El lenguaje alumbrado

El sello ediciones en Huida publica 'Una nueva melancolía', antología de dieciséis jóvenes poetas malagueños que se presentará el próximo día 27

Pablo Bujalance Málaga

14 de noviembre 2015 - 05:00

Toda antología poética, especialmente si hablamos de la extraña raza de los poetas vivos, mucho más si se trata de poetas jóvenes, entraña una lectura que va mucho más allá del verso. Un libro de esta índole es, también, el pulso tomado al presente de un determinado territorio desde una mirada al mundo compartida, fragmentada, confrontada o (más o menos) unitaria. Hace ya tiempo quedó demostrado que el siglo corriente no entiende de marcas ni de parámetros generacionales; no obstante, las conclusiones que cabe extraer de esta mirada múltiple delatan, en gran medida, a qué puede aspirar este territorio como ciudadanía, cultura, depósito de tradiciones, laboratorio de innovaciones y otras naturalezas. Málaga, es bien sabido, y más allá de los tópicos, ha mostrado desde antiguo una especial inclinación a la poesía; o, al menos, han optado por ella no pocos malagueños para llamar a las cosas por su nombre. En consecuencia, no han faltado antologías de jóvenes poetas interesadas en contrastar esta mirada y apostar por un determinado paisaje futuro en lo lírico. Una de las últimas, y más logradas, vio la luz hace ya casi diez años: llevaba por título Frontera Sur, la publicó la Diputación a través del Cedma y tuvo como editor al poeta y profesor Francisco Ruiz Noguera, quien no ha dudado en echar mano de todas las plataformas posibles para promocionar la obra de los primerizos hacedores de versos (una forma de complicarse la vida que sigue pendiente de un reconocimiento merecido en Málaga). Correspondía ya, después de algunas empresas similares aunque de menos alcance, forjadas también con los recursos suministrados desde la instituciones públicas, poner en circulación una nueva selección para evaluar el color de una determinada mirada poética con ambición de porvenir. Y he aquí que el proyecto ya acampa entre nosotros: el libro Una nueva melancolía, recién salido del horno, reúne poemas de dieciséis jóvenes autores malagueños, nacidos entre 1984 y 1995, a modo de cosecha de novísimos en clave de proximidad. La obra tendrá su presentación el próximo viernes 27 a las 19:00 en Microteatro Málaga (C/ San Juan de Letrán) dentro de la primera edición del Santiamén Fest, un certamen multidisciplinar que engloba diversas artes en formato breve y que organizan la Alianza Francesa y la agencia de publicidad Comimagine además del propio Microteatro.

Una nueva melancolía, adornada en su portada con una bella ilustración de la artista malagueña Uve Portillo, presenta algunas novedades respecto a otras antologías de este tipo. La edición y selección de autores ha quedado al cargo de otro poeta malagueño no mucho mayor que los antologados, Álvaro Campos Suárez, autor de Buda en el Bolshoi entre otros títulos. La iniciativa, además, no parte de una institución pública sino de una editorial, el sello sevillano Ediciones en Huida. De hecho, Una nueva melancolía se inscribe en una colección denominada Verdes brotes que reúne ocho antologías de jóvenes poetas andaluces, una por cada provincia de la comunidad. En el volumen dedicado a Málaga, los poetas incluidos son Beatriz Ros, Laura Franco Carrión, Diego Medina Poveda, Cristina Sánchez, Antonio Santo, Ángelo Néstore, Almudena Vega, Sonia Márpez, Mar López Algaba, Cristina Castro, David Leo García, Cristian Alcaraz, Kris León, Jesús Baena Criado, Alejandro Robles y Jorge Villalobos. Entre todos ellos, la etiqueta de malagueños admite consideraciones distintas: unos han nacido en Málaga, otros no. Pero todos ellos escriben en la provincia y es aquí donde cultivan su mirada al mundo. Este fenómeno, además, no deja de hacer honor a la posición histórica de Málaga en cuanto a plaza poética, a menudo no tanto por su alumbramiento de autores (que también) sino por su capacidad de incorporar a poetas nacidos en otros lares a su particular acervo. Así fue con respecto a la Generación del 27, a la que Málaga aportó poetas fundamentales como Emilio Prados y Manuel Altolaguirre y para la que, más aún, sirvió como ciudad impresora a través de la revista Litoral. El cariz hospitalario de Málaga se hace más notorio aún si de poesía se trata, y Una nueva melancolía es también signo de esta vocación.

Tal y como señala en el prólogo el responsable de Ediciones en Huida, Martín Lucía, esta remesa de poetas resulta representativa de un tiempo en el que su oficio experimenta un estallido de difícil parangón: en muy pocas ocasiones ha podido contarse tanta poesía escrita y leída, al cabo compartida, gracias al poder divulgador de las nuevas tecnologías. La algarabía confusa de las redes sociales y otros medios fagocitadores del mensaje está sembrada, también, de argumentos poéticos, un asunto que tiene que ver especialmente con la actitud con la que se escribe. Más allá de este punto de partida, cada uno de los dieciséis autores comprometidos presentan las divergencias necesarias para dotar a Una nueva melancolía de la diversidad y riqueza requeridas. La eclosión, ya se sabe, hace innecsarias las escuelas.

El lector tiene así a mano el envite para el adorno de la herida de la escritora y artista Beatriz Ros ("Cómo olvidar la muerte. / Siento el agua de mi bañera / vaciándose a la velocidad despiadada / de los sumideros") y la honestidad con la que Laura Franco Carrión delata la violencia oculta en los instantes más cotidianos ("Los niños disimulan en los centros comerciales. / Esconden las manos sucias frente a sus madres / y luego en la soledad del pasillo fluorescente / aplastan uvas e insectos"). Diego Medina Poveda alza el símbolo de la imagen poética ("Aquí siempre amanece y no muere nadie, / aquí en la realidad de su ser invulnerable / caminaré infinito hasta el eclipse") mientras que Antonio Santo lucha por clarificarla ("Enciende la bombilla. / Será solo un hilo de metal ardiendo / y debajo asfalto que moja la lluvia. / Nada más"). Almudena Vega apunta a la música ("atados al asiento, el avión reseca nuestras benditas narices / milagrosas fosas nasales, hermosas llaves, membranas salinas") y Cristina Castro articula el poema como hallazgo ("estar perdido es el nuevo encanto / leer un mapa pasó de moda / no hay un alma pisando estas calles / no hemos vuelto a ser entre nosotros"). David Leo García aspira a la poesía "como un enfermo a su curación" ("Somos seres sagrados y ridículos, / signos de admiración desencajados, / saltar o desatarse o confiar"), Cristian Alcaraz denuncia lo inexacto del lenguaje ("Mi familia destruida y todos quietos. / Pero yo no. Yo / no puedo hablar") y Kris León transita su camino hacia la esencia ("Yo quiero la vida en este instante, / fruta madura, verso inacabado. / Yo la quiero bella y frágil"). Jorge Villalobos, el más joven de los poetas seleccionados, apunta sin tapujos al misterio clásico: "Que nada es eterno aunque tú me tentabas / y amé tu vida olímpica, maldición, ángel mío, / igual a un falso dios es el hombre libre". Que esta confusión de maestros y discípulos suele llamarse musa.

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