un poco como con las canciones: a veces se te viene a la cabeza una melodía pegadiza, que funciona muy bien tal y como llega. Por lo general, cuando eso sucede sospechas que esa canción ya existe, pero cuando compruebas que no es así comprendes que tienes una buena canción entre manos. Y, de hecho, esto suele pasar con las mejores canciones. Por el contrario, para otras novelas, como las de Harry Hole, desarrollo una planificación meticulosa que en ocasiones puede superar las cien páginas sólo en esquemas y sinopsis.
-Veo que no deja de echar mano a referencias musicales a la hora de hablar sobre su escritura.
-Antes de hacerme novelista empecé escribiendo letras para canciones, de modo que sí, son dos cuestiones muy unidas. De hecho, muchas de aquellas letras contaban ya pequeñas historias. La composición musical fue una escuela fabulosa para mí porque cuando escribes letras tienes que excitar la imaginación de quien escucha, sugerir mucho con muy poco. Cuando empecé a escribir novelas me vi en la tesitura de tener que llenar páginas y más páginas de palabras, pero pronto comprendí que se trataba del mismo ejercicio. Cuando trabajas con palabras no puedes pintar todo el lienzo, tienes que dejarle su parte al lector, ya escribas novelas, canciones o cualquier otra cosa. La diferencia tiene que ver, quizá, con que el elemento emocional de la música es más directo. Una novela no deja de ser un objeto más intelectual, pero por mi parte no renuncio a trasladar al lector a determinados sitios tal y como lo hace la música.
-No es difícil intuir que, en sus novelas, las palabras funcionan como beats dentro de un ritmo.
-Eso me gustaría, sí. Es más, me gustaría trabajar el ritmo como lo hace Jon Fosse, nuestro primer escritor en Noruega, el más grande. De una manera inexplicable, Fosse imprime en sus textos un ritmo que se contagia de manera casi inmediata en el lector. Es como una respiración que se acompasa entre el libro y quien lo lee. Ojalá supiera escribir así.
-Volviendo a Richard, el protagonista de La casa de la noche, ¿es importante para usted la posibilidad de ponerse en la piel de sus personajes a la hora de escribir?
-Por supuesto. Verás, mi hermano es cinco años mayor que yo. Cuando vivíamos con nuestros padres, en aquellos años en los que esta diferencia de edad parecía aún abultada, a veces me dejaba entrar a su cuarto y me veía entonces penetrando en un mundo completamente distinto del mío. Sus posters, sus revistas, las obras de arte que creaba, sus trofeos deportivos, el olor en que se mezclaban el sudor y el pegamento, todo eso me resultaba ajeno y la idea de poder entrar ahí me fascinaba. Pues bien, escribir un libro y crear mis personajes me produce exactamente la misma sensación, como un privilegio excepcional.
-¿Y debería haber algún límite a la hora de ver el mundo en los ojos de otro?
-¿En qué sentido?
-En el que propone la cancelación: sólo tendríamos derecho a escribir sobre personajes similares a nosotros.
-La literatura constituye un espacio de libertad. Cuando usamos los libros, las películas y el arte con un determinado objetivo, podemos tal vez no compartir las formas, pero el objetivo debe ser siempre respetado. La literatura existe para que podamos decir lo que queramos desde la posición que queramos. Insisto, no necesariamente tenemos que estar de acuerdo, pero sí conviene respetar el derecho de todos a expresarse a través del arte.
-La casa de la noche está ambientada en los años 80. ¿Le interesa la nostalgia?
-Sí. Aunque creo que siento más nostalgia por los años 70 que por los 80. Es cierto que en muchos sentidos fue una época difícil, con la Guerra Fría y con el origen de buena parte de los problemas que ahora nos amenazan con más fuerza. Pero no puedo dejar de tener una visión romántica de aquellos años. Si piensas en la música, en la literatura, en el cine de la época, por no hablar de cómo tanta gente joven decidió vivir su vida, es difícil no tenerla. En términos objetivos, creo que no ha habido una década mejor para la cultura popular.
-¿Y qué hace un escritor y músico noruego en Málaga?
-Hace un par de años vine con unos amigos a hacer escalada en El Chorro. Me enamoré del paisaje y tomé la decisión de hacerme con una vivienda por aquí. Lamentablemente, soy un urbanita, así que hace un año compré un apartamento en la capital. Me gusta mucho Málaga, su ambiente, su gente. También voy a La Rosaleda a ver los partidos del Málaga.
-Ha venido usted a animar al equipo en un momento bien delicado.
-Sí. Es una pena. Espero que la situación mejore pronto. De cualquier forma, la atmósfera que se crea en el estadio, con tanta gente, me impresiona muchísimo.
-¿Nos permite entonces que le presentemos como un escritor malagueño?
-Claro que sí. He venido aquí a escribir y a escalar, así que tiene todo el sentido.
-¿Le servirá Málaga de inspiración?
-Desde luego. La manera en que vives tu vida siempre se cuela en tu escritura. No sé aún cómo, pero mi vida en Málaga lo hará también, seguro.
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