Joan Álvarez, ex director general de la Academia de Cine: "La diplomacia cultural española necesita un nuevo avatar"

El experto en audiovisual señala que el cine es "una gran institución social"

Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la cultura audiovisual es la digitalización

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Joan Álvarez, experto en diplomacia cultural de España
Joan Álvarez, experto en diplomacia cultural de España / M.H.

El currículum de Joan Álvarez demuestra que es un experto en gestión cultural: ha sido director general de la Academia de Cine, director del Instituto Cervantes en Estocolmo y en Casablanca, director de la Fundación para la Investigación del Audiovisual y del Centro de Formación de Guionistas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Valencia. También es el responsable del South International Series Festival de Cádiz. Ahora ha editado y coordinado el libro Cien años de diplomacia cultural española. Una aproximación histórica, que cuenta con la contribución de 14 autores expertos, es un encargo de la Fundación Ramón Areces.

–¿Cómo surgió la idea del libro y, con sus palabras, sobre qué trata?

–El libro trata sobre el primer siglo de diplomacia cultural española, que se creó en 1921. Hace tres años, me puse en marcha haciendo una pregunta: ¿Cómo había sido el origen de la diplomacia y cómo había evolucionado durante 100 años? Con tremendos cambios políticos y cambios en la cultura. Lo que recoge el libro, con la contribución de 14 autores que son expertos en diplomacia, diplomáticos e historiadores, los episodios o todas las etapas de la diplomacia cultural durante estos 100 años. La pregunta era: ¿Qué identidad se había querido mostrar al mundo creando la diplomacia cultural? Porque la diplomacia cultural consiste en decirles a los demás cómo somos a través de la cultura. Y eso es lo que me movió y eso es lo que está en el origen del libro. De manera que, por decirlo con palabras más actuales, qué avatar queríamos mostrarle al mundo de lo que era la cultura española y España a través de su cultura y cómo ha ido durante esos 100 años.

–Y menudos 100 años...

–Bueno, han sido 100 años dramáticos, absolutamente dramáticos. Hemos tenido dos dictaduras, la dictadura de Primo de Ribera y la dictadura de Franco. Hemos tenido una república, una transición y una democracia, la democracia reinstalada. Y todo eso con una monarquía que dejó de ser el régimen que teníamos con la República y que ha vuelto a ser el régimen que tenemos ahora. Y, además, con un contexto europeo que tampoco se ha quedado atrás: dos guerras mundiales y episodios tan tremendos como el nazismo de Hitler o el comunismo stalinista. Ha sido un ciclo extraordinariamente convulso. Eso es un poco lo que hemos querido reflejar en el libro.

–No capta solo la esencia histórica, sino que culturalmente hablando. También entre el cierre de la dictadura y luego la apertura.

–Es una evolución en la que hemos tenido un siglo increíble. ¿Qué objetivos se tenían cuando se creó la diplomacia y los hemos cumplido o no los hemos cumplido? Cuando empieza la diplomacia, que empieza gracias a un grupo de profesores universitarios, de gente de la cultura, intelectuales, le proponen al Gobierno crear esa diplomacia cultural. Y que durante bastante tiempo son ellos mismos, lo que llamaríamos ahora el tercer sector, es decir, la sociedad civil, quienes la desarrollan. Ellos tenían fundamentalmente tres propósitos o cuatro, tal vez. Uno, que era recuperar el prestigio de España, que estaba por los suelos, el final del siglo XIX, con la derrota de España ante los Estados Unidos, la guerra de Cuba, realmente se generó un pesimismo tremendo. Se acabó el imperio y el pesimismo fue tremendo. Se trataba de recuperar el prestigio que España tenía un poco por los suelos. Después, se quería también integrarnos, que se nos reconociera que la cultura española había sido una cultura importante en Europa, prácticamente en los últimos cinco siglos. Y se quería también liderar lo que era ya entonces una política del español. Es decir, no solo se pensaba en España, sino se pensaba también en todos los países y en las culturas de los países que hablaban español. Era como una recuperación o reencuentro con los países de Latinoamérica, que habían estado durante todo el siglo XIX alejados. Se habían roto las relaciones o la comunicación y se trataba de recuperarlo. La respuesta, después de un siglo, yo diría que se han cumplido los objetivos. Se han cumplido los objetivos que se forjó aquel grupo inicial, aquel grupo promotor de una diplomacia cultural en España. Pero al tiempo que se han cumplido, se han creado nuevas necesidades.

–¿Como cuáles, por ejemplo?

–Lo que necesita en este momento la diplomacia cultural española es un nuevo avatar. Hay que crear un nuevo avatar, hay que crear una nueva identidad. ¿Y esa identidad por qué? Pues sencillamente porque el mundo, la geopolítica, ha cambiado de arriba abajo. Ahora estamos en un periodo de guerra. La Unión Europea está en guerra, y lo reconoce la propia comisión y la propia Unión Europea con todo lo que está sucediendo en Ucrania. Y, al mismo tiempo, se ha dado un cambio radical en la geopolítica. Ahora, el mundo en este momento, tiene centro en el Pacífico y no en el Atlántico, como lo había tenido durante todo este tiempo. China es un enorme poder que le plantea ya un desafío a Estados Unidos. Eso no lo teníamos antes. Asia está ocupando una posición muy importante con China, con India, con Corea y con Japón. Y, además de eso, la cultura está cambiando de manera radical. El streaming, la inteligencia artificial, la digitalización, está cambiando por completo la naturaleza de la cultura. Necesitamos una nueva visión de lo que es la geopolítica y de lo que es la cultura en este momento y un nuevo avatar. Necesitamos que la cultura, la diplomacia cultural española, produzca, genere, cree un nuevo avatar, una nueva identidad. Y este es el desafío que tenemos ahora.

–Y es un desafío que se pinta bastante complicado también.

–Es complicado, pero nunca lo ha sido. Nunca ha sido fácil, el siglo XX ha sido terrible. Estamos en momentos también muy difíciles. Ahí es donde se juega la política internacional, y la diplomacia cultural es una parte de la diplomacia o de la política internacional. De manera que necesitamos un nuevo avatar y necesitamos una nueva visión de lo que son en este momento la geopolítica y la cultura. Y, por tanto, hay que definir de nuevo qué posición queremos que tenga España en ese nuevo mapa.

–Hablaba antes del streaming y voy a poner un poco el foco en TikTok, porque también ha cambiado mucho el consumo audiovisual, sobre todo. No sé si lo habrá notado usted también, que ahora...

–Me dedico fundamentalmente a la diplomacia audiovisual. Tengo una experiencia larga en el campo del cine. Vengo del campo del cine y del campo de la televisión. De hecho, ahora dirijo un festival de series en Cádiz. De manera que sí, estoy muy atento a lo que es la evolución del audiovisual. Y curiosamente, como tú señalas, en el audiovisual es donde también España tiene oportunidades importantes, porque el audiovisual en español es una potencia y es una potencia que tiene que ser, pienso yo, mejor aprovechada de lo que en este momento hacemos. Hay que tener una alianza más fuerte y más inteligente con los países de América Latina, incluso con lo que es la producción de audiovisual en español en Estados Unidos. Y esa es una potencia grande a la que hay que atender. Decías TikTok, pues sin ninguna duda. Tiktok y el resto de redes sociales. Es un frente de batalla o algo así, o de competición. Y en esa competición, desde luego tenemos que aprovechar mejor los recursos que tenemos, que son muchos, pero no están todo lo bien aprovechados que se debería aprovechar.

–Ahora en TikTok muchos jóvenes miran a través de esa red social películas, incluso.

–Es una digitalización total la que estamos viviendo. La televisión ya no se ve en el televisor, se ve en otras pantallas. Y la producción, además, audiovisual, ya no es solo la producción que hacen las productoras. Ahora hay una producción, incluso, de aficionados, de influencers y de consumidores, que al tiempo que son consumidores, son también productores. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de que hay que cambiar la visión. Hay que cambiar la visión de la cultura, es distinta, y hay que cambiar la visión de la geopolítica, que también es completamente distinta. Y todo eso es lo que nos tiene que llevar a crear un nuevo avatar para la diplomacia cultural española para los próximos, no sé si 100 años, porque pensar en 100 años hay mucha incertidumbre, pero hay que cambiar y hay que adaptarse a lo que son desafíos nuevos.

–Fue director general de la Academia de Cine. En esa época, ¿qué aportó usted al sector audiovisual?

–Cuando yo llegué a la Academia, a mí me plantearon dos retos. El primero era acabar con el déficit crónico de la Academia. Se ha acabado con el déficit crónico de la Academia. La Academia en este momento está con superávit. Gracias a que los premios Goya ya no se celebran siempre en Madrid, sino que van de una ciudad en otra. Son más conocidos por la gente, son más queridos por las ciudades a las que van y eso permite unos ingresos importantes que han salvado el déficit y lo han convertido en superávit. El otro asunto fue precisamente intentar una mayor internacionalización del cine español. Estuve siete años en el Instituto Cervantes como director del centro de Estocolmo y del centro de Casablanca, y siempre he estado trabajando con ese esquema de la internacionalización. Yo creo profundamente que la cultura es internacional y que hay que pensarla siempre en un espacio internacional. No creo en el nacionalismo cultural, al contrario. Mi pequeña aportación la hice en ese sentido. Quedó o no quedó, eso ya es otra cosa.

–Y quiero preguntarle al contrario, lo que usted aprendió.

–Aprendí las entretelas de lo que es la institución cinematográfica o la institución audiovisual. El cine, para la mayor parte de la gente, es ir a una sala y ahora no ir a una sala, sino encender una pantalla y ver una película. Eso está muy bien, eso es el cine. Pero el cine es muchas más cosas. El cine son los premios, son las academias, son las figuras, el star system, por así decirlo. Y es la importancia o la influencia que el cine tiene en el conjunto de la cultura, que cada vez es mayor. El cine, además, ha evolucionado y ahora ya no podemos hablar solo de cine. Tenemos que hablar de cine, tenemos que hablar de series, tenemos que hablar de audiovisual. Hace 130 años, la humanidad aprendió a leer imágenes en movimiento. Y ese ha sido un cambio radical, absolutamente radical. Ahora leemos muchas más cosas con imágenes en movimiento que con letras. Es un cambio radical y es un cambio que se debe al cine. Hemos aprendido a leer las imágenes en movimiento con el cine. Había dirigido una filmoteca antes y ya tenía un sentido muy de cariño por el cine y por el patrimonio cinematográfico. En la Academia lo que descubrí es que hay una gran institución. El cine es una gran institución social con una enorme importancia para lo que ha sido la cultura y la manera de pensar y de sentir que tenemos en la humanidad.

–Como bien dice, también fue director del Instituto Cervantes en Estocolmo y en Casablanca. Vaya diferencia cultural entre los dos.

–El norte y el sur. Así de sencillo se puede decir. Un aprendizaje fantástico, maravilloso, para darme cuenta de la diversidad de la cultura, de la diversidad de las formas de vivir. Y una cosa que es muy importante y que yo defiendo: el respeto a la diferencia. Tendemos a afirmar lo que somos y a separarnos o alejarnos de aquello que es distinto. Y yo creo que ese no es el buen camino. El buen camino es acercarse a lo que es distinto y hacer cosas nuevas juntos. Innovar juntos. Eso creo que es la clave de la buena cultura. Encontrar respuestas a los problemas de la vida, porque al final la cultura lo que nos da es eso, pistas para afrontar los problemas de la vida y hacerlo juntos. Innovar juntos, me parece que esa es la clave.

–También ha mencionado el South Festival en Cádiz, que empezó el año pasado y a finales de este arranca la segunda edición.

–Sí, me voy a Cádiz para presentar la segunda edición, de hecho.

–¿Por qué Cádiz y no otra ciudad?

–Fue prácticamente la misma gente de Cádiz. El Ayuntamiento de Cádiz, cuando todavía estaba el anterior alcalde y luego el nuevo alcalde cogió el proyecto con la misma ilusión. Y la Junta de Andalucía, que ha sido promotora de la primera edición y que también está en la segunda edición, tenía una visión de armonizar el audiovisual en todas las provincias andaluzas. Sevilla tiene un festival, Málaga tiene un festival, Almería tiene un festival. En Cádiz se pensó que podía ser interesante y la ciudad se volcó. Se volcó el Ayuntamiento, se volcó la ciudad, la autoridad portuaria. Tuvimos 20 000 espectadores en la primera edición. Fue realmente una cosa maravillosa, maravillosa la respuesta del público de Cádiz.

–Qué barbaridad. Un exitazo ya para la primera edición.

–Sí, ya lo creo, sí. También vinieron todas las cadenas y todas las productoras a las que nos dirigimos. Ha sido una experiencia preciosa por la buena respuesta que obtuvimos.

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