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Málaga/El abuelo era serio, parco en palabras aunque cariñoso, caritativo, de una férrea convicción religiosa, culto y dispuesto a ayudar siempre al más necesitado. Al margen de ideologías y condiciones sociales. Así ven sus nietos y bisnietos al doctor José Gálvez Ginachero, cirujano y ginecólogo, director del Hospital Civil, presidente del Colegio de Médicos, alcalde de Málaga entre 1923 y 1926 y propulsor de decenas de proyectos sociales.
Y así se recoge la vida y obra de este ilustre malagueño, nacido en 1866 y fallecido en 1952, en el libro José Gálvez Ginachero. Doctor de cuerpos y almas. La biografía ha sido editada por la Diputación Provincial de Málaga y escrita por el abogado Francisco García Villalobos, secretario general canciller de la Diócesis de Málaga y secretario de la Asociación Gálvez Ginachero, que persigue su beatificación.
Este lunes se ha presentado en la Casa Diocesana la obra en un acto en el que han estado presentes algunos de sus familiares directos y que ha contado con la participación del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, autor del prólogo de la biografía, Natacha Rivas, vicepresidenta de la Diputación y el obispo de Málaga, Jesús Catalá.
Mirentxu de Haya, nieta de Gálvez Ginachero, convivió con su abuelo hasta los 16 años. "Era serio, muy serio, pero cariñoso", comenta. "Me daba cuenta de lo bueno que era, yo lo veía y todo el mundo lo decía", comenta Mirentxu. "Por su manera de ser y de trabajar, era un hombre incansable, atendía a todo el mundo, era una persona que no abandonaba a nadie, ayudaba a todo el mundo, nunca se iban de la casa sin la ayuda que venían solicitando", agrega.
"Todos éramos conscientes de que no era una persona normal, que era extraordinaria, la gente lo respetaba mucho", recuerda su nieta. A su abuela, sin embargo, no llegó a conocerla porque murió muy joven. "Creo que era una mujer buenísima y que colaboró con mi abuelo en todo, las obras de caridad que hacía mi abuelo la mitad eran de ella", comenta Mirentxu.
Miren Larrea, bisnieta del médico y tesorera de la Asociación Gálvez Ginachero, ha leído todo lo que cae en sus manos del bisabuelo. Carmen Gálvez, abuela de Miren, se casó con el aviador García Morato. Enviudó pronto y se quedó al cargo de su padre, don José. "Lo que más me admira de él es la cantidad de cosas que hizo, la cantidad de actividades en las que estaba metido, en temas religiosos, por supuesto, pero también sociales, deportivos", apunta.
"Colaboraba con el Asilo de los Ángeles, con las Escuelas del Ave María, con conventos de clausura, ayudaba a seminaristas, a todos los que podía", afirma. "Mi bisabuela murió de diabetes cuando era bastante joven y sus dos hijas se habían quedado viudas también, por lo que él se ocupó muchísimo de sus hijas y de sus nietos", añade.
Comenta Miren Larrea que su madre y sus hermanas, que se criaron con él, lo llamaban papabuelo. "Dicen que era muy cariñoso, aunque muy serio y que hablaba muy poco, decía lo imprescindible, era austero, sobrio, pero muy cariñoso. Se las llevaba los domingos a visitar los conventos de clausura y en fechas señaladas a servir a los leprosos", subraya la bisnieta.
Larrea relata que durante la Guerra Civil le quitaron su puesto al frente del Hospital Civil, plaza que había ganado por oposición. En su lugar pusieron a un socialista. Terminada la contienda, le hicieron a éste un consejo de guerra. "El doctor Gálvez se presentó de motu proprio en el juicio y dijo que este señor había sido un dignísimo director del hospital, que había velado por el bienestar de los enfermos y del personal, y que él respondía por él con su persona y sus bienes. El tribunal, ante eso, le dio la absolución".
Y si al principio de la Guerra Civil escondió a sacerdotes y religiosos que estaban perseguidos por los republicanos, en la segunda parte de la guerra, cuando los sublevados tomaron Málaga, tocó defender al otro bando.
"Smerdou cuenta en sus memorias que tenía a seis milicianos escondidos en el consulado de México y pidió ayuda al doctor Gálvez, que los escondió en su clínica, puso en sus puertas que eran parturientas altamente infecciosas, y cuando pudieron los sacaron de Málaga con una ambulancia suya", explica Larrea. Y eso, destaca, "teniendo en cuenta que él era muy católico y conservador, que lo habían detenido dos veces durante la guerra los republicanos".
Para la bisnieta "llama mucho la atención que ayudara tanto a unos como a otros. Creo que actuó siempre con mucha libertad, no le importaban las presiones que recibía, por ejemplo, nombró a Teresa Aspiazu como concejala sin estar nadie de acuerdo", recalca. Aspiazu, cuando aún las mujeres no podían votar, fue la primera concejala en el Ayuntamiento de Málaga. Se tendrían que esperar medio siglo a la siguiente mujer en un cargo similar, Pilar Oriente en la alcaldía de Pedro Aparicio.
Gálvez Ginachero tuvo que enfrentarse a grandes epidemias como el cólera, la gripe española y la peste bubónica. También atendía diariamente a enfermos de lepra. En un tiempo en el que muchas mujeres morían al dar a luz, defendió la asepsia y las medidas higiénicas para evitar las infecciones posteriores. También promovió la cultura de la prevención como el freno más eficaz a los contagios masivos.
Luchó porque los malagueños tuvieran servicios básicos como el alcantarillado y unas óptimas conducciones de agua potable, por la vacunación y por la construcción de viviendas de promoción oficial que garantizasen unas condiciones mínimas de bienestar a los ciudadanos.
El doctor Gálvez fue el primer médico en realizar una cesárea post mortem en Andalucía y creó escuelas de formación para enfermeras y matronas, con el ánimo de mejorar las condiciones en las que daban a luz las parturientas.
"Gálvez Ginachero fue un ejemplo en todo lo que hacía, como médico, como alcalde, como ciudadano comprometido con los más débiles", comentó en el acto Francisco de la Torre, alcalde de Málaga. "En este libro reivindico a la persona, al individuo, hacía el bien a su prójimo, eludía ideologías totalitarias y abstractas para sanar cuerpos con su ciencia y almas con su caridad", indicó García Villalobos.
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